6. El día que los semidioses vuelan (Emma)

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Me volví a morder las uñas, nerviosa. Eran las ocho y media y ni rastro de Rae, seguramente no quería hacerlo. Ahora me quedaba yo sin modelo, perfecto.
Entró de repente Drew en la cabaña, el líder de los hijos e hijas de Afrodita. Se creía el mejor. Insoportable, especialmente en este momento.
"Emma, ¿sabes que no puedes participar en el concurso mañana verdad?" Suspiré y le lancé una mirada asesina, pero sólo siguió hablando. "Decepcionas a nuestra madre, ¿cómo se supone que estarás en una misión importante si no puedes ser una buena hija de Afrodita?" Me ardían los ojos, quería gritar, yo sí que era una buena hija de Afrodita.
Drew abrió la boca para hablar de nuevo, cuando alguien le tocó el ombro por detrás.
"Que yo sepa, el concurso no es hasta mañana, y, que tú sepas que vamos a ganarte a ti y a tu soberbia podrida." Dijo una voz femenina. Miré y pude ver a Rae detrás de mi hermano. No pude evitar una sonrisa al verla, ¡ahora tenía una oportunidad buena para ganar! Miré a Drew y este se fue del lugar.
"Siento haber tardado, estaba muy ocupada." Me dijo Rae, disculpándose.
"No pasa nada, pero deberíamos empezar ya."
Trabajamos toda la noche en la ropa, el maquillaje simple y la música, cosa que entusiasmó mucho a Rae, no la culpo, es hija de Apolo, claro que le encanta la música. Todo bien y perfecto hasta el día siguiente.
Salí de la cabaña y me encontré con Rae en el pabellón. Entonces, por poco no nos aplasta un pájaro gigante. Las dos miramos para arriba y notamos de que no era un pájaro, sino, un semidios volante. Intrigadas, las dos seguimos el rastro hasta llegar a las cabañas de nuevo, donde había aterrizado un chico, debería de ser hijo de Hefesto.
"¿Axel?" Preguntó Rae curiosa. El chico la miró y sonrió. "Madre mía."
Rae respiró hondo y se frotó la frente con la mano. Después de acercó al chico.
"¿Qué dioses es eso?" Le preguntó.
"Mi nueva invención." Respondió Axel contento de si mismo.
Entonces Rae se giró, me cogió por el brazo y me llevó a un lado. Tenía una idea. Me la contó rápidamente, y, sinceramente, creí que era la mejor idea del mundo.

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