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"Tanto tiempo sin vernos, Kurokocchi. Te he extrañado, ¿tu a mi me extrañaste?" la sonrisa pícara en su cara no fue de esperarse, y Tetsuya se quedó inexpresivo como siempre.

"Nos vimos hace un mes, Kise-kun, y, no, no te he extrañado." los ojos del rubio se abrieron a más no poder y sus mejillas se pusieron levemente rojas.

"¡A veces eres tan cruel, Kurokocchi!" decía derramando exageradas lágrimas.

"He, ya para rubiecito. Comenzaremos el partido y prefiero que llores cuando pierdas contra nosotros." Kagami sonrió, y Kise, rápidamente se recompuso, sonriendo, ahora, malvadamente.

"Eso ya lo veremos, Kagami." Kuroko solo se limitó a permanecer callado, mientras el pelirrojo y el rubio pelean de forma verbal, diciendo estupideces el uno al otro y en algún momento salió el tema de que al menos Kagami tenía a Kuroko en su equipo y, ahí, el por fin habló.

"No importa quien me tenga en su equipo, soy invisible ¿recuerdan? además, ustedes si se podrían llamar jugadores de baloncesto." los dos dejaron de pelear al instante en que escucharon la voz de Kuroko, como siempre, se habían olvidado de él. "Ahora, callense, tenemos un juego que ganar, Kagami-Kun." el mencionado sonrió y pasó su brazo por encima de los hombros del más pequeño y se fueron dejando al rubio en medio de los vestidores.

El juego comenzó minutos después y Kuroko no entro a jugar. La entrenadora dijo algo que era mejor dejarlo como último recurso, ya que su extraña habilidad solo duraba 40 minutos, y el ojiazul no protesto, pero, ver a Kagami frustrarse una y otra vez cada vez que le acorralaban más de una persona, le hacía querer levantarse y rogarle para que le metieran a jugar. Y eso hizo.

Mientras, un Aomine, que recién llegaba, hacia una búsqueda visual por toda la cancha contraria, observando cómo los cuerpos de los chicos de Seirin eran acorralados por los compañeros de Kise, obligándolos a retener el balón sin suerte alguna. El marcador no estaba tan mal, Kise ganaba por seis puntos de diferencia y esto, a Riko, le tenía nerviosa. Aomine sonrió al ver a su pequeño en la banca, sabía muy bien la estrategia de la entrenadora, y aunque era menos juego para Kuroko, les aseguraría la victoria, ya que, Kuroko, era el único al que Kise no podía imitar. Vio también la frustración en el rostro de aquel chico de Seirin, el que se había ganado cierta fama desde que habían comenzado los partidos, al ver como Kise le devolvía sus mismas jugadas, sin error alguno. Observó como desesperado miraba hacia la banca, hacia su Tetsu, quien para su sorpresa, le sonrió al chico, logrando que este, magicamente, se saliera de las redes de Kise y anotó una canasta de dos puntos. Aomine frunció el ceño. ¿Como paso a Kise? su cuerpo estaba lleno de frustración, no podía pensar bien, y...con solo una mirada y sonrisa de Tetsu, lo paso sin problemas. Confianza. Ellos se tenian confianza.

"Al parecer has conseguido otra luz, Tetsu." susurro.

Momoi-san les indico a él y a su equipo que su partido comenzaba en más o menos una hora y media, y con una sonrisa tonta, Aomine se marchó, diciendo que daría un paseo, pero fue a comprar varias chucherías y busco un asiento en las gradas. Su bebé estaba a punto de jugar ¿que querían que hiciera...? Sentándose y acomodándose, fue testigo que como Tetsuya hablaba con la entrenadora, y está, negaba una y otra vez con la cabeza. ¿Por que se negaba a dejarle entrar...? estaban en el último quater del partido, pero Tetsu podría ser de mucha ayuda, además, en todo este tiempo su límite tuvo que aumentar. Tenían que meterlo a jugar ahora. Y como si sus pensamientos hubieran sido escuchados, vio como la entrenadora cerraba los ojos con fuerza y señalaba hacia la cancha sin mirar, y como Tetsu con su rostro inexpresivo, caminaba hacia los límites. Kagami corrió hacia él tan pronto como pisó la cancha, susurrando algo al oído, y Kuroko solo asintió. Kise resoplo en cuanto vio que Kuroko entraba a la cancha. Sabía que debía tener cuidado, que a pesar de que Kuroko no era bueno en lanzamientos o que no poseía mucha fuerza, era, literalmente su contrincante más fuerte en esa cancha, aunque no quisiera aceptarlo en voz alta. Él era a el único que no podía imitar, al único al que de verdad debía tenerle respeto, con excepción de Akashi, al que aún no se enfrentaba. Vio como el equipo de Seirin se reunían en su territorio, planeando su siguiente jugada, y decidió hacer lo mismo con sus compañeros.

Nunca olvides... [Aokuro] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora