Día de ensueño

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Anna estaba más que emocionada por el mensaje de Damian. En seguida le contestó:
"Hola, que gran sorpresa! Ahora estoy más que bien, como estas tu? Creo que un paseo no sería mala idea."

Aquel día ambos acordaron encontrarse en el Club donde Anna montaba, así ella buscaba a Minerva y la alistaba para el paseo.

Anna llegó al Club, y ahí se encontraba él, esperándola. La ayudó a ensillar a la yegua y emprendieron viaje. Damian iba montando en un hermoso corcel negro, al cual llamaba Rex.

- A dónde es que vamos?- Preguntó Anna

- Ya verás - contestó el con una gran sonrisa - ya verás que te encantará.

Cabalgaron unos minutos por un camino de tierra hasta que llegaron a una tranquera. Luego de unos metros pasada la tranquera, el camino empezaba a  llenarse de cesped y flores.

El tiempo pasaba, y ambos tenían una gran charla. Anna hablaba y hablaba, mientras Damian sólo la observaba, con una gran sonrisa.
Llegaron hasta un río, temerosa de cruzar, Anna dudaba si seguir con el paseo.

- Vamos, te aseguro no pasará nada - dijo él mientras cruzaba el río.
Anna comenzó a cruzar el río. En eso, Minerva se dispuso a jugar con el agua en el medio del río, empapando a Anna. Damian, del otro lado del río, la esperaba con una toalla en la mano.

Al atravesar el río, grandes árboles se alzaban al costado del camino. El paisaje era simplemente perfecto.

- A dónde es que quieres llegar? No crees que ya es tarde? - dijo Anna ya algo cansada.

- Ya llegamos, sólo un poco más, verás que no te arrepentirás - contestó el.

Siguieron un poco más hasta que llegaron a un gran roble sobre una pradera, donde un arroyo se hacia presente junto al árbol.
Bajaron de sus caballos y los dejaron junto al arroyo para que descansaran.
El atardecer llegaba, y ambos se encontraban debajo del árbol, mirando la puesta de sol.

- Creo que los caballos se llevan muy bien - comentó Damian, mientras ambos jóvenes miraban como el corcel y la yegua frotaban sus cabezas.

- Si, eso parece - dijo Anna.

Se quedaron mirando a los equinos por unos minutos. Entonces, Anna volteó. Y ahí estaba él, mirándola. Sus miradas se conectaron. Anna no podía entender que era lo que pasaba, que era aquello que sentía?
Allí estaban ambos jóvenes, frente a la puesta de sol, sin sacar la mirada en los ojos del otro. Él tomó su mano. Y allí permanecieron, juntos, hasta que la noche llegó. Damian sacó una frazada de su mochila, empezaba a hacer frío; se sentó junto a Anna, la abrazó, y ambos se recostaron sobre el césped, y allí pasaron la noche. Sus miradas seguían conectadas, y por primera vez, mirándola a los ojos, pronunció las palabras que Anna había estado esperando escuchar...

... Te quiero

Diario de una Chica perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora