Capítulo 2

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Por fin es viernes por la noche y esta semana fue igual a las anteriores nada nuevo sucedió, empiezo a creer que mi vida siempre será así de rutinaria. La puerta de entrada de la casa se abre y me sorprendo al ver a mi madre llegar, ya que normalmente suele llegar a las diez de la noche todo lo contrario a hoy que son las siete de la noche.

—¡Mamá! ¿y este milagro?

—Ningún milagro —comenta
acercándose a mí que me encuentro tirada en el sillón de la sala. Se sienta en el sillón del costado.

—Entonces ¿qué pasó?

—Nada nuevo, pero tú sabes que trabajo en una de las clínicas más prestigiosas de New York y es por eso mismo que hoy reprogramaron todas las consultas que tenía porque uno de los empresarios más importantes del país pidió una consulta privada.

—¿Para él? —pregunto a modo de broma.

—Claro que no, fue para su esposa, pero él la acompañó.

—¿Para qué fue la consulta?

—Nada nuevo en mi profesión, querían saber qué estudios se deben realizar para saber si están aptos para traer al mundo un bebé.

—Entonces le realizaste todos los estudios y cómo acabaste más temprano y no tenías más pacientes te viniste a la casa —finalizó lo obvio.

—Exacto, le practique los estudios a la esposa y estaba todo en orden con ella, solo que le falta un poco de peso, es muy delgada.

—Hablando de peso, no has notado que estoy subiendo unos kilos de más.

—Yo te veo bien —Me responde quitándole importancia a mi comentario.

— Pues yo no y por eso te quiero pedir que me inscribas al gimnasio al que vas a «desestresarte» según tú.

— No responderé a tu último comentario porque te conozco y sé que te gusta hacer tus bromas con doble sentido y respecto al gimnasio ya estás inscrita.

— ¿Cómo así? —pregunto con un gesto que expresa total sorpresa.

— Te inscribí junto conmigo cuando empecé el gimnasio, te lo comenté, pero me dijiste que estabas muy cansada para hacer ejercicios.

— Entonces todo este tiempo le has estado regalando dinero al gimnasio.

— Técnicamente yo no.

— Mamá explícate — Le exijo un poco cabreada por su respuesta.

— Esta bien, es el dinero que me deposita tu papá para pagar la mensualidad de tu universidad y las cuotas del auto entre otras cosas.

— ¿Auto? ¿Mamá que auto? —Es lo único que puedo articular después de escuchar la palabra auto.

— Bueno ya es momento de que lo sepas, tu papá y yo decidimos regalarte un coche por tus buenas calificaciones y para evitarte tomar el ... — No la dejo terminar porque doy un brinco del sillón y terminó abrazándola.

— Gracias, gracias, gracias mamá ¡No lo puedo creer! — Grito abrazándola más fuerte que Sansón a Dalila.

— Samy suficiente, si sigues así terminarás asfixiándome.

— Lo siento, disculpa no me di cuenta, es que no lo puedo creer llevo pidiéndoles un coche desde que entré a la universidad y que me lo digas así me deja en shock ¿Dónde está?

— Supongo que te refieres al coche está guardado en la cochera.

Ni bien termina de decir la última palabra salgo corriendo rumbo a la cochera, abro la puerta de la misma y me encuentro con un hermoso coche de color blanco, justo como quería, me acerco a el y me subo en el asiento del piloto, lo examino por dentro ya que todavía no me creo que tengo coche propio. Mi madre entra al garaje.

¿A escondidas? © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora