Capítulo 42

882 54 13
                                    


El estómago se me revuelve, dándome la sensación de nauseas en todo el trayecto que nos toma llegar a la imponente torre de SQF Enterprises. No sé si es producto de mis nervios o si se debe a la apabullante información que recibí de parte de Aldahir, pero de cualquier manera mella en mí, haciéndome querer tomar un taxi de regreso a casa para acurrucarme en mi cama.

Ruedo los ojos, cuando Gaia ordena al chofer detenerse frente a la fachada del edificio, que esperar a que el valet parking haga su trabajo, dejándonos ingresar al estacionamiento subterráneo, el cual nos daría un acceso directo a la oficina de la reunión. Su excusa es que estamos contra el tiempo, por lo que nos apura a salir del vehículo, ganando que me fulmine con la mirada, queriendo que le siga el paso, cuando me quedo parada en la acera al tratar de contener una arcada. Aguantando el dolor en el vientre bajo empiezo a caminar, subiendo los escalones que nos llevan a la entrada.

Exhalo lentamente cuando llego a las puertas, que se abren automáticamente, dándome paso al interior, el cual me deja impresionada por su majestuosidad. El suelo de mármol y las paredes revestidas en madera fina, sumado a su excelente luminosidad destacan la elegancia que los diseñadores quisieron plasmar, ya que, si buscaban darle un toque distinguido y notable, definitivamente lo lograron, puesto que el lugar te hace sentir un bicho raro si no vienes acorde al mismo, lo que me hace agradecer el haberme puesto un traje hoy.

—Deberías ocultar tu sorpresa — aconseja en tono de broma Paul, mi otro compañero de equipo, susurrándome en el oído—. Sé que SQF resalta por sobre el estilo sobrio de F&M, pero no dejes que Gaia te atrape maravillada con su infraestructura que te dirá que la estas ofendiendo. Ella, así como la vez, vive enamorada de nuestra empresa y se pone tóxica si piensa que le estas siendo infiel, admirando a otra. Te lo digo por experiencia.

Suelto una carcajada ante lo gracioso de su comparación y quisiera tomarlo como un chiste, pero tal parece que dice la verdad, cuando la mujer de la que hablábamos voltea hacia nosotros, dándonos una mirada de pocos amigos. Automáticamente borro la sonrisa de mi cara, codeando a Paul para que haga lo mismo.

Dos personas se acercan a nosotros cuando llegamos al lobby y luego de intercambiar palabras con la lideresa del equipo, lo único que hacemos el resto es seguirlos a donde sea que nos dirigen.

—¿Tiene oídos de lechuza o qué? —expongo mi interrogante a mi compañero una vez entramos al ascensor, asegurándome de estar en la esquina contraria de Gaia— Yo apenas te alcance a oír es imposible que ella...

—Oh, querida Sam, para ella nada es imposible —esclarece rápidamente, dejando en evidencia su admiración por ella, más aún, cuando desvía la mirada en su dirección. Se aclara la garganta segundos después, tratando de disimular lo que obviamente capté—. Me refiero a que ella esta donde esta porque ha sabido afrontar todos los retos que se le han presentado.

—Ajá —Hago de cuenta que le creo para evitarle incomodidades.

La caja de metal se detiene cuando arribamos al piso 35 y me permito respirar hondo al salir de la misma. La molestia en mi estomago no me deja en paz y estoy tentada a pedir que me digan dónde está el baño más cercano antes de hacer un desastre en medio del pasillo.

—Tienes la respiración agitada ¿Te sientes bien? —indaga Paul cuando fingir que estoy en perfecto estado se me hace inviable.

—Tengo un severo dolor abdominal que me está matando
—respondo con los dientes apretados cuando un cólico me hace ver estrellas— ¡Oh, por Dios! Siento que voy a desfallecer.

Paul me sujeta de los brazos al verme inestable y su preocupación se evidencia en su ceño fruncido mientras nos aparta del grupo que avanza hacia la sala de reuniones.

¿A escondidas? © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora