Capítulo 37

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Mis puños impactan contra el saco de boxeo en un intento por eliminar la amargura que me embarga. Darle alivio a un corazón roto es complicado, más aún, cuando este transforma su dolor por una colera avasallante que, en casi una semana, no ha hecho más que crecer. Imagino el rostro de Aldahir, hablando todas esas estupideces y lo único que hago es aumentar la velocidad de mis golpes, ansiando poder haberme desquitado con él, y no con esta cosa que deja mis nudillos rojos producto de la inflamación, ya que me rehusé a usar los guantes que mi entrenador me ordenó que utilizara, más por terquedad que por otro tema.

Balanceo mi cuerpo siguiendo el ritmo del saco que va y viene, incrementando la fuerza a medida que mis pensamientos me juegan una mala pasada con la idea que ha dado vueltas por mi cabeza desde que puse un pie fuera de su oficina. No puede ser casualidad que me encontrara con esa mujer y justo después Aldahir me humillara de una horrible manera, sin importarle en absoluto si me lastimaba. ¿Qué tal si buscaba que me alejara? Que me apartara para dejarle el camino libre con ella si en todo caso aún no se han liado. ¿Qué tal si ya se hartó de mí y quiere a otra?¿Acaso engañar es algo tan común para él?

Caigo al suelo, en un golpe sordo, cuando el saco me empuja hacia atrás al detener mis movimientos intempestivamente. Tengo la respiración acelerada al punto que jadeo sintiendo la garganta seca en tanto mi pecho se agita con cada exhalación. Cierro los ojos, tendiéndome sobre la colchoneta , sintiendo mis músculos adormecidos en tanto trato de ordenar mis ideas masajeando mis sienes. Un dolor latente se vuelve a instalar en mi pecho cuando la grieta de imaginar que Aldair no ha sido honesto conmigo mella cualquier posibilidad que tengamos de solucionar nuestros problemas, ya que jamás se me paso por la cabeza que este podría ser nuestro fin.

—Te advertí que terminarías molida si seguías sobre esforzándote —me regaña Christopher, haciendo que me recomponga rápidamente.

Tomo su mano cuando me la ofrece y acto seguido soy impulsada hacia arriba, poniéndome en pie. Se ríe cuando me quejo de dolor, ya que vuelve a recalcar que no debí excederme con los ejercicios cuando no estoy acostumbrada a una rutina tan exigente. Me encojo de hombros, restándole importancia a sus palabras y se vuelve a alejar cuando alguien lo llama. Lo cierto es que he llevado mi cuerpo al máximo en estos últimos días, ya que, buscando una forma de drenar mi mala leche, volví a retomar las clases en el gimnasio que tenía abandonadas.

Me muevo hacia los vestidores dando por finalizada mi rutina de hoy. Desbloqueo mi locker, sacando mi bolso deportivo antes de meterme a las duchas, donde me tomo el tiempo de relajar mi cuerpo bajo el agua tibia, haciendo a un lado los pensamientos negativos. Masajeo mi cabeza, lavando mi melena, enfocándome solo en mí y en los asuntos que debo aclarar con prontitud.

Cubro mi piel con espuma y a medida que me quito el sudor del cuerpo, me toco de una manera poco usual para un simple baño, ya que acaricio mi piel buscando algo más. Algo que claramente puede ser el contacto de otra persona, cuyo nombre lo tengo en la punta de la lengua, pero me niego a soltarlo; sin embargo, me permito imaginar que son sus manos las que están tocándome. Las que están descendiendo por mi cuello hasta llegar a mis pechos, los cuales masajea en tanto sus hábiles dedos pellizcan mi pezón, haciéndome liberar un gemido que me hace echar la cabeza hacia atrás cerrando mis ojos. Mi piel añora su toque, extraña sus besos y atenciones, por lo que mi respiración se acelera cuando lentamente voy descendiendo las manos por mi monte de venus con su retrato suspendido en mi cabeza. Me voy perdiendo en las sensaciones placenteras que invaden cada célula de mi cuerpo hasta que... me detengo de golpe cuando murmullos procedentes del exterior me recuerdan donde estoy a la vez que el calor invade mis mejillas ante la realización de lo que estuve por hacer.

No doy crédito a que mi subconsciente me acaba de jugar una mala pasada y me abofeteo mentalmente por este momento de debilidad, ya que Aldahir no merece siquiera que lo piense por un segundo. Recupero la compostura, continuando con mi baño y salgo del cubículo ya vestida, lista para marcharme.

¿A escondidas? © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora