Capítulo 9

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Aldahir.

Es difícil expresar con palabras lo que inútilmente he tratado de olvidar. Es como si todo en mí hubiese cambiado hace una semana, exactamente desde que conocí a la mujer que tengo frente a mí. Creo que verla siendo maltratada por ese sujeto activo el espíritu proteccionista que había quedado enterrado en mí hace mucho tiempo, simplemente no podía quedarme de brazos cruzados cuando ella era arrastrada contra su voluntad por ese idiota. Sin embargo, lo que vino a continuación, el trágico accidente en el ascensor, solo me hizo dar cuenta de lo vulnerable que era. Sentí impotencia al no poder ayudarla como hubiese querido y desde entonces me recriminaba a mí mismo de que pude haber hecho algo más. Tenía la seguridad de que era por eso que no podía sacármela de la cabeza, pero eso se desmorono cuando la vi hoy temprano. Cuando su estilizada figura paso frente a mí, mis ojos simplemente no pudieron dejar de enfocarla, me debatía entre ir a hablarle o no, pero al final me gano el impulso de ir donde ella. No podía negar que era hermosa —es hermosa— y que esos azules no hacían más que resaltar su belleza, pero lo que si me sorprendió fue su carácter, que no se comparaba en nada a la mujer que conocí la primera vez. Las respuestas que me daba no hacían más que cabrearme y eso era algo que de ningún modo iba a permitir, y menos siendo quien soy. Tenía que hacerle saber quién mandaba, así pensara que era un completo imbécil.

Y ahora la tenía aquí, a unos pasos de mí, con esa altanería a la cual ya me empezaba acostumbrar. Quería pensar que no, pero mentiría si dijera que no lo disfrutaba. Había venido a buscar a Nicholas y termine encontrándome con ella y por el humor que trae encima, juraría que está molesta. Quisiera creer que no debido a mi presencia, porque sería una pena que sea solo yo el que se deleite con la suya.

Desvía su mirada de la mía y se enfoca en alguien que se encuentra detrás mío, sigo su mirada y Nicholas camina hacia nosotros con pasos agigantados. Se acerca a mí y me hace retroceder unos pasos atrás con el afán de que solo yo pueda escuchar lo que tenga que decir. Nos conocemos desde la universidad y es uno de los pocos amigos al que he llegado a querer como a un «hermano».

— Ha surgido un problema en tu casa —susurra por lo bajo.

— ¿Qué pasó? —pregunto con la intención de que me dé una respuesta más precisa.

— Tu mujer ha tenido un desmayo.

— ¿Cómo?¿Por qué no me informaron? —La preocupación en mi voz es evidente— ¿Ella está bien?

— Tu ama de llaves llamó a tu oficina y como nadie atendía tu secretaria tomo la llamada. Me lo informo al saber que se trataba de una emergencia —explica— Y respecto a su salud no me dio detalles.

— Entiendo y gracias por avisarme —No puedo evitar pensar que esto me pasa por tener la cabeza en otro lado. Suspiro frustrado.

— No te preocupes y cualquier cosa no dudes en hacerme saber.

Me retiro dándole un asentimiento mientras me rehúso a darle una última mirada a la mujer que nos observa. Debo de evitar pensar en ella. Camino de manera rápida a los elevadores, llego al parking y me dirijo a mi McLaren, me adentro en el y enciendo el motor para después poner reversa y salir del aparcamiento.

Me toma alrededor de treinta minutos llegar a la mansión que herede de mi madre, y de la que Morgana quedo totalmente enamorada desde la primera vez que lo visitó, tanto así que me pidió que este sea el lugar donde formáramos nuestra familia después de casarnos. El vigilante desde su caseta abre la puerta automática de la entrada en cuanto ve mi coche aparecer, entro con mi vehículo, el cual estaciono a un lado de la casa, rápidamente me bajo de este y subo las pequeñas escaleras donde ya me espera Marina, la ama de llaves, al pie de la puerta.

¿A escondidas? © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora