Cap. 1

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—¿Te preocupa algo?

Hyuna se enfrentó serenamente a la oscura mirada de su marido al captar el tono ligeramente modulado de su voz.

Se hallaban en el dormitorio, una espaciosa habitación con dos vestidores adjuntos y dos baños independientes. El mobiliario, exquisito y antiguo, complementaba a la perfección los tonos crema y verde pálido de cortinas y alfombras.

—¿Qué te hace pensar eso? —no habría tenido sentido quejarse de que había pasado un día terrible y que en aquellos momentos lo único que le habría apetecido habría sido tomar un baño en el jacuzzi antes de acostarse.

En lugar de ello, tras soportar un atasco monumental, había llegado tarde a casa y había tenido que tomar una ducha a toda prisa.

La idea de asistir a una función benéfica en la que tendría que participar en la conversación, tratar de superar una cena de tres platos y limitarse a beber una copa de champán no resultaba precisamente estimulante.

La mirada de su marido se endureció y, por un momento, Hyuna temió que le hubiera leído la mente.

—Toma algo para ese dolor de cabeza antes de que salgamos.

—¿Cómo sabes que me duele la cabeza? —preguntó Hyuna en un tono ligeramente agresivo.

Su marido se hallaba de pie, con la complexión de un guerrero, vestido tan sólo con unos calzones negros. Tenía el pelo húmedo a causa de la ducha que acababa de tomar. Sus fuertes rasgos faciales eran todo ángulos y planos.

—¿Quieres discutir? —preguntó.

—No especialmente —replicó Hyuna.

Su marido alzó una ceja con expresión cínica antes de seguir vistiéndose.

No había duda de que Lay Giancarlo era un hombre especial, pensó Hyuna mientras entraba en su baño para empezar a maquillarse.

Era un hombre duro y atractivo, a punto de cumplir los cuarenta, que imponía respeto a sus iguales y que hacía estragos entre muchos corazones femeninos... algo que ella sabía muy bien.

Lay capturó el suyo cuando ella era aún una adolescente, lo que hizo que no le costara ningún esfuerzo aceptar más adelante su proposición de matrimonio... una proposición hecha por el bien de las empresas Giancarlo-Castelli, fundadas por sus respectivos abuelos. El negocio pasó por una crisis temporal a causa de un accidente de avión en el que murieron los padres de Lay y el padre viudo de Hyuna.

Las pérdidas en bolsa se recuperaron cuando Lay asumió el control de las empresas, pero la futura estabilidad de éstas quedó en entredicho a causa de su soltería y del poco interés que parecía mostrar Hyuna Castelli por elegir un marido.

Los dos abuelos viudos que quedaban, la matriarcal Anamaria Castelli y el patriarcal Santo Giancarlo, propusieron lo que consideraron la solución perfecta.

¿Qué mejor manera de llevar a los Giancarlo-Castelli a su cuarta generación que con los hijos fruto del matrimonio entre Lay Giancarlo y Hyuna Castelli?

El hecho de que Lay y Hyuna aceptaran la idea hizo que la matriarca y el patriarca se quedaran encantados.

La celebración fue considerada la boda del año, con una lista de invitados en la que figuraban los principales personajes de la sociedad australiana. También volaron numerosos parientes y amigos desde Italia, Francia y los Estados Unidos.

Un año después seguían siendo la pareja de oro para la prensa, que no dejaba de informar de su presencia en los diversos acontecimientos sociales a los que asistían.

Matrimonio de ConvenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora