Cuando Hyuna abrió el periódico a la mañana siguiente, lo primero que vio fue la foto que les habían tomado la noche anterior en la cafetería.
Cuatro personas, felices, con una intimidad implicada que no había existido. El pie de la foto empleaba un tono especulativo que le hizo cerrarlo de inmediato, asqueada. Los expertos en cotilleos sociales iban a estar muy ocupados aquella tarde.
Lo más probable era que la foto también apareciera publicada en los periódicos de Sydney, lo que significaba que Lay podía verla antes de que ella tuviera oportunidad de darle una explicación.
Lo que significaba que debía llamarlo para ponerle sobre aviso.
Estaba a punto de tomar su móvil cuando se puso a sonar. Reconoció el número de Shannay en la pantalla.
—Tom sugiere que mantengamos una reunión de control de daños. Él se ocupará de decírselo a Lay. ¿Estás bien?
—Estaba a punto de salir. Te llamo luego.
Hyuna llamó a Lay en cuanto colgó, pero saltó el contestador.
Podía estar en la ducha, o desayunando... ¡o dándose un revolcón con Famke en su habitación!
«No entres ahí», advirtió una voz interior.
Hyuna tuvo que esforzarse por apartar la imagen de su mente.
«Céntrate en lo que tienes que hacer», se dijo con firmeza. En aquellos momentos, eso implicaba acudir a su despacho a trabajar duro.
Casi lo logró... casi. Y lo habría logrado si no hubiera abierto un mensaje en su móvil mientras esperaba a que cambiara un semáforo.
Me ha encantado la foto. Sydney maravilloso. Famke.
Hyuna arrojó el teléfono al asiento de pasajeros con un gruñido. ¿Por qué había tardado tanto?
¿Habría esperado a que Lay saliera de la habitación del hotel para enviárselo? ¿Se habría asegurado previamente de que viera la foto del periódico?
No le costó ningún esfuerzo visualizar aquella escena con detalle.
Decir que aquello había arruinado su día habría sido un eufemismo. No sabía si llorar o gritar.
En lugar de ello se entregó de lleno al trabajo. Hizo las llamadas necesarias... excepto a Lay. ¡Con él pensaba tratar el asunto en persona!
Anamaria llamó a media mañana para invitarla a tomar el té el sábado.
El almuerzo consistió en un sándwich que comió en su propio despacho, y durante la tarde estuvo tan «profesional» durante una reunión de trabajo que resultó casi jocoso. Pero la fachada era lo único que estaba impidiendo que se desmoronara.
Las grietas empezaron a aparecer en el trayecto de vuelta a casa, cuando notó que estaba tocando la bocina más de lo habitual a la vez que mascullaba maldiciones a causa del tráfico, algo que normalmente solía tomarse con calma.
El Mercedes de Lay no estaba en el garaje y no supo si sentirse aliviada o decepcionada por tener que esperar a iniciar la confrontación.
En lo último que estaba pensando era en la comida, pero dio a Rosa las instrucciones necesarias antes de subir a cambiarse para ir al gimnasio. Una buena sesión de ejercicios podría servir para canalizar parte de su rabia, de manera que inició una vigorosa ronda con los aparatos antes de calzarse unos guantes de boxeo para golpear el saco.
Estaba a punto de terminar cuando Lay entró en el gimnasio. Ya se había cambiado y llevaba puesto el chándal. Tras observarla un momento, preguntó:
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Matrimonio de Conveniencia
RomansaHyuna y Lay Giancarlo sabían muy bien lo que hacían cuando decidieron casarse por conveniencia. Ellos sólo tenían que comportarse en público como una pareja feliz para crear una alianza entre sus poderosas familias. Un año después, las cosas habían...