Ya era casi mediodía cuando Hyuna salió de casa de su abuela. Primero fue a visitar algunas exclusivas boutiques en Toorak Road y, tras un rápido almuerzo, acudió a una subasta de antigüedades.
La subasta de aquel día incluía varías piezas selectas hechas a mano que formaban parte de una colección.
Ya había varios coches aparcados ante la antigua y preciosa casa en que iba a tener lugar la subasta. La familia dueña de la casa había decidido sacar a subasta sus objetos por problemas económicos.
Hyuna estuvo a punto de llorar al pensar que varios de los exquisitos objetos de palisandro expuestos iban a ser separados y trasladados a diferentes casas, cuando era evidente que debían permanecer juntos.
Entonces lo vio. Un pequeño escritorio con delicadas incrustaciones en la superficie y unas preciosas patas labradas. La perfección.
Deslizó los dedos por su superficie, sintió la suavidad de la madera... y se enamoró al instante de la pieza.
—Bonita, ¿verdad?
Hyuna no podía creerlo. ¿Famke? ¿Allí?
Sin duda, las continuas apariciones de la actriz no podían deberse a una mera coincidencia.
—¿Qué te parece si te doy una copia de mi agenda personal? —preguntó con exagerada suavidad—. Así no tendrías que devanarte los sesos para descubrir dónde voy a estar.
Famke le dedicó una mirada mordaz.
—¿Y a quién le importa dónde vayas a estar tú?
—Por supuesto. Soy un mero apéndice inconvenientemente unido a Lay.
—Sí.
Hyuna decidió que ya era hora de que ella también sacara su aguijón.
—¿Cómo está tu hija?
Los ojos azules de Famke asumieron la frialdad de un iceberg.
—Mi hija no tiene nada que ver con esto.
Hyuna arqueó una ceja.
—Ah, ¿no? Supongo que la habrás dejado en buena compañía mientras tú estás en el otro lado del mundo.
—Tiene una niñera.
—Pobrecita. Privada de una madre que persigue lo que quiere... tanto profesional como personalmente.
—Comparto la custodia con su padre.
Hyuna simuló examinarse las uñas.
—¿Y no temes perder la custodia?
—¿Me estás amenazando?
—En absoluto. Sólo estoy charlando.
—Tengo derecho a una vida propia.
—Claro que lo tienes. Pero no con mi marido.
—Pero en realidad Lay nunca ha sido tuyo... ¿verdad?
Consciente de que con aquella mujer nunca iba a tener la última palabra, Hyuna se limitó a girar sobre sus talones y a alejarse.
Pero no le resultó tan fácil aplacar su irritación. De momento, el día estaba yendo como la seda...
La subasta comenzó a las dos y media. Los compradores parecían especialmente animados aquel día y los precios fueron subiendo según aumentaba la calidad de los objetos subastados.
El precioso escritorio en que se había fijado Hyuna atrajo el interés de varios posibles compradores, que pronto se quedaron en cuatro, en tres y, finalmente, en dos.
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Matrimonio de Conveniencia
RomanceHyuna y Lay Giancarlo sabían muy bien lo que hacían cuando decidieron casarse por conveniencia. Ellos sólo tenían que comportarse en público como una pareja feliz para crear una alianza entre sus poderosas familias. Un año después, las cosas habían...