Al día siguiente, mientras esperaba ante un semáforo camino del trabajo, Hyuna encontró un mensaje en su móvil.
Disfruta de él mientras puedas.
Justo lo que necesitaba para empezar el día. La tentación de responder como se merecía fue muy intensa, pero finalmente se negó a dar aquella satisfacción a la actriz.
Miró los datos del mensaje y comprobó que había sido enviado la tarde anterior.
Aquella tarde recibió otro mensaje igualmente revelador y que le hizo mascullar diversas maldiciones.
Unos informes recibidos a última hora la obligaron a seguir trabajando en su estudio en casa mientras Lay se ocupaba en el suyo de atender diversas llamadas internacionales.
—Asegúrate de salir a tiempo esta tarde de la oficina y de que Rosa sirva la comida a las seis —dijo Lay a la mañana siguiente, mientras se ponía la chaqueta para salir.
Gianna lo miró con expresión interrogante.
—Minoche —se limitó a decir Lay a modo de aclaración.
¿Cómo podía haberlo olvidado?
Durante los pasados días habían sido como barcos que se cruzaran en la noche... o algo parecido. El intenso ritmo de trabajo al que estaban sometidos había hecho que tan sólo coincidieran por la noche, en la cama.
Afortunadamente, el fin de semana ya estaba cerca.
La galería de arte Minoche era una de las favoritas de Hyuna. Propiedad de una de las grande dames de la ciudad, cuya extravagante personalidad era toda una leyenda, sólo se podía asistir por estricta invitación. Un importante porcentaje de cada venta era donado a una organización benéfica dedicada a atender a niños desfavorecidos.
El precio de la entrada era exorbitante, dado que también suponía una donación para la misma organización, y la lista de invitados incluía a la crema del entramado social de Melbourne.
Elegancia y estilo eran una descripción adecuada para lo que sólo podía ser calificado como un acontecimiento, pensó Hyuna mientras un guardia de seguridad comprobaba la validez de sus entradas. Había varios de éstos contratados para proteger el local, las obras de arte y los invitados... invitados a los que se daba un margen muy preciso en cuanto a la hora de llegada, después de la cual la galería quedaba cerrada a cal y canto.
Los hombres debían asistir de esmoquin y las mujeres con sus mejores vestidos y joyas. Por allí debían circular suficientes diamantes y piedras preciosas como para alimentar a todo un país del tercer mundo.
Hyuna decidió petrificar una sonrisa en su rostro mientras se acercaban a saludar a Minoche, la suprema anfitriona.
Alta, imponente, vestida con uno de sus extravagantes caftanes y con tantas pulseras y brazaletes de oro que era un milagro que pudiera alzar los brazos, hacía tanto tiempo que Minoche había descartado cualquier nombre de pila que ya era dudoso que hubiera recibido alguno.
Casada un año y divorciada al siguiente, era una mujer muy rica que parecía vivir tan sólo para satisfacer sus caprichos.
Apenas se sabía nada sobre su vida anterior, y circulaban diversas historias respecto a cómo había conseguido su fortuna.
—Hyuna, Lay—saludó con un ligero acento francés que no encajaba en lo más mínimo con su extravagante aspecto—. Habéis sido muy amables por aceptar mi invitación.
¡Como si alguien hubiera podido rechazarla! Hacerlo sin una justificación realmente válida habría sido lo mismo que cometer un suicidio social.
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Matrimonio de Conveniencia
RomantikHyuna y Lay Giancarlo sabían muy bien lo que hacían cuando decidieron casarse por conveniencia. Ellos sólo tenían que comportarse en público como una pareja feliz para crear una alianza entre sus poderosas familias. Un año después, las cosas habían...