Once.

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- Charlie –

Como siempre, llegaba temprano al instituto para ir al gimnasio.

Caminaba solo por los pasillos, cuando sintió que alguien le agarró las manos con fuerza y las sostuvo en su espalda. Empezó a forcejear con esa persona pero pronto, alguien más lo atrapó, no logró ver a ninguno de sus atacantes puesto que pronto algo cubría sus ojos y le imposibilitaba tener cualquier tipo de visión de ellos. Sintió como fue arrastrado a algún lugar.

Una puerta se abrió y lo empujaron dentro, no sin antes atar sus manos. El olor a humedad inundó sus fosas nasales, reconoció el lugar solo por ese hecho, ya que era el único capaz de oler tan mal, el armario del conserje.

Bufo. Estos eran los idiotas de sus compañeros encerrándolo para joderlo un rato. Pero esta idea fue desechada rápidamente cuando sintió un pequeño estornudo a su lado.

- ¿Quién es? – Preguntó mientras forcejeaba por soltar sus brazos, estaba dispuesto a darle un golpe a su acompañante si planeaba hacerle algo. 

- Shhhhhh – fue la única respuesta que obtuvo. Frunció el ceño al escuchar esto, su acompañante no era ningún tipo al que pudiera pegarle, era una mujer.

De pronto sintió que unos brazos lo empujaban sin fuerza alguna, se movió para atrás por inercia y chocó contra una pared. Iba a hablar, pero jamás pudo hacerlo ya que unos suaves labios chocaron contra los suyos. Se sentía tan bien. Comenzó a besar a la chica sin importarle quien fuera, sus labios se movían despacio, como tratando de que el beso jamás acabe, y dios sabía que él también quería que eso jamás pase. Estaba disfrutando demasiado el momento.

Aún mientras la besaba, por fin logró soltar sus manos. Ella lo notó puesto que intentó separarse de él nerviosa, pero lo único que hizo Charlie fue atraerla más hacia sí y volverla a besar, mientras recorría con sus manos expertas su pequeña cintura. Se sentía tan bien al hacerlo.

Unos segundos después levantó una mano para sacarse la venda de los ojos y así poder ver a su chica misteriosa. Necesitaba conocerla. Pero ella detuvo su mano en el aire y le susurró un débil no. Se debatió mentalmente entre si hacerle caso a ella o a sus instintos. Pero optó por la primera. Su - no - había sonado en un tono de súplica tan desesperado, que no puedo hacer otra cosa que aceptar eso. Su corazón se estrujó un poco, solo habían sido dos letras, pero le sonaron a la voz más dulce de todos los tiempos.

Estaba seguro que esta era su chica de las notas. Sonrió feliz al pensar esto último. Tan absorto como estaba en sus pensamientos, tardó en notar como ella metía algo en su bolsillo trasero, y lo próximo que sintió fue la puerta abrirse y cerrarse. Se quitó la venda y abrió los ojos desesperado, ella no podía irse. Él aún no le había dicho que la quería.

Salió desesperado por la puerta para buscarla y se halló solo nuevamente en los pasillos, como si nada hubiese pasado.

- No, no, no – se repitió una y mil veces en su cabeza. Ella no podía irse sin conocer sus sentimientos.

La buscó por todos lados y no fue capaz de hallarla. Luego de media hora se rindió. Ella se había ido. Había perdido su oportunidad.

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Charlie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora