Capítulo 3.

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Sinestesia.

Me presenté al maldito examen. Lamentablemente mis ojos no estaban como para sentir, ni mis manos como para ver que escribían. No sé qué leía, ni entendía las explicaciones del profesor, tampoco sabía en que estaba pensando y mucho menos qué era lo que escribía. Por lo que supuse que sacaría una gran mala nota y suspendería la asignatura este trimestre.

Todo por los caprichitos de Jimin, todo por dejarme llevar por su mente infantil, por su mundo de colores. Su mundo de color de rosa. No, no quería soportarle más, pero cada vez que lo miraba algo se despertaba en mí. Tenía ese color en su voz que me atraía y ese sonido especial cuando me miraba. No podía concentrarme, no podía dejarle caer. No quería perderle.

Llegué a casa, estaba totalmente cabreado, había estudiado para prácticamente nada y eso me molestaba muchísimo, la verdad. Malgasté mi tiempo en algo que no pude hacer en condiciones, nada de "al menos lo intentaste". No me sirven esas frasecitas de mierda. No me sirve que me digan esas cosas para consolarme. La verdad es que me ponían aún más nervioso.

-Jungkook. Pero es que no tiene sentido cabrearse, ya habrá más exámenes.

Y sí, tenía a Jimin hablándome de todos esos exámenes que él piensa que tendré para poder aprobar este que suspendí. Y los tengo, pero no es la asignatura la que me preocupa, es que perdí mi tiempo estudiando algo que suspendí y encima malgastaré mi tiempo estudiando algo que pude aprobar en su momento.

-Joder, Jimin. Que te follen.
-Mira, niñato. Si vienes cabreado te jodes, no la tomes conmigo.
-Pues no me hables, es que también tiene cojones. -Tiré mi cuaderno al suelo.
-¡Solo intentaba ponerte mejor, idiota! -Gritó.
-¿Para qué? Seguiré siendo un gilipollas cabreado por sus pérdidas de tiempo.
-Para que dejes de tener esa cara de mierda. Odio verte enfadado. Imbécil.

Jimin tiró un vaso, se rompió en miles de trozos. Se le escuchó maldecirme otras miles de veces y luego un portazo que venía de nuestra habitación.

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-Estoy harto de tus cambios de humor.
-Ni que llevaras una vida conmigo. -Sonreí.
-Deberías tomarte la vida con más calma.
-No voy a fumar, Jimin. No juegues con eso.
-Joder, que no era eso. -Se sentó a mi lado.- ¿Vamos a un parque de atracciones?
-¿¡En serio?! Vamos, vamos ya. Me ducho y salimos.

Un parque de atracciones, joder. Hace años que no piso uno. Tiene que estar bien pasar la tarde en uno, tiene que estar bien pasar una buena tarde con Jimin y sus estupideces. Quizás le guste la montaña rusa o le de miedo la casa encantada. No sé, quizás no es tan infantil con esas cosas.

Me equivocaba. Estaba como un niño de cinco años, correteando por el parque, gastándome bromas mientras esperábamos las colas y disfrutando como nadie todas las atracciones. Aún no pisamos la casa encantada. Decía que no le gustaba demasiado. Pero le obligué a entrar. No paraba de gritar de miedo y de agarrarse a mi brazo. Parecía que me lo iba a sacar. Yo me reía de él y él me preguntaba continuamente que por qué no me daba miedo. Yo me reía aún más con su voz temblorosa.

Cuando terminamos la casa encantada fuimos a tomar algo. Una granizada mientras descansábamos de andar tanto, no habíamos parado por dos horas. Yo estaba cansado, pero Jimin jugaba con las palomas como si no hubiese hecho nada en todo el día. Era impresionante la resistencia que tenía ese chico.

No nos quedaba mucho tiempo en el parque y decidimos aprovechar el que quedaba subiendo en la noria y observar juntos las vistas. Mientras subíamos hasta lo más alto nos mantuvimos en silencio, salvo por nuestras respiraciones no se escuchaba nada. Al tiempo Jimin vio que estábamos llegando arriba. Los dos nos pegamos al cristal, alucinando con las luces de la ciudad, alucinando con la altura y lo pequeño que se veía todo desde ahí. Jimin rozó mi mano y la cogió con fuerza. Le miré extrañado y él me devolvió una sonrisa. Yo agarré su mano con algo más de cuidado y seguí observando las vistas.

El trayecto de bajada en la noria fue casi igual que el de subida, solo que Jimin acariciaba mi mano en círculos con su dedo índice. Era raro, pero se sentía bien. Me relajaba.

El hombre de la noria nos informó de que teníamos que salir del parque de atracciones lo antes posible y eso hicimos. No tardamos más de diez minutos en encontrar la salida y emprender nuestro camino a casa. Un camino en el que Jimin no calló en ningún momento. Me estaba contando lo bien que lo había pasado hoy, como si yo no hubiera estado con él. Me hacía gracia la forma en la que contaba las cosas, exageraba todo lo que podía, como haciendo un drama de todo lo que le pasaba en la vida.

Llegando a casa nos encontramos con cierta persona a la que no tenía muchas ganas de ver, no después de este gran final del día. Pero el camello se nos cruzó por delante. No podía dejar que Jimin lo interceptara e hiciera de las suyas. Así que miré a Jimin como si quisiese matarlo y seguimos adelante sin mirar siquiera al camello.

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-Hoy voy a dormir bastante bien. -Dijo Jimin tirándose en la cama.
-No me extraña, cabrón, no has parado quieto en todo el día. -Me tiré a su lado.
-No insultes a tus mayores, Jungkook.

Jimin se había subido encima de mí. Estaba sintiendo su respiración en mi piel, sus ojos pedían a gritos cariño y sus manos estaban mirándome muy detalladamente. Y me besó. Sus suaves labios me estaban besando con una delicadeza impresionante. Como si no quisiera estropear o romper nada. Como si fuera frágil.

-Te quiero, Jimin. Gracias por el día de hoy.

Jimin me miró con una sonrisa y se tumbó a mi lado.

-De nada, idiota.

[Sinestesia -- Unión de sensaciones que pertenecen a campos sensoriales diferentes.]

Lvx Aeterna. «Jikook»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora