Capítulo 10.

1.3K 141 17
                                    

Mi tío se drogaba desde hacía años. Nunca supe nada de él desde que encontró una casa para vivir y mi madre no me dejaba acercarme a él, ni si quiera se hablaba sobre él. Nunca supe de donde sacaba el dinero y creí que era un bueno momento para saberlo, porque seguro que él se encontró en situaciones similares.

Fui solo mientras Jimin trabajaba, no tenía la idea en mente de que él supiera sobre mi tío porque seguro lo utilizaría para cualquier cosa, cuando yo tenía pensamiento de usarlo para las emergencias, aunque ahora que lo pienso el término "usar" no es el más apropiado para una persona.

-¿Desde cuándo te drogas, sobrino?
-Hace unos meses. -Me senté en su sofá donde descansaba una mujer mal pintada.
-¿Y mi hermana que ha dicho?
-Mi madre no lo sabe, ni creo que le sentara muy bien saberlo. -Reí.
-Nunca le sentó nada bien. -Rió conmigo.- Estas muy delgado. ¿No comes? La mariguana ayuda al apetito.
-Eso lo sé, de hecho es la que nos ha dejado sin comida. No trabajo, mi novio ha empezado ahora y le faltan diez días para cobrar. No comemos a penas nada, no nos da ni para drogarnos a gusto. Nos queda una pastilla de éxtasis y nada de dinero.
-Anda, toma. -Sacó su cartera de un cajón y de esta saco varios billetes.- Adminístralo bien hasta que tengas dinero del trabajo de tu novio. -Me los dio y se sentó a mi lado.- Si necesitas algo, Tito Hoseok siempre estará aquí.
-Gracias, de verdad, te lo pagare. -Le di un abrazo.
-Si me traes un día algo de material te lo perdonaré.

Jimin no me preguntó de dónde saqué el dinero hasta que lo quiso para droga y le conté la historia. Estuvo de acuerdo con guardarlo hasta que él cobrara, que se usara solo para comprar comida. Y así pasamos los siguientes diez días hasta que cobró y de ahí sacamos las otras tres pastillas de éxtasis que no tardamos en meternos en la boca.

Jimin me llevó a un restaurante donde comimos a lo grande, recuperé lo que un día llamé felicidad y me apetecía más que nunca ir al viaje que tenía pensando Jimin antes de quedarnos sin comida ni nada. Me apetecía más que nunca follarme a Jimin encima de la mesa del restaurante mientras todas aquellas pijas miraban aquella escena atroz para sus ojos y preciosa para los míos.

-¿Vamos a ir de viaje al final? -Pregunté.
-¿Te apetece? -A Jimin se le iluminó los ojos.
-Claro. ¿Chuncheon no?
-Sí, ¿le pedirás el coche a tú madre?
-Mejor, se lo pido a mi tío, él no tendrá problemas.

Y tenía razón, se alegró incluso de que moviéramos ese coche de ahí, decía que no lo usaba en años y que estaría bien que otra generación lo usara. Incluso nos dio dinero para la gasolina después de que yo le diera una de las pastillas de éxtasis que le prometí. A Jimin le caía muy bien Hoseok. Debía tener unos cuarenta y algo y siempre había una mujer diferente en su sofá, alguna que otra vez había una aguja en la mesa que me costaba ignorar, sí que era un drogadicto en toda regla, pero se conservaba muy bien, a decir verdad.

Jimin estaba fuera, comprando algo nuevo para probar, algo que nos hiciera viajar mientras íbamos a nuestro viaje, a Chuncheon, a vivir nuestra vida como queríamos, sin padres ni ataduras. Y vino con varios cartones de LSD.

-Me han dicho que es mejor que las pastillas de éxtasis, y que dura unas doce horas.
-Vamos a hacer las maletas, nos colocamos y nos vamos a dormir y mañana nos vamos a Chuncheon.

---

Jimin no dejaba de molestar a los niños del parque más bonito que había en Chuncheon, le decía que parase, que quería tener una cita tranquilo, que quería echarme en el césped junto a él y agarrar su mano mientras mirábamos las nubes. Pero el gilipollas no tuvo otra cosa mejor que hacer que querer jugar a las cartas. Pero bueno, no me molestaba, al fin y al cabo solo quería verle feliz, lo más feliz posible, quería ver su sonrisa, sus mofletes, ver como se enfadaba mientras yo le iba ganando. No sé qué tenía con jugar a las cartas conmigo si siempre le ganaba, de pequeño siempre jugaba a las cartas con mi padre.

Después paseamos por la pasarela del lago, un lago precioso por cierto. Jimin me llevaba de la mano por donde quería, parecía un niño pequeño con su mamá, obligándola a ir a todos los sitios de la ciudad. Los palacios, las estatuas, el museo, el teléfono de Jimin sonando, volver a casa porque el jefe no le ha dado vacaciones, no querer perder el trabajo, colocarnos para viajar ya que no pudimos hacerlo durante mucho tiempo.

Me tumbé en la cama, Jimin me besó, como siempre hacía y poco a poco me quedé dormido.

Lvx Aeterna. «Jikook»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora