TODO COMENZÓ...

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Mi vida inició el primero de septiembre del año 1980. Nací en la Maternidad Conchita en la ciudad de la furia (mejor conocida como Monterrey), en Nuevo León, México. Sé que esa maternidad no tenía un gran nombre, pero te puedo prometer que se trataba de lo mejor que la ciudad podía ofrecer en aquellas épocas.

Vine al mundo como el hijo primogénito, el modelo a seguir, el más chiflado de la familia, al que todo el mundo quería. No me puedo quejar de mi niñez, pero si quieres que te cuente la verdad, tampoco recuerdo mucho.
Si alguien dice que se acuerda de cuando tenía dos años y lo llevaron a saber dónde, es mentira. Esa persona debe ser tachada de mentirosa, y lo peor que hay en esta vida es un mentiroso.
Bueno no, lo peor es un pedófilo uno, mentiroso dos.
El primer recuerdo que guarda la memoria es de cuando mi hermano menor, Evaristo, nació
Yo acababa de cumplir tres años, estaba siendo cargado porción padre, viendo las cunas se los recién nacidos, y allí estaba el pequeñuelo ese que muchos años después se convertirían en un empresario exitoso, con muchos reconocimientos y con una familia feliz.
Al momento de escribir esto, ninguna de las expectativas anteriores se ha cumplido, ¡pero te estoy tirando buen augurio mano!
Recuerdo que luego me la pasaba mucho con mi hermanito. Cuando yo invitaba amigos a la casa, nos seguía a todos lados; tanto que muchas veces lo corría y lo hacía llorar. En ese entonces no me sentía mal y pensaba que estaba comportándome como alguien sensato, pero ahora ya lo pienso bien, y te pido perdón, hermano. Me gustó mucho haber pasado todo ese tiempo juntos, jugando a los Thundercats y al Nintendo, viendo las Ninjas Turtle y demás. Nos peleábamos seguidos, pero creo que eso era normal.

Nuestros padres se divorciaron en momento muy temprano de nuestras vidas. Yo tenía 5 o 6 años, no recuerdo bien. Fue una etapa muy fuerte y muy dañina en mi vida de morrito. Mi padre se tuvo que salir de la casa y nos quedamos con mamá. Después de la separación no podíamos verlo a él y eso me dolía mucho. Recuerdo una vez en especial, cuando se apareció afuera de la casa. Tocó el timbre, abrí la puerta, me emocione y salí, pero pues nada más podía agarrarle la mano a través de la reja. Salió mi madre y me empezó a jalar mientras yo lloraba porque no sabía cuándo iba a volver a ver a mi papá. La verdad no entendía que estaba pasando y le echaba la culpa a mi mamá de prohibirle a mi papá ver a sus hijos, o al revés, de prohibirnos a nosotros ver a nuestro papá. No me acuerdo si llore por mucho o por poco tiempo, pero lo extrañaba y no había nada que pudiera hacer.

Ahora, se cómo se negoció o como acabo todo esto, pero el caso es que en cierto momento ya podíamos ver a mi padre. Te puedo jurar que cada fin de semana nos llevaba a Laredo, Texas. Nos quedábamos en el Hilton que está cerca del Rio Bravo y nos llevaba a cenar al restaurante que estaba en el último piso del hotel. Se veía toda la ciudad desde allí. En la tarde nos llevaba al centro comercial, donde siempre nos compraba un juego nuevo de Nintendo, algunos juguetes como He-Man, o monitos de la lucha libre americana como Hulk Hogan, Hultimate Warrior y Undewrtaker.

Si, ya existía este vato en aquellos tiempos.

Creo que si comparo como la paso en mis fines de semana actuales, lleno de alcohol, fiesta, mujeres, amigos y música fuerte, con cómo me la pasaba de niño en los fines de semana junto a mi papa en Laredo, ganarían fácil los de mi infancia. Yo era el niño más feliz del mundo con mi papá.

Afortunadamente tengo bastantes fotos de esa época, la cual vivirá conmigo por muchos años más.

Claro que a mi mamá le tocaba la peor parte: llegábamos a Monterrey un domingo en la noche y al día siguiente nos tenías que despertar temprano para ir al colegio, y la verdad si éramos unos hijos de la fregada. A mi madre le toco tomar el rol de la mala, pero yo sé que era necesario que así lo hiciera y por eso la amo, por habérsela rifado por nosotros en el día a día: le tengo mucho respeto y admiración por haber aguantado sola a dos diablos que nada más le ponían gorro... y mira que acabo criando a dos tipazos.

Pensándolo Bien, Pense MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora