TEMPESTAD, PURGATORIO Y OTRAS COSAS

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Si alguien le quieres echar la culpa de la existencia de PXNDX, échasela a Tempestad.

Era yo un puberto, estaba en la preparatoria, y pues me concentraba mas en cómo perder mi tiempo que en darle valor al perdido.

No era de aquellos rompecabezas que conocían a todas las niñas de la prepa y que siempre traían a las más guapas detrás de ellos. Es mas era muy tímido, mucho más que hoy en día. Yo no tuve la oportunidad de crecer con niñas en mi colegio. Era un colegio exclusivo de hombres.

Nunca fui un jovencito popular ni mucho menos.

Mis amigos empezaron a salir con chicas de otro colegio exactamente cuando mis padres decidieron mandarme al internado en Wisconsin, que era de puros hombres también y pues me perdí de ese detalle. Mis amigos tenían ventaja sobre mi persona, y pues regrese a Monterrey después de la aventura en el internado de legionarios, y me topé con que había fiestas por aquí y fiestas por allá, algunos de mis amigos con novia, todos ya muy conocidos por todas, agarrados de la mano, abrazados, unos "andaban por unas" y algunas "andaban por otros", y yo en ceros. Llegue de Estados Unidos y solo era el niño nuevo.

Lo nuevo no siempre se hace popular.

Tarde mucho en agarrar confianza con las chavas. Era la primera vez en mi vida que hablaba con una mujer que no fuese mi madre, una tía, mis abuelas o mis primas. No sabía de qué hablarles, no sabía cómo mantener una plática, no sabía si decir malas palabras era de mala educación o si lo iban a aceptar. No sabía absolutamente nada. Había veces que prefería un plan con los amigos como una carne asada o juntarnos a tomar solos que a salir con nuestras amigas.

El desastre era un poco más lo que me llamaba mi atención. Me juntaba también con otros amigos que eran un poco más desmadre y, a veces, en vez de salir a reunioncitas con niñas, nos íbamos a hacer maldades. Un poco mas de adrenalina, ya que con las morras era puro nervio e incertidumbre. No me gustaba la duda de saber si le gustaba a una o no, de pensar si le estaba gustando mi plática, de saber si me vestí bien para la ocasión o si me peine correctamente. Todo eso repelía mi atención.

Hubo un día que una niña (llamémosle Valeria) me empezó a gustar.

No sabía cómo proceder, le preguntaba a sus amigas que hacer. Ellas claro que me ayudaban hasta donde podían, pero después por supuesto que iban con Valeria con todo el chisme, y pues la verdad yo no le gustaba a ella. Le empecé a echar ganas, iba a su casa, le marcaba para saludarla, para platicar, pero nunca me dio señales de si querer algo. No se siquiera si le caía bien. El caso es que mi mejor amiga me dijo en una ocasión que yo lo le gustaba, le gustaba otro amigo mío. Claro que me puse triste y empecé a ver a mi amigo con envidia y rencor. El, creo, ni idea tenia de que le gustaba a Valeria, ni que yo le deseaba su muerte inmediata. Yo era muy bueno actuando como que no pasaba nada.

Pero en ese entonces no tenía la catarsis que la música me da hoy.

La escuchaba, pero no la creaba. Aunque no me crean, componer una canción sobre algo que te duele si sirve un poquito. Ayuda a sanar poco más rápido de lo normal, la analogía es real, escupes todo lo malo en el recipiente que es la canción, y si sientes que es diferencia. Pero bueno, a esa edad no era como que estuviera yo enamorado de Valeria. Tenía 15 años, no existía en mi vida nada similar al amor, era un puberto y mi máxima expresión corporal al estar con ella era sudor en la frente. ¿A poco creías que al estar con ella iba a tener algo similar a una erección? Para empezar, ni contacto físico había, era una herejía tomarla de la mano. Lo más cerca que las podíamos tener de nosotros era como a un metro de distancia. Sí, yo sé, muy apenas y la escuchaba al platicar, y no quiero sonar anciano, pero eran otros tiempos.

Pensándolo Bien, Pense MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora