Un minuto... ¡¿Qué?!

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-¡Vamos, Kurama-chan!-

-¡Después no podremos-dattebasa!-

-¡Un ratito, uno pequeñito!-

-¡Se hará de noche y mamá dice que de noche no podemos estar fuera-dattebasa!-

Kurama, sumamente fastidiado, se tapó los oídos.

Después de comer ramen y aburrirse con sus juegos en el patio, los dos Uzumaki se habían plantado al lado del sofá pidiéndole al zorro, que intentaba dormir, poder salir a la plaza de juegos de la aldea.

-¡Si quieren ir, vayan! Ni que los fuera a detener- respondió molesto Kurama, tapándose con sus colas.

-¡Pero no podemos ir solos!- recordó molesto Bolt.

-¡Por favor, Kurama-chan!-pidió Himawari, empezando a zarandear al zorro.

-¡Suelta!- Kurama se soltó saltando al piso- Ya es suficiente con cuidarlos en casa, como para seguirlos como perro faldero-

Los pequeños lo miraron molestos, intercambiaron miradas, asintieron de acuerdo, y volvieron la vista al zorro, que los miraba desconfiado.

Empezaron a gritar a todo pulmón, tanto así que tembló la casa.

-¡AY!- Kurama se tiró al piso, tapándose sus sensibles oídos- ¡Mocosos, dejen de gritar!- pero los dos niños no se iban a rendir tan fácilmente- ¡RAYOS! ¡ESTÁ BIEN!- rugió enojado.

Dejaron de gritar.

-¡Gracias, Kurama-chan~!- sonrieron los dos pequeños, mientras Kurama los miraba con ganas de darles una buena tunda.

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-Animo, Naruto-kun- pidió Hinata, mientras llegaban a un pueblo. Su marido caminaba como alma en pena.

-Bolt... Himawari... No le crean...- balbuceaba- Estúpido zorro...-

-No digas eso- pidió la pelinegra- Recuerda que decidió cuidar a los niños, a pesar de que no le agradaba la idea-

-Si... pero eso no le da derecho a arruinar mi reputación-dattebayo-

Hinata no pudo evitar sonreír.

La misión de ambos consistía en encargarse de unos bandidos que acechaban al pueblo. Y, al ser tan escurridizos, Kakashi los había escogido por el Byakugan de Hinata, y la fuerza de Naruto.

Los ninjas llegaron al centro del pueblo, donde los recibió el alcalde.

-Buenas tardes- saludó Hinata, con una inclinación.

-Hola- saludó el rubio.

-Nos agrada mucho que hayan venido a ayudarnos- agradeció el anciano, que para Naruto ya debía jubilarse- Si entran, les explicaré más detalladamente la misión-

-Sí- asintió Hinata- Vamos, Naruto-kun-

-Sí, mientras más rápido terminemos esto, más pronto podré salvar a mis pequeños de las acusaciones infundadas de ese nueve colas- asintió Naruto, apretando su puño, con llamas de valor en sus ojos.

Hinata sonrió nerviosa.

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Mientras, en la Konoha, Bolt y Himawari, de la mano, caminaban por las calles, a veces saludando a los vecinos, o incluso deteniéndose para recibir la opinión de alguna que otra anciana que empezaba a tirarle cariñosamente las mejillas al rubio, diciendo lo mucho que se parecía a su padre, excepto por los ojos, que eran de la madre. Y después era el turno de la pequeña Himawari.

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