Mérlobock es una isla que permanece acérrimamente independiente del Gran Continente del que procedo. Un lugar de pantanos y marjales, conocido por sus frías brumas y su desapacible clima, que al igual que el alma de sus gentes, es frío, gris y aburrido. Los asentamientos y puertos de la isla están bajo la administración de los Halfrings, una familia de granjeros con títulos de nobleza. Al principio me preguntaba por qué ningún rey o príncipe había conquistado aquella tierra, ahora comprendía que aquella mierda de islote no importaba a nadie.
El horizonte cubierto por un espeso manto de nubes era inescrutable. La lluvia repiqueteaba sobre el armazón de madera del carruaje que Alatirno había hecho venir a recogernos. Me sentía como si me hubieran tirado un tronco sobre la cabeza. Me incorporé un poco: <<Maldita sangre de trasgo>>. Miré a un lado y vi a mi contratista roncar despreocupadamente. Decidí mirar hacia el otro lado, a través de una pequeña ventana: había pequeñas granjas desperdigadas que dejaban paso a cabañas solitarias, los pocos campos cultivados se extendían hasta desaparecer bajo los pantanos. Sonreí al imaginarme a alguien tratando de localizarme ahora.
Para cuando llegamos a nuestro destino, el sol, que ya estaba oculto tras las nubes, casi se había retirado. El paisaje se sumió en la oscuridad, y sobre la cima de una pequeña colina, que parecía una isla en medio de un gran océano nocturno, vi una gran vivienda iluminada por el fuego de las chimeneas.
Alatirno cabeceó y despertó repentinamente.
—Oh, ya hemos llegado—dijo al mismo tiempo que se limpiaba un rastro de babas en torno a su boca.
—¿Esta es la capital de Mérlobock?
—Oh, no. Claro que no—respondió mi seboso amigo riendo—. Ondianne está a seis horas de viaje desde aquí. Esta es la Granja de los Halfrings.
Bajé de aquel trasto de madera con ruedas y sentí un profundo alivio mezclado con el agotamiento. El aire era fresco y agradable pese al humo de las chimeneas. Con cierta pereza, debido a la resaca, agarré a Esfinge y la saqué también del carruaje. Entonces oí un grito, acompañado del ruido de pisadas sobre la tierra húmeda.
—¡Tío Al!
—¡Alissa!—contestó Alatirno antes de fundirse en un abrazo con una joven moza—. ¿Qué tal estás sobrina? ¿Tan tarde despierta?
—Tío Al, todavía no han servido la cena, llegas justo a tiempo—el entusiasmo de la joven denotaba el afecto que sentía por su tío—. Vamos, mi padre se alegrará de que hayas vuelto tan pronto.
—Mira Alissa, te presento a Kátsar.
La chica se fijó en mí por primera vez, como si hasta entonces no se hubiese percatado de mi presencia. Para ser sinceros, fue entonces cuando yo también presté atención. Era una joven de cabellos rubios y busto generoso. Los detalles suficientes para que un hombre se fijase en ella.
—Es un placer recibirle en nuestro hogar, señor Kátsar—dijo Alissa dócilmente.
—Informa a Mordomo de la llegada de nuestro invitado, que le prepare un baño caliente y una habitación donde quedarse a dormir—ordenó Alatirno a su sobrina—. Descansa un poco, Kátsar. Nos vemos en el salón principal para cenar.
҉
Un hombre que mediría más de dos metros de altura y de piel oscura como el carbón me llevó hasta mis nuevos aposentos. Allí me esperaba un recipiente de hierro fundido que se elevaba sobre cuatro siniestras patas, parecía que de un momento a otro aquella bañera fuese a echar a correr. El vapor del agua caliente me invitaba a sumergirme en un placentero baño.
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Las Cartas de Kátsar
FantasíaKátsar es un cazarrecompensas que huye de su tierra, donde han puesto precio a su cabeza , convirtiéndose en el cazador que va a ser cazado. Sin embargo, en su viaje a una nueva tierra llamada Mérlobock , decide redactar unas cartas para que sus ave...