hogar, dulce hogar

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El barrio estaba casi como Jack lo recordaba, lo único que no concordaba era la ausencia de coches en los aparcamientos, alguna que otra pintada y los cristales rotos de las ventanas.
Una lágrima cayo por las mejilla de Jack, tanto tiempo y ahora que volvía todo estaba tan mal cuidado.
-Entonces, en tu mundo la magia no esta reconocida, reina una monarquía, y la gente tiene la posibilidad de viajar libremente por el mundo. Ojala viviese en ese mundo tuyo.- Dijo José mientras hacia girar el carro.
-No te creas que es tan bueno como parece, también nosotros pagamos impuestos, y a la gente que no puede pagar les quitan la casa, sus vienes, etc...-Contesto Jack.
El carro se detuvo y María y Jack salieron de debajo del montón de paja.
-¡Joder como pica! -Exclamó Jack.
María y José se rieron mientras Jack intentaba quitarse todos los restos de heno que habían quedado dentro de sus ropas.
-Deja de quejarte tanto.- Le dijo María mientras sacudía su pelo con suavidad.
-Es aquí joven muchacho, ¿no? -Le preguntó José a Jack.
Jack asintió y fue hacia la puerta de su portal, una barrera de color grisáceo bloqueaba el paso.
-No te acerques demasiado chico, esas barreras pegan descargas a los que las tocan.-Gritó José.
Pero Jack no le estaba escuchando, coloco ambas manos en la barrera mágica y esta desapareció.
José se quedó maravillado ante la hazaña de Jack.
-Es una simple cerradura de afinidad aérea, una chapuza para que los no magos no pasen.-Respondió Jack.
Se quitó la mochila y sacó un gran manojo de llaves en el cual se puso a buscar las llaves de su casa. María y José se acercaron hasta Jack y esperaron en silencio detrás de el. Tras unos minutos buscando encontró un par de llaves oscurecidas por la suciedad y el tiempo. Introdujo una de las dos llaves en la cerradura y la hizo girar. La puerta cedió sin aportar resistencia.
Los tres se aventuraron por el oscuro portal, el sensor no saltó por lo que Jack supuso que no habría electricidad.
-Se me olvido decirlo, en este mundo la electricidad tiene un horario muy estricto, nos dan electricidad cuando se pone el sol y nos la quitan una hora después de que salga el sol.-Esclareció José.
-Eso suena raro, ¿sabes por que?-Preguntó María.
-Según dijeron les salía muy caro mantener las plantas que generan electricidad y por eso controlan el horario.
Aquello era de lo mas absurdo que María había escuchado en la vida pero prefirió dejar pasar el asunto y comentarlo con Jack mas adelante.
Llegaron al primer piso y Jack se acercó hasta una puerta. Esta se encontraba tachada con una gran cruz en color azul. Jack hizo caso omiso y metió la llave en la cerradura. Tras dar tres vueltas, la puerta se abrió.
Un olor a cerrado salió del piso a toda velocidad, mezclado con un olor a gato. Jack empezó a correr hasta una habitación al final de la casa y abrió la puerta de un portazo. Dos emociones afloraron dentro de el. Alegría al comprobar que sus gatos no se encontraban allí abandonados y nostalgia, por que les echaba de menos.
-Muchacho, se esta haciendo tarde y tengo que volver a mi casa o mi mujer se preocupará. Mañana si quieres puedes bajar a la parte antigua, te esperaré a eso de las ocho tras el puente de los soldados, ¿vale?.-Explicó José mientras se acercaba a la puerta.
-Esta bien, mañana a las ocho en la otra parte del puente de los soldados.-Repitió Jack dando a entender que lo había oído.
José sonrió a María y a Jack y cerró la puerta con suavidad.
En la casa ya solo estaban María y Jack.
Jack fue hasta el salón, las estanterías estaban volcadas, cientos de papeles se esparcían por el suelo como si de una moqueta se tratase. Concretamente se fijó en una hoja, aquella hoja había pertenecido a uno de sus libros de la infancia. Salió del salón y se fue hasta la cocina, abrió todos los armarios que encontró. Sólo había alguna pequeña lata de comida en conserva, algún paquete de legumbres y poco más.
-Estaremos a salvo aquí, tal vez pueda cocinar algo con esto de aquí pero no me atrevo a abrir la nevera.-Dijo Jack mientras se echaba a reír. María también se echó a reír y se fue fuera de la cocina. En los armarios Jack Encontró una pequeña garrafa de agua y un paquete de arroz con el que pudo cocer un pequeño cazo. También había alguna lata de tomate y alguna de guisantes con lo que preparó un arroz rápido.
Puso la mesa para dos personas y fue a buscar a María. Ella estaba tumbada en la cama de matrimonio que se encontraba en la habitación que antes había pertenecido a la madre de Jack. María vestía un sujetador color rosa, y por encima un fino camisón de seda con bordados color oro. Jack se sonrojó y bajo la mirada pero María alzó un brazo y lo atrapó por el cuello de la chaqueta, Jack cayó encima de María, ella se aferró a el y le respondió con un gran beso de amor y pasión. Jack se entregó a María, apagaron la luz y los dos se entregaron a los sentimientos que desde hacia años, sentían el uno por el otro.
Pasaron un par de horas, los platos que se encontraban en la cocina ya se habían quedado fríos, María y Jack dormían abrazos el uno al otro semi-tapados por una manta.
En la puerta del piso un encapuchado miraba la puerta con curiosidad mientras una sonrisa se perfilaba en su rostro.
Bajó las escaleras y salió a la parte de afuera del portal.
-Justo como usted había dicho mi señor, el joven prófugo a vuelto a su casa.-Contestó el encapuchado.
El líder dio un paso al frente.
-De momento sabemos que el muchacho es muy poderoso, aún que no sepa emplear a fondo todo su poder. Ya perdí a uno de mis hijos, no volverá a ocurrir.
Los dos encapuchados salieron primero, el líder agarró de la mano a un joven niño encapuchado y avanzó siguiendo a los encapuchados.
-Papi, ¿algún día seré tan fuerte como ese chico que dices?-Preguntó el niño.
-Claro que sí hijo mío, pero tranquilo, ese día llegará pronto.

Magia silenciosa(Actualizaciones lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora