2. Volando voy, volando vengo

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Estaba en el aeropuerto, sentada al lado de Arthur. Nuestro avión partiría hacia California en unos minutos, y yo podía notar como mi corazón se aceleraba y me ponía más nerviosa y tensa. Para mi suerte, Arthur lo notó.

-Tranquila nena, es solo un avioncito de nada
- 1. No me llames nena 2. Es un avión, ¿tú sabes que podemos morir en unos segundos? Caeríamos y a los años aún seguirían sin encontrar el cadáver porque el avión aterrizaría en medio del mar. - Sí, lo sé, cuando estoy asustada dramatizo mucho y puedo llegar a ser un poco paranoica (¿un poco?).
- Relájate nena - hizo énfasis en el "nena"- no nos va a pasar eso. Y en cuanto lo de que pudiéramos morir en segundos, me ha gustado. Yo si fuera a morir ahora no se lo que haría... Probablemente me tiraría a alguna azafata - dijo soltando una carcajada, yo no sé dónde le veía la gracia.
- ¿Tirarte a una...? Da igual, yo llamaría a mi madre diciéndole que le quiero y que voy a morir.
- Que típico
- La vida es un cliché, ¿qué te esperabas?
Antes de que me pudiera responder, noté como el avión subía. Empecé a ponerme más nerviosa, a hiperventilar
- No, no, no puede ser. Vamos a morir ¡no quiero morir tan joven joder! Aún no he teñido hijos ni me he casado en ninguna isla paradisiaca. Joder, no puedo, no puedo morir. Que no joder, no, no, no. ¡Vamos a morir! - dije chillando, había perdido todo el control sobre mí misma y los nervios se habían apoderado de mi, no sabía ni que estaba diciendo- ¡Arthur vamos a morir? - chille girándome hacia él - ¡Piloto, pare el avión o moriremos todos!
Estaba totalmente desquiciada. De repente unas manos me hicieron girar la cara bruscamente hacia Arthur, este tomo mi cara y me besó. Si ya estaba paralizada, ahora más aún.

Me separé en seguida pero no pude reaccionar, en otro caso su mejilla ya se habría quedado más roja que un tomate.
- ¿Qu-ue ha sido eso? - pregunté aún en shock
- No te callabas y estabas empezando a ponerme nervioso a mí también.

Fruncí el ceño y a continuación mire por la ventana, ya estábamos flotando en el aire. Pues va ser que lo del beso sí que ha funcionado, por lo menos me mantuvo distraída.

Miré por la ventana... Era todo tan bonito. Las nubes parecían algodón de azúcar (y ya sabéis como me encanta el algodón de azúcar). Cuando me volví a girar hacia Arthur, se había quedado totalmente dormido. Por unos momentos tuve pensamientos malignos sobre pintarle cosas en la frente. Pero luego me controle; al fin y al cabo el me había salvado la vida.

Coloqué mis cascos y empezó a sonar la canción I'm your's.

Vi a todo el mundo levantarse, miré por la ventana y vi que habíamos aterrizado, rápidamente desperté de un trompicón a Arthur. Este despertó sobresaltado y gruñó.

Salimos del aeropuerto, y un Mercedes negro salió a recogernos.

Nos llevó hasta el centro de Los Ángeles; a una gran Casa Blanca a la orilla del mar. Mis ojos se abrieron como platos, esa familia debía tener dinero por arriba de la cabeza.

El chofer abrió mi puerta y cargó la maleta hasta el recibidor, yo solo respondí con un tímido "gracias".

Nada más abrir la puerta salió la sra.Smith, con una de sus habituales sonrisas. Arthur entró rápidamente y desapareció en una de las habitaciones blancas. Yo me quedé sin saber qué hacer, ni a dónde ir. Parece ser que la señora Smith leyó mis pensamientos, que inmediatamente dijo:
- Arthy - al ver que no daba respuestas, gritó más fuerte - ¡Arthy! - chilló con voz aguda.
Se oyó un fuerte gruñido proveniente del piso de arriba. Entonces bajo Arthur sin camisa y con el pelo alborotado.
-Arthy - dijo con tono agudo
- He dicho que me llames Arthur mamá - replicó él molesto.
Yo estaba aguantándome la risa, por respeto a la señora, per cuando estuviéramos solos no dejaría de decírselo.
- Como sea, enséñale a Carly nuestra casa y su habitación.
- ¿Y no puede verla ella solita? - dijo molesto.
Casi que hasta yo lo prefería, antes de ir con él lo que sea.
- No, Arthy... Quiero decir Arthur - corrigió rápidamente - tenemos una invitada, anda ve y enséñaselo - respondió y se fue con una sonrisa triunfante.
Al segundo de que se fuera, Arthur giró sobre sus talones y subió decididamente los escalones.
- ¿A dónde vas? ¿No tenías que enseñarme la casa?
- Apáñatelas.

Este chico cada vez me caía peor, me sacaba de mis casillas. Es como un grano en el culo, pero no uno cualquiera. Este es grande, rojo y con pus.

Subo las escaleras, y tras abrir varias puertas equivocadas, por fin abro una que parece ser la mía. Enseguida me instalo y me resulta muy acogedora.

Las paredes están pintadas de un azul turquesa muy suave y los muebles blancos combinan a la perfección. Lo mejor de todo son las vistas que tiene; a la playa. Tenía un agua cristalina y muy apetecible, no tardaría en bajar y darme un baño. Y así lo hice.

Cogí mi bañador y una toalla, y baje a la pequeña playa. No tuve que andar mucho puesto que la playa estaba a dos palmos de la casa.

Sin pensarlo dos veces me lancé al agua. Sí, era cristalina y todo lo que tú quieras, pero estaba congelada. Me sumergí más adentro y comencé a bucear; pude ver peces de miles de colores. Aquello era realmente extraordinario.

Cada vez me metía más profundo y más para dentro. El agua me llevaba y yo me dejaba llevar. Cuando me quise dar cuenta, la arena estaba bastante lejos de mi. Intenté nadar hacia ella pero la corriente me lo impedía. Me estaba empezando a faltar el aire y notaba como me estaba uniendo. El miedo se apoderó de mí, y sentí cómo caía hacia lo más profundo del mar...

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