1. Vacaciones; vida nueva

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"Y lloré tanto que llené mares y océanos"

Cada vez que veía a Héctor y me recordaba un fuerte dolor aparecía en mi pecho y amenazaba con no irse nunca.

Todo fue un infierno hasta fin de curso. Y cuando digo todo, es todo.

Mis amigas se separaron y muchas dejaron de serlo. Mi madre se veía ocupada con su nuevo trabajo y las pocas amigas que me quedaban tenían todas novio, así que yo siempre era la sujeta velas.

Y ya ni hablar del tema amoroso, eso ya era un completo desastre, desde que ocurrió todo eso no he vuelto a salir con nadie, es más, ni siquiera me lo he planteado.

Por muy triste que suene (yo lo llamo realismo) el amor no existe. Todas esas promesas, y bla bla bla son mentiras o simples apuestas. Yo ya no creo en le amor, además, ¿para qué sirve? ¿Para qué te rompan el corazón? No, gracias.

Decidí dar un brusco giro a mi vida; me tinté el pelo a marrón. Sé que puede parecer una tontería, pero para mí era mucho. Nunca había cambiado mi pelo. Esto suponía una nueva era. Pero en seguida me cansé y volví a tintármelo del rubio natural que siempre he tenido.

El verano estaba ya a la vuelta de la esquina. Tan solo quedaban dos días escolares y por fin; sería libre.

Este verano no sabía muy bien que iba a hacer, puesto a que mi madre no estaba en casa prácticamente y que todos mis amigos ya tenían planes. Mi verano iba a ser el siguiente; aburrirme en casa.

Pero tenía ganas de que llegara el verano. Porque dicen que es sinónimo de felicidad, ¿no?

Llegué a mi casa y subí las escaleras decididamente. Descargué todo el peso de mi mochila y me dispuse a bajar a merendar.

Abrí la nevera, pero para mí buena suerte (ironía) no había nada comestible (bueno, si tu encuentras comestible: un bote de ketchup, lechuga y sardinas en lata, llámame). Por suerte encontré algo de masa preparada, siempre he odiado estas cosas, pero no había otra opción, y la lechuga me guiñaba un ojo.

Hice unas cuantas tortitas, las primeras salieron deforme. Pero las segundas... Las segundas también, a quien voy a engañar. Por suerte eran comestibles.

A mis espaldas oí un ruido; era madera crujir, como si alguien ese hubiera pegado un golpe. Enseguida me volví y agarré un cuchillo jamonero. Y apunté al centro mientras caminaba hacia el salón.

Me quedé en shock cuando vi a un chico, de unos años más mayor que yo, mirando una foto donde salimos mi madre y yo.

Vale, ahora sí que estaba verdaderamente asustada. Apretaba el cuchillo con más fuerza, y no tenía miedo de usarlo.

El notó mi disposición que comenzó a hablar rápido e inquieto - Hola, esto... No te asustes, yo soy el hijo de una amiga de tu madre.
- ¿Qué pretendes que me lo crea? Vete a otra con ese cuento, todos los psicópatas usáis el mismo truco. Te ha faltado lo de decir: "Venga nena que tengo un caramelito en el coche" - dije sería mirándole desafiante
El soltó una carcajada y levantó las manos en forma de derrota.
- No soy ningún psicópata ni pederasta, te estoy diciendo la verdad. A parte si fuera pederasta me habría cogido a una víctima un poco más guapa - dijo con una sonrisa burlona, yo fruncí el ceño - Tú madre me invitó porque quería que hablásemos.
- Pero... - antes de que pudiera terminar se oyó abrirse una cerradura.

Entró mi madre con una gran sonrisa.
- Que bien que estéis aquí, ¿ya habréis hablado, no? - a continuación de dio cuenta de lo que sujetaba entre mis manos - ¡Carla Dios mío que haces con eso! ¿Arthur estás bien? - chilló mi madre abrazándolo.
- No mamá, no es lo que parece. Este tipo entró sin llamar y yo creía que era un ladrón.
Mi madre asintió con la cabeza y empezó a arreglar los sofás con nerviosismo.
- ¿Quién viene? - pregunté curiosa
- Mi madre - respondió él con cara de pocos amigos.
- Sí Carly, se quedaran a cenar - Oh no, esta noche no me apetecía nada. Tendría que estar con esa gente a la que ni siquiera conozco.

Mi madre se adentró a la cocina y unos minutos después chilló pidiendo mi ayuda. Yo fui hasta ella y me la encontré cocinando canelones. Preparados como no... Porque con una lechuga poco hacemos.

- Carly, sé que este no es el mejor plan para esta noche - y tanto que no mamá - pero los Smith son buena gente. Mery es mi amiga desde que íbamos a la guardería. Y él es su hijo Arthur, tiene dos años más que tú pero estoy segura de que os llevaréis bien. Ahora cambia esa cara y sonríe un poco, que no te viene mal - sonreí falsamente y salí de la cocina.

Encontrándome con una señora más o menos de la edad de mi madre; rubia y alta y bastante delgada. Estaba muy bien para su edad. Cuando me vio sonrío y se acercó para darme dos besos, yo accedí gratamente.
- Ay pequeña Carly... ¡Qué mayor estás! La última vez que te vi eras un bebé, y Arthur tan solo tenía tres años... Qué recuerdos, seguro que no te acordarás - dijo con un tono triste
- Eh... Yo... No, lo siento.
- Tranquila, es normal - dijo dándome una sonrisa de tranquilidad.

La cena comenzó y se podía notar la tensión que había entre Arthur y yo, puesto a que no habíamos hablado en toda la cena.
Mi madre empezó ha hablar de las vacaciones, y por alguna extraña razón no paraba de mirarme a mí. A continuación ocurrió algo que me dejó helada.
- Carla... Tú madre y yo hemos pensado que como agua tendrá que trabajar mucho y no tendrá tiempo para ti... Hemos hablado de que te vengas a pasar el verano con nosotros, a nuestra casa de California. ¿No te parece genial? - dijo entusiasmada.

Yo en ese momento estaba en shock, no sabía qué decir... Mudarme, lejos de todo... Bueno tampoco tenía mucho que perder. California es bonito... Y no me vendría mal. Pero la parte que no me gusta es ese tal Arthur... Tener que convivir un verano con él... El mismo infierno.

- Da igual si no quieres, ya está todo arreglado, nuestro avión sale mañana, por lo tanto no asistirás al colegio - mandó Arthur.

No sé qué hacía ese chico pero cada vez lo soportaba menos.

Va a ser un verano largo... Más me vale contar estrellas para no aburrirme. O para calmarme...

Contando estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora