9. Tú eres mi estrella

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Me despedí con la mano de Jacob, dejando a tras la heladería. Este chico me había caído muy bien, por lo menos me había sacado unas cuantas sonrisas. Y hacerme olvidar por un momento el lío de Arthur y esa tal Summer.
Pero ahora queda lo peor; enfrentar a Arthur. A un Arthur seguramente enfadado.
Y eso es peor que el propio infierno.
No había vuelto ha hablar con él desde que pillé en un momento "incómodo" a él y a su novia. O lo que quiera que sea, tampoco es que me importe mucho.

Abro la puerta y gritó un seco "Ya estoy". Y al segundo me arrepiento ya que la casa es gigante y probablemente por mucho que grite nadie me escuchará.

Subí cansada a mi habitación. Deseando no encontrarme a nadie en el pasillo. En concreto a una persona; Arthur.
Gracias a mi buena suerte (nótese la ironía) mientras caminaba por el pasillo, una puerta se oyó abrirse otra. Justamente la de Arthur.
Mostrando a un Arthur sin camiseta y solo con unos bóxers.
Un Arthur con el pelo despeinado.
Un Arthur recién levantado.
Uno muy sexy.

No me miréis mal, a parte de todo también soy persona. Tengo ojos. Por mucho que me lleve mal, no estoy ciega. Y por lo visto mis hormonas tampoco lo son, porque están empezando a revolverse inquietas y nerviosas.

Él se percata de mi presencia y sin darme tiempo a reaccionar me agarra del brazo fuertemente y me mete dentro de su habitación. A continuación cierra bruscamente la puerta tras de sí y me acorrala tras la pared casi sin dejarme respirar.
Me está intimidando, y eso es lo que él quiere. Por eso intento acordarme de cómo respirar y parecer lo más tranquila posible. Aunque por dentro este muriéndome, y cada vez acerque más su boca a mi cuello. Y pueda notar su respiración contra mil piel.
Erizando mi bello.

Va trazando un camino de besos desde mi clavícula hasta mi mandíbula. Suave, lento y muy sensual. Siento como me falta el aire cuando sus labios amenazan con rozar los míos. Una ola de emociones me inunda por dentro. De repente siento como si la habitación hubiera subido veinte grados de temperatura. Cuando éste lame y mordisquea el lóbulo de mi oreja gimo avergonzada. Está sacando lo peor de mi. Ahora mismo me tiene a su merced, y eso él lo sabe. Y lo está aprovechando al máximo. Antes de subir de nuevo a mi boca se detiene en mi cuello. Dejando un chupetón bien marcado.

No sé a qué se debe todo esto. Solo sé que ahora mismo estoy perdiendo el control. Y lo peor de todo; no puedo recuperarlo.

Sus labios se acercan peligrosamente a los míos. Rozándolos sin compasión, sabiendo que eso me provocaba miles de escalofríos y satura a mi auto control. Mientras su mano descansaba en mi cintura. En estos momentos no sabía lo que estaba ocurriendo. Por mi mente pasaban miles de cosas, pensamientos, emociones, ideas... Pero ninguna podía llevar acabo, porque cada vez sentía más cerca la boca de Arthur.
Arthur.
No Héctor.
Arthur.
Oh no, esto no está yendo bien.
Hago amago de apartarme pero él me sujeta más fuerte. De repente todas mis ideas se aclaran y lo veo todo mucho más claro. Tengo que parar esto, antes de que sea demasiado tarde.
Se da cuenta de mi intención y se apresura a susurrar contra mis labios.
- Antes... Me he quedado a medias con Summer... ¿Tú crees que puedes reemplazarla hasta que termine? - susurró con un tono meloso mientras agarraba más fuerte mi cintura atrayéndome hacia el. Y una vez más, dejándome sin respiración. Puedo notar su cálido aliento chocar contra mi.
Mi pulso iba a mil por hora y mi corazón hacia amago de salirse de mi pecho. Tenía a Héctor tan cerca... ¡Mierda, no es Héctor! Es Arthur. Una lágrima cae junto a los recuerdos de él. Cada imagen, cada beso, cada abrazo, cada vez que me hacia sentir así... Como en estos momentos estaba haciendo Arthur.
Él lo nota, y enseguida se aparta y me da unos pañuelos. Puedo notar en su mirada una de remordimiento junto a una pizca de lujuria.
- ¿Estás bien? Yo...No quería...
- Sólo... Olvídalo.
Salgo corriendo de la habitación dejando a un Arthur confuso, y con razones. Las lágrimas caen amenazantes de hacer un mar. Corro hacia mi blanco cuarto y me encierro tras el. No oí nada más. La voz de Arthur no sonó. Por una parte, mi parte masoquista, quería que Arthur corriera hasta mi y poder abrazarle. Necesitaba un abrazo en ese momento, y más si se trata de uno de Arthur. Mientras me estrecha con fuerza a su pecho, flexionando sus perfectos músculos haciéndome sentir cómoda. ¿Pero qué estoy diciendo? Si es Arthur el imbécil, el que va de chulo, el que me intimida y el que me acelera el pulso a cien. Y el que, por mucho que me cueste admitirlo, tiene unos abdominales muy sexys.

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