Capítulo tres

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Juguetea con sus dedos nerviosamente mientras comienza a tartamudear.

-Yo.. bueno... yo... verás es que...

-¿Qué pasa? Estás muy rara Chelsie...

Ella me mira directamente a los ojos.

Es extraño, ella es extraña.

Tan solo la he dejado sola unos minutos.

En ese tiempo ha tenido que pasar algo para que se comporte así.

¿Los monstruos le habrám hecho algo?

-Es que quería decirte algo...- se queda callada y suspira.

Y en un parpadeo sus labios están sobre los míos.

¿Y qué se supone que tengo que hacer ahora?

Muerde. Come. Alimenta. Sangre.

Obedezco.

Del labio de Chelsie sale sangre.

Sangre cálida y dulce.

Más dulce que cualquiera que haya probado.

Pero esto está mal.

Nos hemos salido del guión.

Chelsie no debería hacer esto.

¡Ella no tendría que parecerse tanto a Rosa, maldita sea!

Su forma de ser es la misma.

Su aspecto, idéntico.

Su voz demasiado parecida.

Su fragancia es igual.

Sus labios tienen la misma forma.

Y su sangre es tan dulce como la de ella.

Y eso me confunde.

Y yo no debería estar confundido.

Aliméntanos. Tienes que hacerlo. Es tu deber.

Susurra esa voz a la que tanto odio le tengo.

Quédatela. Ella es tuya y su sangre también.

Los monatruos gruñen.

Tenemos hambre, queremos comida. Queremos sangre.

Y para cuando me quiero dar cuenta, estamos en mi habitación.

Con la ropa por el suelo.

Con los monstruos satisfechos.

Con los susurros en mi oído.

Con su sangre en mis labios.

Y con las rosas en el jarrón.

RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora