Capítulo seis

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Miro la rosa.

La única rosa en el rosal.

Toco la tierra húmeda de la maceta.

Y de nuevo, miro la rosa.

La miro sin verla.

Aun no ha florecido.

-¿Qué hacemos con ella?- pregunta Chelsie

-Debemos deshacernos de las pruebas.

-No había ningún testigo y todas las cámaras que pudieron grabarnos están en el contenedor, junto con las cintas.

-¿Borraste las huellas?

-Dudo que quede alguna si el local está ardiendo en llamas.

Miro a la florista tumbada en el suelo.

Sus ojos siguen abiertos, de par en par, mirándonos acusatoriamente.

En sus pálidas mejillas, salpicadas de sangre, solo quedan los restos de unos holluelos que se formaron con la última sonrisa que nos dedicó y el último grito de socorro.

Mientras, el cuchillo se alza victorioso en su plano vientre, manchando sus alegres ropajes de un rojizo oscuro.

Me asomo por la ventana y miro la floristería.

Las altas llamas iluminan hasta la última sombra.

Las rosas, en su interior, gritan desesperadas pidiendo ayuda.

Pero no pueden ser rescatadas pues ya están muertas.

Los bomberos siguen intentando ahogar el fuego.

Los policías comunican a la familia el desgraciado accidente, y que ya es tarde para entrar y rescatar a la mujer.

-¿Por qué no la hemos dejado ahí dentro? La policía hubiera encontrado sus restos carbonizados y habrían deducido que es un accidente.

-Entonces habrían encontrado en el cadáver señales de violencia, una fractura en la cabeza y la herida del cuchillo. Es mejor que esté desaparecida a muerta. Si no hay cuerpo, no hay asesinato.

Ella me dio la razón.

De repente sentí un cosquilleo en la espina dorsal y algo frío enroscarse en mi cuello.

Los siseos no tardaron en aparecer.

-Bien hecho. Buen trabajo.

Murmuro algo entre dientes.

Algo que él no puede escuchar.

-¿Qué pasa Derek? ¿Sigues resentido por lo de aquella vez?

-Cállate Marley.

Él sisea.

Maldita serpiente.

-Los monstruos tienen hambre. Necesitan alimentos. No los puedes hacer esperar así.

Miro a Chelsie. Ella está distraída en la tele.

El cuerpo inerte de la florista permanece en el suelo, la sangre resbalando por su piel.

-¿Piensas ignorar tan delicioso manjar?

La verdad es que se ve apetecible.

Tan dulce y amarga a la vez.

-¿Pero a qué esperas chico? ¿Necesitas una invitación?

Sacudo la cabeza.

-Hay que deshacerse del cuerpo. No es momento de comer. No ahora

Él sisea de nuevo para después desenroscarse de mi cuello e irse por donde ha venido.

Es extraño que se haya dado por vencido tan fácilmente, suele ser más insistente.

-Chelsie- la llamo, ella me mira- Debemos deshacernos del cuerpo.

-Pero los policías siguen abajo. Levantaremos sospechas.

-Vivimos justo en frente de la floristería. Vendrán aquí. Nos preguntaran si hemos visto algo extraño. Verán el cuerpo y la sangre en el suelo. Y si son observadores, notarán rastros de sangre que quizá haya en el portal.

-No hay rastros. Me ocupé de limpiar todo. Es imposible que nos pillen.

De repente tocan la puerta.

Ya están aquí.
 

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