Capítulo cinco

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La euforia me mata.

Me envuelve, me habla, me enloquece.

-Son las rosas amor, las delicadas y suaves rosas.

Ellos ríen.

Piensa que soy idiota.

Que he perdido la cabeza por unas flores.

Que Rosa me ha hecho enloquecer.

Pero, ¿qué sabrán ellos de amor?

¿Qué saben ellos de mí?

Lo único que hacen es confundirme, odiarme, causarme dolor.

-Son las rosas amor, las delicadas y suaves rosas.

Ríen más fuerte.

Quieren acabar conmigo.

-¿Por qué Rosa? ¿Por qué haces esto con lo que yo te quiero?- pregunto a la nada

Ya no sé quién habla y quién deja de hablar.

Ya no sé si los cadáveres de rosa son los que quemo o los que me ven llorar.

¿Qué ha pasado?

¿Qué he hecho?

Y despierto.

Chelsie me mira.

No entiendo.

¿Dónde estoy?

¿Dónde está Rosa?

Ella llora.

Pero no es la víctima, no debería llorar.

Entonces, ¿quién es la víctima?

Todos ríen.

Ríen mientras lloran.

¿Lloran de la risa o ríen de las lágrimas?

No entiendo, no entiendo.

-Son las rosas amor, las delicadas y suaves rosas.

¿Pero quién habla?

¿Eres tú euforia?

¿Ya has decidido acabar conmigo?

-¡Derek! ¿Que te pasa? ¡Me estás asustando!

Miro a mi alrededor.

Estoy en el dormitorio.

Y las rosas están muertas.

Aplastadas en mis manos.

Cubiertas de una sangre que se confunde en sus pétalos.

Pero no las he matado.

Venían muertas, sin vida.

-¡Derek!- exclama Chelsie

-Estoy bien, estoy bien

-¡No! ¡No estás bien!

Se separa de mí y me deja en el suelo.

Llora más fuerte.

No entiendo, no entiendo.

Ellos ríen y repiten las mismas palabras.

¿Qué pasa?

-¿Por qué me asustas así?- La oigo murmurar

Me levanto rápidamente y sacudo en un gesto tonto la cabeza.

Todo vuelve a ser normal.

Recojo las rosas y se las doy a Chelsie.

Ellas las recibe dudativa.

-Iremos a por rosas. Rosas vivas.

-¿Quieres más rosas?

-Necesito más rosas

Ella tan solo asiente, como si ya supiera de antemano lo que le iba a decir.

Como si comprendiera mi obsesión hacia esas flores.

Y tal vez lo sepa.

Tal vez lo sabía desde el principio.




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