Capítulo diez

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Abro los ojos.

Estoy de vuelta a la realidad.

Creo.

Me levanto del suelo, intentando no resbalar con la sangre.

Ni siquiera recuerdo como salió de mí.

Pero ahí está, burlándose de mí.

Anclándome a las pegajosas losas.

Irritándome con el ruido de mis suelas al despegarse.

Limpio el desastre.

Los monstruos vitorean, felices.

Para no estarlo después del festín.

Voy hacia la habitación, donde está Chelsie.

Sigue dormida, tan plácidamente.

Ajena a todo, la pobre.

Y de repente, abre los ojos.

Unos ojos tan verdes como el tallo de una rosa.

Frunce el ceño.

Luego mira mi ropa manchada de sangre.

Creo que se preocupa.

-¡Dios mío! ¿Pero qué te ha pasado?

Se levanta y empieza a inspeccionarme.

Como si fuera doctora.

Como si de haber sabido lo que me pasa pudiera curarlo.

Me coge la mano y observa mi muñeca.

O mas bien, las heridas abiertas que resaltan con orgullo.

-¿Cómo te has hecho esto?

Me encojo de hombros.

¿Qué se supone que debo responder?

-¡Eres idiota!- grita y llora.

Ni siquiera sé por qué hace eso.

¿Le duele algo?

¿Está triste?

Aunque la verdad, no me importa.

Simplemente la abrazo para que se calle.

Y ella deja de llorar.

Y se ríe.

¿Estará loca?

Seguro que sí.

Pero, ¿qué más da?

De todos modos, tan solo quedan unas semanas.

Quizá un mes.

Chelsie se aparta de mí, decepcionada.

Y me arrastra con ella a la habitación del silencio.

La abre, de un empujón.

Como si la puerta fuera lo más frágil del mundo.

Se apoya en el congelador y llora, de nuevo.

Murmura cosas.

Está enfadada.

Dice que no aguanta más.

Que me odia.

Que tendré mi venganza.

Aunque me siga queriendo.

Y yo no entiendo.

Pero me da igual.

Luego se separa del lecho de Rosa.

Mi amada Rosa.

Y me mira con odio.

Empieza a gritar.

Joder, está loca.

Ahora dice que debo quererla.

Porque si no la quiero nada saldrá bien.

Grita algo de las rosas.

Mis rosas.

Preciadas y queridas rosas.

Y entonces recuerdo que ella me traía sus cadáveres.

Que ella es mala.

Que debe morir.

Y entonces se calla.

Me mira y sonríe.

Me da una rosa.

Una viva.

Ni siquiera sé de dónde la ha sacado.

Me la acerco a la nariz.

Ella sonríe más.

Dice que se va a dormir.

Que esté tranquilo, que lo voy a olvidar.

Y se va.

Y lo olvido.

RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora