Capítulo uno

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Los insistentes golpes no se detienen.

Me levanto del sofá y me dirijo hacia la puerta.

La abro encontrándome a Chelsie al otro lado.

Ella ensancha su sonrisa.

Entonces me doy cuenta de que tiene las manos en la espalda, ocultando algo de mi vista.

-¿Qué traes ahí?- pregunto curioso.

Intento echarle un vistazo al objeto pero ella se desliza hacia un lado.

Y sin ser invitada, entra en mi apartamento.

Cierro la puerta y me giro.

Ella está sentada en mi sofá, con las piernas cruzadas y un puñado de rosas entre las manos.

Cojo las flores sin pensármelo dos veces.

-Supuse que las de la semana pasada ya se te había marchitado, así que te traje unas cuantas.

Aspiro su aroma.

Ese aroma tan característico a rosa.

Las coloco en el jarrón, en un lugar donde le de la luz.

Se van a marchitar. Ya lo verás. Acabarán muerta, como todas las demás.

No, estás no morirán. Lo sé, lo presiento.

Empiezan a reír.

Yo simplemente ignoro las voces.

He empezado a aborrecerlas.

Siento que en cualquier momento me volverán completamente loco.

Y un loco no puede tener rosas.

Un loco ni siquiera debería estar pensando en rosas.

Me giro para mirar a Chelsie.

Sigue sentada en el sofá.

Escucho un ruido en el pasillo.
Los monstruos han despertado.

Seguramente tendrán hambre, pero no puedo alimentarlos ahora.

Esas cosas rodean a Chelsie.

Juegan con su pelo, atrapando mechones pelirrojos y moviéndolos de un lado a otro.

Ella no se da cuenta.

Seguramente no los verá.

Uno de ellos saca los colmillos.

Se acerca a su cuello, la va a morder.

Sus colmillos se posan sobre su piel.

Me acerco a ella y la cojo de la mano para luego levantarla de un salto.

Los monstruos caen al sofá.

Chelsie se balancea un poco pero enseguida recupera el equilibrio.

Sin soltarla la arrastro hacia la puerta, y en cuanto estamos fuera, cierro de un portazo.

Los monstruos chocan contra la madera y comienzan a arañarla mientras gruñen y se lamentan.

-¿Pero que mosca te ha picado?- pregunta confusa

-Nada... Solo vámonos ya.

Ella se encoje de hombros restándole importancia y le da al botón del ascensor.

Por un pelo...

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