Capítulo 3

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Mi padre saca mi bolsa del maletero y se encamina hacia la casa con las llaves en la mano. Anna y mi madre salen del coche, aunque se giran al ver que yo no las sigo.

-Venga, Elsa.- dice mi madre con voz impaciente.

Empujo la puerta con fuerza, y luego más fuerte todavía, pero no ocurre nada. Miro a mi madre y el estómago se me contrae al ver que su cara coincide con su voz.

Entonces Anna abre desde fuera y me indica:

-Tira hacia abajo de esta manija del interior, y luego empuja para abrir ¿de acuerdo?

Cierra la puerta de nuevo, y yo agarro la manija y hago lo que me ha dicho. La puerta se abre y yo salgo, contenta de estirar las piernas después de un largo viaje en coche. Una hora se ha convertido en tre por los desvíos y atascos, y mi madre se ha irritado más con cada hora que pasaba.

-Mira, 4.4 solo porque no se aclara con una puerta. Este va a ser un trabajo duro.- comenta, cogiéndome la muñeca.

Yo quiero protestar, decir que es injusto, que no se trata de la puerta sino de cómo te sientes ante ella, pero no sé que debería o no debería decir. Así que no abro la boca y me muerdo la parte interior de la mejilla con fuerza.

Anna me pasa un brazo por los hombros mientras mi madre sigue a mi padre al interior de la casa.

-Mamá no hablaba en serio. Está enojada porque vamos a cenar tarde en tu primer día en casa. Además, nunca habías estado en un coche, ¿verdad? ¿Cómo ibas a saberlo?

Hace una pausa y yo vuelvo a no saber qué decir, pero esta vez se debe a que Anna está siendo amable. De modo que intento sonreír, ofrecer una sonrisa que, aunque pequeñita, es real.

Anna me devuelve la sonrisa, que es mucho más grande que la mía.

-¿Echamos un vistazo por aquí antes de entrar?- me pregunta.

Donde está aparcado el coche, a la derecha de la casa, hay piedrecitas que crujen y se mueven bajo los pies al andar. Un cuadro de césped cubre el jardín delantero, que tiene un árbol gigantesco- ¿un roble?- a la izquierda.

Sus hojas son amarillas, naranja y rojo; algunas están por el suelo al pie del tronco. <Las hojas caen en otoño>, me recuerdo mentalmente, y ¿a qué estamos? A 13 de septiembre. Hay unas pocas flores rojas y rosas a ambos lados de la puerta principal, con pétalos por el suelo. Y, por todos lados, mucho espacio. Esto resulta muy silencioso después del hospital y de Londres. Me quedo plantada sobre el césped y aspiro profundamente el aire fresco. Sabe a húmedo, a lleno de vida y al final de la vida, como esas hojas caídas.

-¿Entramos?- me pregunta Anna, y yo la sigo hasta el vestíbulo.

Comunica con una habitación con sofás, lámparas y mesas. Una enorme pantalla plana de color negro domina una de las paredes. ¿Un televisor? Es muchísimo más grande que el que teníamos en la sala de ocio del hospital, al que no me dejaron acercarme después de la primera vez. Ver la tele empeoró mis pesadillas.

Esta habitación conduce otra: hay largas superficies de trabajo, con armarios arriba y abajo. Y un horno gigantesco ante el que mi madre está inclinándose en este preciso momento para meter una cazuela.

-Ve a tu cuarto a deshacer el equipaje antes de la cena, Elsa.-me ordena, y yo me sobresalto.

Anna me coge de la mano.

-Por aquí.- dice, y tira de mí hacia el vestíbulo.

Yo la sigo escaleras arriba, con un pasillo con tres puertas y más escaleras.

Sin Memoria/ Reiniciados1 (AU Hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora