Capítulo 2

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El <Procesamiento> no supone gran cosa. Me escanean, fotografían y pesan y me toman las huellas digitales.

Lo complicado suele ser la <Liberación>. La enfermera me explica de camino que debo saludar a mis padres, que ellos firmarán algunos papeles para decir que ahora somos una gran familia maravillosa, y que luego nos marcharemos juntos para ser felices y comer perdices. Por supuesto, yo veo un problema de inmediato: ¿y si me echan una ojeada y se niegan a firmar? ¿Qué pasaría entonces?

-¡Ponte derecha! Y sonríe.- añade en un susurro y me empuja por una puerta.

Me pego una gran sonrisa en la cara, convencida de que no servirá para pasar de asustada y abatida a angelical y feliz; más bien, a demente.

Me quedo en el umbral, y ahí están. Casi esperaba verlos colocados como en la foto, vestidos igual, pero todos llevan ropas diferentes, están en distinta posición; son demasiados de una vez, amenazan con arrollarme y mandarme al rojo, incluso con el jugo feliz todavía recorriendo mis venas. Oigo la aburrida voz de la profesora repitiendo lo mismo una y otra vez, como si estuviera plantada a mi lado: <Una cosa después de la otra, Elsa>.

Me concentro en los ojos y dejo el resto para después. Los de mi padre son grises, indescifrables; los marrón claro y levemente moteados de mi madre resultan impacientes y me recuerdan a los de la doctora Lysander, como si no se le escapara nada. Y después están los de mi hermana: enormes ojos verdes azulados, me miran con curiosidad encajados en una brillante piel blanca moteada de pecas.

Los tres están sentados frente a un hombre. Todos los ojos están sobre mí, aunque nadie dice nada. Mi sonrisa se me antoja cada vez más algo antinatural, como un animal muerto que ahora está pegado en mi cara.

Entonces mi padre se levanta de un salto.

-Elsa, estamos encantados de darte la bienvenida a nuestra familia.

Sonríe, me coge una mano y me besa en la mejilla, pinchándome un poco con la barba. Su sonrisa es cálida y auténtica.

Luego se acercan también mi madre y Anna; los tres son más altos que yo, con mi insignificante metro cincuenta y cinco. Anna pasa un brazo por el mío y me acaricia el pelo.

-Qué color tan bonito, es como la cabellera de la nieve. ¡Y qué suave!

Y entonces mi madre sonríe también, pero su sonrisa es más como la mía.

El hombre sentado a la mesa carraspea y revuelve unos papeles.

-Firmas, por favor.

Mis padres firman donde el hombre les señala y luego papá me da el bolígrafo.

-Firma aquí, Elsa.- dice el hombre, señalando una línea en blanco al final de un largo documento, debajo de la cual pone <Elsa Arendelle>.

-¿Qué es esto?- le pregunto antes de <pensar antes de hablar>, como siempre me repite la doctora Lysander.

El hombre arquea las cejas y su rostro refleja primero sorpresa y después irritación.

-Liberación estándar de un tratamiento bajo mandato a sentencia externa. Firma.

-¿Puedo leerlo primero?- digo; cierta parte tozuda dice que siga mientras otra me susurra <mala idea>.

El tipo rueda los ojos y suspira.

-Sí. Puedes. Preparense todos a esperar mientras la señorita Arendelle ejerce sus derechos legales.

Lo hojeo rápidamente, pero son doce páginas de texto largo y apretado que nada ante mis ojos, y el corazón empieza a latirme muy deprisa de nuevo.

Sin Memoria/ Reiniciados1 (AU Hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora