Confesiones

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Odiaba trabajar hasta tarde, de verdad lo detestaba, no soportaba hacer horas de más. Prefería trabajar su horario normal sin recibir pago extra, el dinero era lo que menos le importaba. Pero lo que más odiaba era trabajar más tiempo del debido por culpa de la ineptitud de otros. Vamos, a quién se le ocurre intentar hacer un postre a base de pasta, arroz, huevo, soya y salsa picante. A sí, sólo puede pasar por la mente del enano. Que hiciera sus inventos raros era lo de menos, pero que se metiera a su espació para prepararlos era otra historia. Para empezar, ¿Qué hacía él en la cocina si su trabajo es atender a los comensales? Al final, ambos fueron regañados y tuvo que ayudarlo a limpiar todo el desastre que había hecho.

Tocó el botón del elevador y las puertas se abrieron. Entró con pesadez, apretó el botón de su piso y se quitó sus audífonos. Sólo esperaba llegar a la comodidad de su cama y olvidar el horrible día que había tenido.

— ¡Espera! — Escucho gritar y una mano impidió que las puertas se cerraran por completo — Uff... por poco y no llego — Entró su vecino de cabello negro, piel bronceada y una mirada que le desagradaba — Oh... Buenas noches anteojos-kun — Habló al verlo

Molesto por cómo le llamo prefirió no contestar pero hizo una pequeña reverencia a modo de saludo. Para evitar conversaciones incómodas volvió a ponerse los audífonos mientras su vecino que recargaba en el elevador. A pesar de no escuchar otra cosa más que su música, podía sentir claramente unos ojos sobre él. Dirigió su vista en la puerta y percibió por el reflejo del metal esos ojos felinos. Un poco incómodo subió la vista. Sólo faltaban tres pisos, el recorrido del pasillo y se habría desecho de ese delincuente mal vestido.

A sólo un piso de llegar, las luces se apagaron y el elevador se detuvo de golpe — Vaya... Un apagón — Logró escuchar a través de su música. Fastidiado se colocó de nuevo los audífonos en el cuello. En esos momentos necesitaba de todos sus sentidos — Perfecto

— No te preocupes, el edificio tiene energía de reserva. Dentro de poco... — Las luces de emergencia se prendieron — ¿Lo ves?

Tsukki volteó y le regaló una falsa sonrisa — Gracias por el dato — Se dio la vuelta y espero a que el elevador subiera el piso faltante, nada. Tocó el botón una vez, de nuevo nada. Volvió a tocarlo otra vez pero con más insistencia y para su desgracia, nada.

— Al parecer se atascó — De nuevo habló su acompañante mientras se sentaba en el piso — Tal vez un corto o algo parecido

El que dijera eso no le ayudaba en nada, suspiro discretamente para tranquilizarse y se puso a pensar en alguna solución.

— Vamos anteojos-kun — Habló sin preocupación — No hay nada por hacer, es la una de la madrugada

— Claro que se puede hacer algo — Tomó con molestia su teléfono, marco un número pero no escucho sonido alguno, miró la pantalla y el símbolo de "sin señal" le pareció más grande de lo habitual

— Jajaja — Rio — ¿Lo ves? No hay señal... y aún si hubiera, ya es muy noche. No lo arreglarán hasta mañana. Así que — Dio pequeñas palmadas en el suelo a su lado — Hagamos este momento más cómodo

— Gracias pero aquí estoy bien

— Si tú lo dices — Saco de su mochila un videojuego portátil y procedió a jugarlo — Que suerte que se lo quité a Kenma a escondidas

Mientras escuchaba el sonido del videojuego, siguió esperando. Un minuto, dos, cinco, diez, trece... los trece minutos más largos de su vida. Resignado se sentó apartado de su acompañante.

Confesiones En El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora