Conjeturas

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—Muy bien, Hana —Le entregó la pequeña libreta a su amiga —Traduce estas oraciones ¿Puedes hacerlo?

Hana observó el cuaderno por unos segundos, sus ojos brillaron y asintió con energía.

Je puex le faire. (Puedo hacerlo) —Habló mientras tomaba su lápiz adornado con una flor en la punta y comenzó a escribir —C'est de la tarte! —Exclamó con orgullo.

—Oh, entonces debería ponerte algo más complicado.

—No importa —Sonrió —Podré resolverlo. Podré resolver cualquier cosa complicada que me pongas.

—Está bien —Revolvió su cabello —Hay que empezar con cosas pequeñas y simples.

—Bien, pero yo puedo —Susurró.

—Hana —Aspiró hondo —Con respecto a la noche de...

—Tsukki-chan —Interrumpió —¿Kuroo vendrá pronto?

—Lo siento —La mirada alegre de Hana se borró.

—Bueno, no importa —Sonrió y siguió concentrada en las frases. Una sonrisa que Tsukishima sabía que era falsa.

—Pero si quieres podemos intentar llamarle.

—¿De verdad? —Preguntó emocionada mientras su rostro sonreía con sinceridad.

—Claro.

Desde su teléfono marcó el número del mayor. Hana estaba emocionada. El teléfono comenzó a sonar y cada segundo se volvía eterno. Más le valía contestar o iría personalmente por él.

—¿Tsukki? —Escuchó emocionado.

Oír su voz de alguna forma lo llenó de tranquilidad.

—Hana-chan quiere hablar contigo —Le pasó el teléfono a su amiga.

—¿Bueno? —Sonrió entusiasmada —He estado bien. Tsukki-chan me ha cuidado como si fuera su hija y hasta me está enseñando francés. Cuando vuelvas ya seré toda una francófona, ya verás —Rio —¿Eh? —Su sonrisa desapareció y comenzó a asentir con tristeza —¡Ya lo sé! No tienes que repetírmelo en todo momento —Habló molesta —¿Qué? —Se quedó pensando —Ah, pues estaba triste porque no estás aquí, pero en realidad Tsukki-chan tuvo la idea de hablarte. Oh, claro —Le entregó el teléfono y sonrió —Kuroo quiere hablar contigo.

Tsukishima contesto no muy convencido.

—Kuroo-san.

Entonces —Se escuchó su voz juguetona —¿Quién tuvo la idea de hablarme?

—Idiota. Lo hice por Hana-chan.

—Vamos pastelito, poner a nuestra hija como pretexto no te servirá.

—¿Nu... nuestra hija? —Preguntó nervioso y Hana sonrió ante sus palabras.

—Estoy jugando —Se carcajeó.

—¡Ya lo sé! ¡Deja de andar bromeando! —Bufó mientras sus mejillas se ruborizaban.

—Lo siento, lo siento —Suspiró y comenzó a hablar con seriedad —Yo, de verdad lo siento. No estar con ustedes.

—No te disculpes. Es tu trabajo después de todo.

—Ya debo irme. Cuídense —Colgó.

—Igual tú —Suspiró y bajó la mirada. Escuchar su voz lo había tranquilizado pero se sentía ¿Enojado? ¿Indiferente?... ¿Triste? Un cálido abrazo lo distrajo de sus pensamientos.

Confesiones En El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora