Familia

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¡Después de tanto tiempo! Lloro de felicidad porque finalmente puedo publicar una parte que había escrito desde hace meses. Todavía tengo más que muero de ganas por ponerlos pero debo ser paciente. Aunque no hay que desesperarse porque muy pronto estarán.

Disfruten de este capítulo que por el momento es el más largo hasta ahora.

Kuroo soltó un gran bostezo mientras apretaba el botón del elevador. Cuando las puertas se abrieron volvió a bostezar y se adentró al cuarto metálico, esperando llegar pronto para dejarse caer en la cama.

Se encontraba exhausto. Su día que había empezado de la mejor manera terminó por convertirse en una pesadilla. Esa persona que no creyó volver a ver no sólo se apareció en el hospital, sino que tuvo el descaro de hacerlo frente a Hana. Todo se complicó y al final...

Las puertas estaban por cerrarse cuando una mano lo impidió. Levantó cansado la vista y su postura se enderezó al ver de quien se trataba.

—Tsukki, buenas noches.

—Buenas noches, Kuroo-san —entró y se posicionó a su lado.

Las puertas se cerraron y el elevador comenzó a ascender.

—Sí que es muy tarde, ¿No te parece? —Tsukishima asintió con la vista en el suelo—. Esto se parece a la primera vez que nos hablamos, ¿Lo recuerdas? Sólo que ahora yo llegué primero —Tsukishima volvió a asentir—. Sólo falta que nos quedemos atrapados como aquella vez —rio con nerviosismo.

De nuevo, el menor asintió.

—Tsukki, estás distraído, ¿Te encuentras bien?

—¿Qué?

—Qué si estás bien.

—Ah, sí.

—Kei —se le acercó—, sí estás en problemas o tienes algo que te preocupa recuerda que aquí me tienes.

—Lo sé, es sólo que...

Cuando levantó la vista se percató del rostro de Tetsuro a escasos centímetros del suyo y sintió la mano del mayor acariciaba su mejilla con suavidad.

Su corazón palpitó y sus mejillas se ruborizaron. Kuroo estaba muy cerca.

—Cerca —susurró.

—¿Eh?

—¡Demasiado cerca! —exclamó al momento que le dio un golpe en la nariz para apartarlo.

—¡Tsukki! ¡Auch! ¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Demonios, justo como la primera vez! —exclamó mientras se sobaba la nariz—. Creí que habíamos dejado los golpes en el rostro varios capítulos atrás.

—¡Es tu culpa por acercarte demasiado, Kuroo idiota!

Las puertas se abrieron y Kei salió a toda prisa.

—Pero hemos estado más cerca antes —lo siguió—. Incluso dormimos juntos una vez, ¿Lo recuerdas?

—No... no digas esas cosas —se quejó avergonzado—. Y eso era antes.

—Antes de qué.

—¡De nada!

Aceleró el paso pero se detuvo de golpe frente a la puerta de Tetsuro mientras contemplaba el pasillo.

—¿Tsukki? —se acercó a su lado y frunció el ceño ante lo que veían sus ojos.

Frente a la puerta del departamento de Tsukishima se encontraba un gran ramo de flores a un costado, una gran cesta con infinidad de dulces tanto tradicionales como extranjeros y del otro lado, una botella de vino adornado por un listón rojo.

Confesiones En El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora