Regalos

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Él era una persona fría, inteligente, cortante y calculadora. Observaba a su alrededor con detenimiento y analizaba cada persona que tenía cerca. Al poco de conocer a alguien nuevo ya sabía cómo era y escribía mentalmente una lista de sus posibles gustos. Si tenía que comprar un regalo a un individuo que no fuera de su familia, se limitaba a una tarjeta de regalos o algo un poco más grande dependiendo de que tan bien se llevara con esa persona (muy rara vez lo hacía).

Ahora, siendo consciente de su forma de ser... ¿Qué rayos hacía en una tienda de regalos sin saber que comprar? Para empezar... ¡Qué hacía en una tienda de regalos! "Ya sabes la fecha de su cumpleaños y eso te atormentará hasta que le compres algo." Hana tenía razón. Desde que le dijo sobre su cumpleaños, la idea no dejaba de atormentarlo junto con otros pensamientos. Lo peor de todo era que al día siguiente era el cumpleaños de Kuroo y él seguía sin saber que comprar.

Aun sabiendo sobre sus gustos, su mente estaba en blanco. ¿Un bolígrafo de edición especial, una cartera, un llavero, un marco para fotos, una almohada, un reloj? Nada, absolutamente nada concreto se le pasaba por la cabeza. Entonces decidió preguntarle a la persona más cercana a él para saber que regalarle: Hana. Ella era su única esperanza para saber que comprarle. "Eh... pero si te digo entonces no será un regalo tuyo." Fue su única respuesta. Con Bokuto ni siquiera lo intento. Sus respuestas eran muy absurdas.

El estante con tarjetas de regalos estaba al lado de él pero sabía que no era suficiente. Seguía sin tener en claro que significaba Kuroo para él pero debía admitirlo. Había dejado de ser un simple y molesto vecino.

———

Era el día esperado y por suerte Kuroo había pasado la noche anterior en el hospital, por lo que tenía hasta la tarde para comprarle un regalo. El problema era ese. Ya era su cumpleaños y él seguía sin saber que darle.

Mientras se dirigía al trabajo, siguió pensando en eso. En el trabajo siguió pensando en eso. ¿Y después de salir? Oh, sorpresa. El mismo pensamiento.

Visitó de nuevo todas las tiendas que encontraba y se paseó por la plaza (otra vez). Cuando caminaba a su casa decepcionado, sus ojos se concentraron en el objeto que reposaba en una pequeña tienda. Lo contempló por un momento. ¿No era eso algo poco adecuado para Kuroo? No, no lo era.

Bien, ya tenía el regalo pero ahora se encontraba en otro dilema ¿Cómo dárselo? Ir al hospital no le garantizaba que lo vería, y era peor si se encontraba al ruidoso de Bokuto. No sabía a qué hora regresaría al departamento... o no sabía si llegaría. No quería llamarle por teléfono porque sería muy obvio. A escasos metros de su edificio le llegó la mejor idea: Dejar el regalo frente a la puerta de su departamento. Era algo muy infantil y lo sabía, pero no quería verlo hasta el día siguiente. Suspiró aliviado. Ya tenía el regalo y el cómo entregárselo.

— Dios, no — Habló al percatarse a la persona que menos quería ver frente al elevador.

— Que cruel Tsukki — Habló Kuroo mientras apretaba el botón para subir — No me ves desde ayer y eso es lo primero que me dices.

— Qué haces aquí — Habló mientras ocultaba la gran bolsa en forma discreta.

— Vivo aquí ¿Lo olvidas? — Las puertas se abrieron y entró. Las puertas comenzaron a cerrarse pero Kuroo las detuvo — ¿No vienes?

— Ah, lo siento — Se percató que no se había movido y entró al elevador.

Mientras se cerraban las puertas notó que Kuroo no llevaba algún regalo. Nada en sus manos, nada nuevo que llevara puesto. Nada, absolutamente nada.

Confesiones En El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora