Los rayos del sol se deslizaron por la habitación hasta llegar a la cama, sentí un ligero cosquilleo en la nariz, después en mis labios, y luego una caricia diminuta sobre el morado de mi ojo, intente abrir los ojos logrando solo abrir el izquierdo, mi ojo derecho se encontraba completamente hinchado, lo primero que vi fue la melena despeinada de la pequeña Elisa, y sus manos volvieron a tocar mi rostro, depositó una caricia sobre mi mejilla dejando su mano allí un momento, presione un poco mas mi mejilla contra su palma queriendo hacer el momento eterno, se acerco a mi y dejó un beso en la punta de mi nariz, una sonrisa se poso en nuestros labios, me dio un abrazo magullando un poco los golpes de la noche anterior, pero el dolor no me importó, el abrazo de mi hija curaba cualquier herida.
La puerta se entreabrió despacio, la cara asustada de Marcos me alertó de inmediato, intente sentarme de prisa pero el dolor se volvió insoportable, aun así me puse erguida para que mis hijos se sintieran seguros.
Entró Marcos a la habitación y detrás venía el monstruo con cara de arrepentimiento y una taza de te entre las manos
- N... No te encontré a mi lado al despertar y me asuste un poco - Dijo con voz mustia y arrepentimiento fingido - escuché ruidos en la cocina y al llegar allí, encontré a Marquitos intentando encender la parrilla para preparar un te-
Sus palabras arrastraban desfachatez y su mirada fingía agobio.
-A los niños les asustó la tormenta y vine a dormir con ellos- escupi con indiferencia, se acercó a mi lado y me entregó la taza de te que dejé en la caja de madera que servía como mesa de noche.
-Pensé que podríamos ir al parque, o a la feria - Dijo sin descaro como tratando de ser un padre y esposo ejemplar, mis hijos me miraron asustados pero ilusionados, asentí con la cabeza y ellos sonrieron un poco sin perder por completo el temor en su mirada, me puse de pie con mucho esfuerzo, el se acercó intentando ayudarme, pero rechacé su ayuda con una mirada cargada odio, me dirigí a mi habitación arrastrando los pies y abrazandome a mi misma tratando de consolarme por el dolor que estaba sintiendo en cada paso, me enfunde en unos pants grises y tomé unos lentes de sol ya tallados que me regaló mi madre antes de casarme, puse mi cabello en un moño y me fui a preparar a los niños encontrandome con él en el pasillo, - Pudiste hacer algo mejor supongo - dijo señalandome de arriba abajo con el dedo, - solo tenía esto- respondí bajando el rostro.
Salimos a la calle en dirección del parque, Marcos caminaba de mi mano, mientras Elisa iba en brazos de su padre, mi caminar era pausado, en cada paso sentía que mis costillas se rompían un poco mas, mientras el borde del pants lastimaba la herida en mi cadera. Al llegar, los niños se fueron a jugar, mientras yo me sentaba en una banca sintiendo un gran alivio, él se sentó a mi lado y empezó hablar.
- En verdad lo siento, no se que me pasó, te juro que no volverá a pasar, dime que me perdonas mi amor, yo no quería hacerte daño- sus palabras dejaron de ser convenientes hace unos años, las repetía cada vez con mas frecuencia y el escucharlas era irritante. Tomó mi mano y la llevó a sus labios, empezó a besarla y a repetir que me amaba y que lo perdonara, mire en dirección a los niños mientras él seguía besando y acariciando mi mano. - Quiero el divorcio - dije entre dientes, soltó mi mano y tomó mi barbilla apretando un poco, causando un leve dolor, - no, no puede ser así, no puedes dejarme, mis hijos no pueden estar sin su padre, te hago falta, tu sin mi no eres nadie-. Su voz iba cargada de rabia y desesperación
- no te daré el divorcio- sentenció con los dientes apretados.
Me puse de pie y fui a donde jugaban mis hijos, Elisa no paraba de llamarme para que viera sus logros.
- Es una niña muy linda, ¿cuantos años tiene? -
Preguntó una voz desconocida a mi lado, mire en su dirección y me encontré con un hombre de treinta y pocos, un poco mas alto que yo, de piel blanca y cabello azabache.
-Tres años- respondí cortante, y ya bastante nerviosa, si me veía hablando con otro hombre me mataría al llegar a casa.
- Pues es bastante alta, mi hija es un poco mayor y tienen la misma estatura- mire a la niña de cabello rizado que jugaba con mi hija, Elisa estaba muy contenta, hacía cosas que debe hacer una niña de su edad, sonreí un poco al verla así de feliz. Un tirón me sacó de mis pensamientos, solté un grito de sorpresa y dolor. Fernando estaba allí, con mi cabello enredado en su muñeca tirando con fuerza hacia atrás.
-¿Quien es este cabrón y por que estas de ofrecida? -
Llevé mis manos hacia mi cabeza intentando safarme, me soltó de golpe haciendome caer de rodillas, se dirigió de prisa hacía el hombre con el que hablaba hace unos segundos y empezó a golpearlo, el hombre se defendió y después todo fue confusión, la hija del hombre corrió hacia mi al lado de mis hijos, y los alejé de allí inmediatamente, unas sirenas sonaron unos minutos después, a lo lejos vi como los subían a ambos a una patrulla.
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Alexandra
De TodoLos cardenales han marcado siempre su cuerpo. Golpeada por la mano que al principio la acariciaba. Sembrando dolor en las pequeñas pupilas de sus hijos, recogiendo el odio a su presencia.