Prólogo.

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Estaba tan tranquilo trajinando en mi taberna, limpiaba las jarras y veía que había mucha clientela y no causaban problemas, algo bueno para mis chicas. Entró un grupo de hombres rudos y pidieron unas cervezas, lo de siempre, lo que piden todos. Les serví lo pedido, pagaron y se fueron a una mesa ocupada por un grupo muy ebrio, los sacaron de allí empujándoles un poco. La noche siguió tranquila, entraba y salía más gente, nada fuera de lo común. Entró un sujeto grande, fuerte, calvo, cargaba con algo parecido a un estuche como el que usa el violinista que contrato los viernes, pero era grande muy grande, en su espalda y una espada algo pequeña en la cadera. Se le veía cansado pero sonreía mucho, le observé lo suficiente para ver que traía consigo una bolsa cuadrada, bastante llena, que tenía colgada en el pecho, además llevaba otra bolsita más pequeña, en la que supuse que tendría el dinero, vestía con ropas de cuero bastante buenas, con lo que deduje que pobre no era. Su rostro era de facciones duras pero joviales, era un hombre que aparentaba seriedad y del cual podrías confiar, aunque la cicatriz que tenía en la ceja y sien dan a entender que no era alguien a quien debas molestar demasiado. Me Saludó.

- Buenas amigo mio -habla con un acento del norte bastante marcado y como pensaba es un hombre afable. Suelta su estuche y lo pone al lado suyo-. ¿tienen leche de cabra?
- Si, tengo leche de cabra, ahora se la hiervo. - Es el primero que pide algo que no sea cerveza-. Bien, pareces haber tenido un largo viaje. -digo mirando sus desgastadas botas, se quita la extraña bolsa que cuelga del pecho y la deja en el suelo-
- Así es amigo mio, me gustaría saber si tienen alguna habitación libre para mí.
- Si, tenemos habitaciones libres. son tres oros la noche.
- ¿Tres oros? ¿no puedo pagarle con queso? -de la bolsa saca, envuelto en papel, una rueda de queso-.
- No, son tres oros.
- És queso de cabra de calidad. -¿En serio quiere pagarme con queso?- Mire, huela, es bueno. -huelo el queso, y noto que no es un queso normal.- ¿de donde lo has sacado?
-De mis cabras barbudas.
- ¿Cabras barbudas?
- Si, mis cabras.

Veo que éste hombre no es nada consciente del valor de ese queso, pienso en aprovecharme un poco de él, pero algo me dice que no traicione el buen carácter de este hombre y decido engañarlo a medias.

- Trato hecho. Quédese tres días por ese queso.

Me entregó el queso con la mirada atónita, lo guardo cautelosamente en la despensa tapado con muchas telas. Al rato veo como el tipo empezó a tocarse los hombros y a quejarse.
Llama a una de mis mozas y le dice algo al oído, ella reacciona de forma extraña, le responde en voz baja, cerca de su oreja y extiende la mano, el grandullón saca de la pequeña bolsa unas monedas y se las da a la chica, ella niega y le extiende nuevamente la mano. El grandullón suelta otras dos monedas más y la moza asiente, se guarda el dinero, se arremanga y empieza a masajear los hombros del cliente, se nota que los ya de por si fuertes músculos del hombre están duros por algún tipo de esfuerzo, ese gran estuche debe pesar una barbaridad.
Unos hombres del fondo observan la escenita que montaron la moza y el gran cliente y quisieron ser tratados de la misma manera. Uno de ellos le agarró la falda a otra camarera que pasaba cerca y algo le dijo, la chica nego la cabeza e hizo el gesto de pedir dinero, el hombre se enfado y empujó a la moza, dejé la jarra en su sitio, tiré el trapo sobre la barra y grité:
- Quieto si no quieres tener problemas. -el mancebo y sus compañeros se pusieron en pie- Estáis en mi casa, si queréis sentaros en mis mesas y beberos MI cerveza vais a respetar MIS normas.

Los cuatro brutos ya estaban delante mío, eran altos y fuertes, pero no me achanté lo más mínimo, ya tenía un garrote entre mis manos.

-¿Y él qué? -señaló al grandullón- ¿él puede?
- He visto como le pagaba a la moza, no es lo mismo tocar a que te toquen, ¿verdad?

los hombres se enfadaron más y el "jefe" de ellos levanto el brazo e intento golpear al tabernero pero alguien detuvo su brazo, era el hombretón de hombros doloridos.

- Quieto amigo mío, no querrás salir herido ¿noo?

Los hombres ya no se contuvieron más, intentaron apalear al hombretón. No lo consiguieron, el primero acabó con el brazo dislocado, el segundo desmayado sobre los restos de una mesa sobre la que aterrizó de un golpe, el tercero con la nariz rota y el cuarto aturdido de un buen golpe en ambas orejas.

- ¿Han pagado estos rufianes? -Una moza miró las cuentas y asintió- muy bien.

fue sacando uno a uno a esos hombres de la taberna, al terminar se sentó en su sitio al lado de su gran estuche y con jovial sonrisa le preguntó que tenían para cenar a una camarera. El tabernero le replicó.

- Escuche, muchas gracias por defenderme...
- No hay de qué amigo.
- No somos amigos...
- Perdón, perdón.
- Por donde iba...
- Defenderme.
- Si, muchas gracias...
- No hay de que.

El tabernero se aguanto el enfado.

- Pero ¿quien me pagara la mesa rota? ¿y limpiará la sangre del suelo? -el hombretón mira la mesa rota y las manchitas de sangre, se señalo así mismo con aire interrogante y el tabernero asintió- si, Amigo mío.
- Pero, no tengo orros, mire. -saco la bolsa con la que saco dinero para la moza y de éste saco salió una triste moneda de "plata" y dos de "cobre". - veis, no tengo orros.
- ¿Te dejaste el dinero en un masaje de hombros?
- Muy bueno por cierto, y caro...
- Entonces...
- No soy carpintero.
- Em esto... pues... -¿Como lo adivinó?- ¿Que puedes hacer para pagar la mesa rota?
- Soy cabrero, cuenta cuentos, cocinero y hago quesos como tantos. Además, de pregonero trabajé, fui soldado, músico, orador...
- Esto...
- y tutor.

Una niña bajo de las escaleras y con toda la calma paso entre los borrachos de siempre y las camareras, llegó al lado del tabernero y le tiró de la falda del gaban.

- Papi, cuentame un cuento.
- Ahora no puedo...
- Siempre trabajas.
- Lo sé, siempre te digo lo mismo.
- Cuentame un cuento.
- Disculpen, yo puedo contarte un cuento.
- Te crees que te dejaré a solas con mi hija.
- No és la primera vez que trato con niñas, aunque es verdad que nunca estabamos solos por la noche, me acuerdo que la señorita Isabel dormía siempre con una criada...

Mientras el hombretón contaba su anécdota al tabernero se le ocurrió una idea, llamó a una moza.

- Escuche buen hombre, como pago por la mesa rota serás el tutor de mi hija Isidora y me darás más queso de ese que llevas guardado. Cristina, acompañales a la habitación.
- Si señor.
- ¿Cómo te llamas?
- Braulio me llamo yo.
- ¿Hijo de...?
- Mi madre.

Braulio se quedó tan ancho con esa respuesta, Pero el tabernero recordó que en otros países usan algo así como sobrenombres, algo que llamaban "apellidos"

- ¿tu... ¿¿apellido??
- Warmheart.
- Bien Braulio, Cristina te llevará a la habitación de Isidora.
- Muy bien. Pero antes... ¿podría dejar mis efectos personales en mi habitación?
- Claro. Cristina, llevale a la habitación... cuatro.

Cristina asintió y acompañó a Braulio a su habitación mientras llevaba en brazos a Isidora que estaba con un silencioso enfado. Braulio tras dejar sus cosas fue guiado por Cristina mientras intentaba hacer reir en silencio a Isidora haciendo todo tipo de carantoñas y cada vez que Cristina miraba hacia atrás Braulio se ponía en firme y seria postura. Ésta situación, repetida durante el trayecto consiguió que la niña se riera. La moza, que tonta no era, ya tenía dudas sobre qué estaba ocurriendo, dejó a la niña en la cama y se sentó en una de las sillas que estaban al lado de la cama de la niña. Isidora se metió en la cama.

- Quiero cuento hombre grande.
- Ya voy pequeña niña.-del extraño saco se sacó un libro- te leeré algo más que un cuento, es una larga historia en la que un grupo de héroes viven una aventura en la que viajaran a exóticos lugares...
- ¿Habrá princesas?
- Emmm ésto... creo que... ahh si, hay una princesa.
- ¿Y un... -preguntó con cierta timidez la moza- príncipe...?
- También hay un príncipe Cristina y pelearan contra monstruos y villanos, brujas y hechiceros de la peor alcurnia.-Ambas chicas escuchaban con ilusión a Braulio mientras este hablaba.- y toda ésta historia es real y verídica, pero para proteger a sus protagonistas les voy a cambiar el nombre.
- ¿Como que és verdad?
- Si, todo lo que contaré ocurrió.
- ¿Pero cómo va a creer en monstruos brujas y hechiceros?
- Bueno chicas, si no me creen... podrán tomarlo como un simple cuento...
- Empieza empieza empieza.
- Muy bien pequeña. Erase una vez, en unas lejanas tierras a éstas de aquí...

Cuentos para Isidora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora