Capítulo 5 "Adiós neuronas"

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Ethan en multimedia.

Observé infinitas veces mi reflejo en el espejo de nuestra habitación. Lindsay prácticamente me ha obligado a usar uno de sus tantos vestidos de fiesta y a desechar mi opción de usar simplemente jeans y una sudadera.
El vestido era de un azul profundo como el océano en la noche, debo admitir que luce bien en mi piel pálida; pero la desventaja, es que está lleno de piedrerías de fantasía, lo que me resulta incómodo. Odio la ropa con tantos brillos.

Después de insistirle más de cien veces a mi hermana para que me dejase maquillarme por mi misma, accedió.

¿Por qué se preocupa en que asista «espectacular»  a la fiesta, si la de la cita es ella?

Hermanas mayores, quien las comprende.

Anude las agujetas de mis botas de tacón, dispuesta a ir a la cocina en busca de un cupcake de vainilla, mientras esperaba a que Lindsay terminara con su atuendo.

Mi madre no se encontraba en casa, debido a que desde ayer inicio en su nuevo empleo. Sí, escucharon bien, mi madre cumplió su meta y encontró fácilmente un empleo en lo que más le gusta, preparar toda clase de dulces. Por esa misma razón es que ahora estoy degustando uno de los tantos pastelillos que ha traído esta mañana. Pero como en toda historia no puede faltar el lado malo, resultaba que los horarios de salida de la dulcería son unas pocas horas antes de medianoche.

—¡Ash! ¡Ayudame!—un grito proveniente de mi dormitorio se hizo presente mientras tenía mi grandiosa cita con el cupcake. Arrojé el envoltorio del dulce, y adentré nuevamente en la habitación a observar a que se debían los fuertes alaridos de mi hermana.

—¿Qué rayos te pa...?—mi voz se apagó, para convertirse en una sonora carcajada. Miré la escena con absoluta diversión. Tenía—lo que supongo que es su vestido— cubriéndole desde su rostro hasta su pecho, mientras daba saltitos sobre la punta de sus pies intentando bajarlo.

Me acerqué a ella sin la más mínima intención de aminorar mi risa, y halé del pequeño trapo verde que cubría su rostro. Con mi ayuda, termino de colocarse el vestido. Si hace un instante pensé que mi vestido era demasiado llamativo y corto, el de Lindsay lo dejaba muy atrás.

—Creo que he crecido un poco—vislumbre su sonrisa ladeada frente al espejo después de media hora sin terminar de arreglarse—¿Sorprendente, no?

—No lo creo, sigues siendo una enana—era la frase que siempre le decía para molestarla.

—Si yo soy una enana, entonces tu eres un elfo—murmuró enseñándome su lengua de manera infantil.

—Ay vamos cállate—respondí poniendo mis ojos en blanco ante su anterior gesto—. Y larguémonos de una vez, antes de que me arrepienta por completo, o mamá llegue.

***


Si pensé que esto era aburrido, estaba claramente equivocada. Aparte de aburrido; es espantoso, desagradable, horrible y todos los sinónimos despectivos que puedan existir. Realmente lamento haber desperdiciado escaparme de casa solo para venir a un lugar como este. Lindsay hace más de una hora se había ido con su grupito de la facultad y me dejó aquí, sentada en un desbaratado sofá en un rincón de la sala de estar, alegando que solo iba por un cóctel y regresaba.

Por entre el humo y las luces sicodelicas distingo los cuerpos de adolescentes idiotas, y universitarios igualmente de inmaduros, moviéndose pegajosamente al compás de la música. Ahogué otro de los tantos bostezos con mi mano—Ya he perdido la cuenta de cuantos he efectuado esta noche—.Y suspire cansada.

Mi idea de un sábado espectacular en la noche, obviamente es totalmente distinto al de Lindsay. Mi plan hubiese sido desvelarme viendo películas de terror, o si estoy emotiva; comedias de amor y entre mis brazos poder devorar un gigantesco frasco de Nutella. ¿Magnífico verdad?, pero mis planes nunca son como los deseo, no si tengo a una loca hermana universitaria que quiere salir de parranda con sus amigos y arrastrarme con ella.

Eres un infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora