Capítulo 8 "Manos atadas"

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Pestañeo de improviso para poder echar un vistazo al sitio donde estoy. A raudales, por las finas cortinas oscuras de las ventanas, se puede observar claramente el atardecer.

Llevo mi pesada mirada hacia mi cuerpo, lo que acaba de provocar un intenso dolor en mis sienes. Me encuentro ubicada en una típica silla de madera sin pintar, las que se utilizan básicamente en comedores rústicos. Mis manos y tobillos, están atados con una tela verde de aspecto grueso.

Inmediatamente comienzo a rozar mis adoloridas muñecas, con el fin de desatarlas. El único resultado es un escozor fastidioso en ellas. Puedo observar la frágil piel de mis manos, terriblemente irritada. En algunas partes de ellas, pequeños hilillos de sangre manchan aquel trapo verde.

Una carcajada resuena en un eco por toda la habitación. No me atrevo a volver mis ojos hacia aquella persona. Sé con exactitud quien es y lo único que quiero, es patearle la cara.

—Al fin despiertas— los ojos verdes de James me miran fijamente mientras recorre el camino fuera de lo que supongo, es una pequeña cocina—. Tuve que noquearte, ya sabes. No dejabas de gritar.

Tragué fuertemente, tratando de eliminar el sabor espántoso de metal que tenía en mi garganta. Posiblemente se trate de sangre, o de las inmensas naúseas que siento al ver la expresión de horrorosa diversión de este chico.

—Vaya manera civilizada de hablar— Mas palabras, y terminaré vómitando—. ¿Qué clase de enfermo eres?

James ahora sentado en un pequeño sofá frente a mi, alza su mano y acaricia frágilmente mi mejilla. Retrocedo en ese preciso momento, lo que provoca que la silla se enganche con una alfombra, y caiga aún amarrada a ella. El dolor en la parte posterior de mi cráneo, me introduce nuevamente, en una penosa oscuridad.

Después de remover alrededor de mil veces mis ojos, puedo ver la expresión hostil de James. Está observándome desde una triunfal altura.

—Quise entablar una conversación contigo, pero no accediste. Y en realidad, no me quedo mas remedio que atarte. Es sumamente importante lo que tengo que decir.

—Y cuando termines tú estúpida conversación, ¿Me dejaras libre?

—Por supuesto—Dirigió una mirada carente de expresión a mi rostro, en un temible silencio—. Y no pienses que esto es alguna clase de secuestro. Nadie créeme, estaría interesado en alguien como tú.

La ira invade todo mi ser, provocando que la bilis suba por mi garganta. Me límito a no responder, y observarlo con sumo desprecio.

—Veras...—empieza él, con una sonrisa ladeada—. Quiero que te alejes de nosotros, en especial de Ethan. Te he visto que últimamente, ya sea por bromas, o cualquier excusa, han pasado juntos. Y antes de que pienses, en que él está interesado en alguien como tú, pues no. No es así. Simplemente quiero que dejes de relacionarte con nosotros.

Me quedo nuevamente muda ante su estúpido discurso. ¿Pero qué mierda?

—Y todo esto, ¿Sólo para decirme que me aleje de Ethan?— escupo cada palabra con desprecio—. No me  interesa en absoluto. Ni él, ni sus amigos. Para mi mala suerte somos compañeros. Y segundo no tengo porque darte explicaciones pedazo de...

—Oh, no.— soy  interrumpida por un hostil movimiento de su mano— Cállate estúpida. No eres más que una tonta extranjera.

Estoy segura, que si dentro del cuerpo humano tuvieramos una especie de sensor que mida el coraje, el  mío estaría ya en su cien porciento. Lo fulmino al chico con la mirada, y una idea espectacular llega a mi cabeza. Es como si pasara lo que muestran en las películas, que un foco se prendió en mi mente. Sólo, que en este caso, no ha traído una buena idea.

Eres un infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora