Capítulo 14 - "Una pizca de calma"

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Cada tramo que recorrían mis lentos pasos se hacía eterno.
Como cuando una persona realiza largas trayectorias en el desierto y cree divisar un oasis. Puedes pensar que ya lo tienes a pocos metros pero es tan solo una infame mentira.

Exactamente así me siento.

Dentro de mis pensamientos alterados; éste estacionamiento era mi desierto mientras que la puerta de salida era mi oasis.

No podía alcanzarla porque simplemente no lograba pensar con claridad.

Quizás por la explosión de recuerdos que acababa de sufrir. Uno tras otro sin darme espacio a tan siquiera digerirlos. Vagos recuerdos de hace ya algunos años donde reaparecía el único hombre que me había agredido físicamente en mi vida, donde únicas veces había quedado marcado mi cuerpo como prueba de ello.

Observo frente a mi el amargo recuerdo del día en que se marchó y aún después de todo sentía dolor en el alma, donde juraba que nunca volvería a ser parte de un maltrato.
Y eso es lo irónico. Darme cuenta de que hace minutos volví a ser testigo de lo que tanto quería borrar y lo único que logré hacer fue huir, como siempre.

Volvía a estar en duda con mi identidad, otra vez.

Rabia era el único sentimiento que albergaba en mi interior por Ethan Roberts. Rabia por haberme regresado tantas memorias a mi mente que se suponía que estaban en el gran abismo del olvido.

Extiendo mis debiluchos brazos hacia las puertas de cristal y me detengo en seco.

No entraré.

No así, para que todos aquellos desconocidos impertinentes me vean quebrantada tan solo por un colapso de mi mente autodestructora.

Dirijo mis pasos sin lanzar ni una misera mirada al chico que desgraciadamente también acompaña parte del garaje. Alcanzo las rejas dando una gran bocanada de aire.

El alto portero pelirrojo baja su mirada para escudriñarme sin pizca de compasión.

-Aún no acaba la jornada, no puedes irte-interrumpe antes de que diga tan sólo una letra-, además no es salida para muchachas lloriqueonas por aquí.

Echo una molesta mirada hacia él, frunciendo mi entrecejo. ¿Es ahora cuando todos creen que pueden decirme lo que les venga en gana?

-Mira grandísimo...- empiezo. Creo seriamente en que cualquier momento saldrán chispas de furia de mi cuerpo.

-Tiene autorización médica y no saldrá a pie, será en mi auto- refutan interrumpiendo el inicio de mi protesta- ahora quítate rubiecito.

¿Acaso es este tipo ciego o daltonico y no se da cuenta de que su pelo es rojo? En otro momento hubiera sido una situación cómica.

El sujeto se hace a un lado para que el carro de Ethan siga adelante.

Ethan posa su mano en mi cintura para encaminarme en dirección a su auto.

-Vamos.

Giro hasta observar el descaro de siempre en su mirada. ¿Es en serio? ¿Ahora el eterno antagonista de mi historia me ayudará?

Eres un infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora