CAPÍTULO 4

3.5K 311 300
                                    

KATE

Michael Romano era el capitán de la división anti-pandillas en la comisaría 15 del FBI. 

Mi padre tenía el pelo repeinado hacia atrás, entrecano y unos increíbles ojos verdes, con arrugas en las comisuras, que se habían apagado con el paso de los años. Su mirada era perspicaz, a la par que desconfiada. Mi madre dentro de su frivolidad era mucho más cercana que él, que marcaba las distancias desde el principio. Pero era el hombre más honrado, bueno y trabajador que había conocido en toda mi vida. 

Estaba impecable con su carísimo traje de de diseño mientras le daba vueltas a su café solo con dos azucarillos. 

—El apartamento está genial. Es tan grande que si nos los proponemos no tenemos ni que encontrarnos y está todo tan nuevo que parece sacado de una de las revistas de decoración de mamá. 

—Créeme, desde el momento en el que supo que volvías se ha volcado en convertirlo en un palacio. Le ha ayudado a olvidarse un poco de todo lo que le viene encima. 

 —Sí, creo que está tratando de llenar su cabeza para no pararse a asimilar lo que está pasando. 

—Ya conoces a tu madre. Tampoco creo que sea malo que quiera seguir con su vida como si no tuviera cáncer. Ya habrá tiempo para que se sienta mal y tenga que tumbarse en una cama todo el día —suspiró y ordenando unos documentos sobre su despacho preguntó —. ¿Está Angie contenta en la nueva casa? 

Mi padre era más inocente de lo que yo creía si él pensaba que yo no sabía que ellos se mantenían en contacto todo el día. 

—No me hagas preguntas que ya sabes —sonreí irónicamente. Hacía mucho tiempo que había aprendido que yo no era nadie para juzgar los sentimientos de los demás —. Pero vamos, que está encantada con nuestra nueva vida como compañeras de piso. Creo que tiene ganas de volver a vivir la vida universitaria a través de mí. 

Convencer a mi padre de que lo mejor para la familia era que yo volviera a este país para acompañar a mi madre durante su tratamiento contra el cáncer había sido una negociación dura y había tenido que aceptar una serie de condiciones. 

Yo no viviría en la mansión de la familia, sino que me habían comprado un apartamento para compartir con mi tía, mi guardaespaldas y una chica del servicio. Por supuesto, por seguridad estaba a nombre de una entidad que no pudiera relacionarse con el nombre de mi familia para que ninguna pandilla pudiera localizarnos. Querían aparentar que la hija pequeña del capitán seguía en paradero desconocido por Europa. 

Él entrelazó las manos y apoyó los codos en sus rodillas. 

—De acuerdo. Y ahora para lo que has venido. ¿Qué tal con el decano de la universidad? ¿Conseguisteis poneros de acuerdo? 

—Pues me dijo que me convalidaban todos los créditos que he cursado hasta el momento en España, aunque no cuadren los planes educativos, por deferencia a mis estupendos padres. Te estuvo haciendo la pelota un montón —rodé los ojos —. Eso sí, yo le pregunté si había alguna manera de ponerme al día con las asignaturas de derecho aplicado a los Estados Unidos. Voy a quedar unas cuantas tardes para dar un intensivo con un profesor de confianza.  

—Me parece muy responsable por tu parte si quieres licenciarte en este país. Debes valorar la oportunidad que te están dando y centrarte en sacarte la carrera con éxito, por deferencia al decano que está haciendo una excepción en el procedimiento por ti. 

—Por mí no, por vosotros y la cantidad indecente de dinero que le habrás pagado. ¿O me estoy equivocando?

—Cualquier cosa es poco para mi princesa. Pero no, el decano me debía un favor que le hice hace un tiempo y simplemente me lo he cobrado. —me guiñó un ojo —. ¿Y cuándo te vas a incorporar? 

PECADOS OCULTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora