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KATE
La ventana abierta dejaba entrar la claridad de la luna. Estaba tumbada boca arriba dandole vueltas al absurdo comportamiento que había tenido durante el día cuando oí pasos por el pasillo. Me incorporé asustada, porque eran las tres de la mañana y era la única que hacía vida en esta planta.
Entonces la puerta de mi habitación se abrió de golpe y Ashton se deslizó por el parqué como si supiera hacia dónde se dirigía antes de que yo fuera consciente de lo que estaba pasando. La luz de la noche iluminó su rostro y me quedé sin palabras, abriendo los ojos como platos.
—¿Ashton? ¡¿Qué haces aquí?!
—Tenemos un asunto pendiente.
—¡Vete ahora mismo de aquí! ¡Voy a llamar a la policía!
Ashton negó con la cabeza, con la mandíbula apretada y una mirada que me dejaba claro lo mucho que me odiaba.
Me dio un leve empujón cuando pretendía levantarme de la cama, haciendo que impactara con brusquedad contra el colchón. Entonces se me echó encima tan grande como era, y me di cuenta de que era incapaz de detenerle. Sus manos fueron a mis mejillas y lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos. Sentí mi cuerpo arder. Me besaba sin educación, comiendo la boca sin tantear. Empujó su lengua contra la mía casi obligándome a recibirle y se colocó entre mis piernas para empujar con su cadera contra la parte más íntima de mi cuerpo, que hasta el momento solamente había tocado yo.
La sensación era increíble, pero no me podía creer que esto me estuviera sucediendo con él.
—Que te largues. Voy a gritar.
—Ya te digo yo que vas a gritar.
—Estás loco.
—No aguanto más. Te voy a follar.
Nunca me habían hablado así, me parecía demasiado vulgar y ofensivo. Tampoco me habían tocado de esta manera. Y aún así, un hormigueo burbujeante recorrió mi entrepierna y abrí las piernas por instinto. Se clavó más fuerte. Le sostuve la cara para mirar esos oscuros ojos de demonio y sentí una chispa arrolladora.
—No me gustas, patán.
Ashton se apartó y sonrió arrogante, pasando la lengua por su labio inferior. No lo pude evitar y levanté la mano para tocar la cicatriz de su ceja partida. Dios, me ponía tanto su aspecto de gamberro oscuro y atormentado. Estaba tan absurdamente mal.
Me sacó el camisón de seda blanco sin miramientos y fijó su mirada en mis pechos descubiertos sin vergüenza. Vergüenza era la que estaba sintiendo yo, pero a él no le importó y no tardó en bajarme las braguitas para dejarlas colgando de un tobillo.
—Que putas ganas tenía de magrearlas —gruñó, y se me pusieron los pezones en punta cuando las amasó con sus ásperas manos —. Qué pequeñas, nena.
Jadeé cuando su boca cubrió uno y luego otro, con su lengua moviéndose hábilmente. No pude evitar rodar su cabeza con mis brazos y acercarlo más, gimoteando cuado sus dientes aumentaron la insatisfacción entre mis muslos.
Estaba completamente desnuda y él completamente vestido, pero aún así me deleitaba de la sensación de su erección cavando en mi muslo. Escuché cómo desabrochaba el botón del pantalón y se bajaba la cremallera, pero no se quedó desnudo como yo. Liberó lo que le interesaba y punto. No me atreví a mirar aunque me estaba muriendo de la necesidad, pero no hizo falta para sentir el contacto con lo grande y gordo que era.
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PECADOS OCULTOS
RomanceLos Ángeles. La guerra entre el FBI y las pandillas ha estallado. A Kate, las pandillas le han destrozado la vida. Mataron a su hermano y obligaron a su padre a mandarla a vivir a Europa por su seguridad. Sin embargo, una tragedia consigue traerla d...