CAPÍTULO 9

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ASHTON

En cuanto la vi, supe que estaba en peligro. No me imaginaba que el peligro se presentara como un salvatrucha cobarde aprovechando mi ausencia para robarse a mi cachorro. No me tendría que haber marchado detrás de ella, pero fue superior a mí. No pensé que me hubieran seguido a un puto sitio de pijos. Ese era el problema, que esta chica hacía que no pensara como tenía que hacerlo. Por eso no me relacionaba con gente de fuera de las pandillas, porque me olvidaba de que tenía un puto francotirador apuntándome al corazón todos los días y pasaban cosas como las de hoy.

A estas alturas, el soplón que teníamos en comisaria ya me había informado de que la universidad había mandado una ambulancia para atender al hijo de puta que yo había zurrado, pero que para evitar el escándalo no habían puesto una denuncia.

Yo sabía que cuando despertara, él tampoco lo haría porque nosotros nos tomábamos la justicia de otra manera. Iba a estar jodidamente preparado para ello y cuando vinieran a por mí, los mataría a todos. Nadie se mete con mi puto hermano.

Odiaba la incompetencia y la debilidad; no soportaba la mediocridad. Me tomaba mi trabajo con mucha seriedad, era inflexible y no aceptada errores. Todos me conocían por ello. Y hoy el que la cagué había sido yo.

Y entonces apareció ella, con una valentía y cautivadora serenidad que me habían dejado tocado. Había colmado mis sueños más pervertidos y nadie jamás me había intrigado malditamente tanto. Kate había hecho algo por mí que nadie había hecho antes, nadie que no llevara un dieciocho tatuado; se había comportado con espontaneidad, rompiendo las reglas que nos separaban y jugándosela para ayudarme. A mí, que siempre podía hacerlo todo solo. Nunca pedía ayuda. No tenía a nadie, de todos modos. Y en una vida tan dura como la mía, nada apreciaba más, ni me conmovía tanto como lo genuino.

Me das mucho miedo, Conde.

Sé que eres mala persona y que no sientes remordimiento por ello.

Merecía todo mi jodido respeto por su actitud noble y decidida. Me sentía una puta mierda por haberla amenazado de nuevo, pero más aún porque me había ayudado, aunque pensara que era una mala persona. Pensándolo bien, ¿igual no le parecía tan asqueroso?

Maldita sea, pero me había puesto en mi sitio. Atrevida y tan severa que daban ganas de bajarle las braguitas y ponerle el culo rojo como un tomate.

No trabajaba en equipo, porque no confiaba en la gente, yo daba órdenes y los demás ejecutaban, pero esta chica había encontrado a Angelo antes que yo y era injusto que lo hubiera pagado tan caro.

Se había desplomado inconsciente porque era tan valiente que se había enfrentado a un delincuente sin escrúpulos con un zapato en la mano. El cachorro me lo había contado después de preguntarme si era mi novia.

Joder, la chica estaba como una puta cabra.

La estudié tumbada en mi cama, sobre mi viejo edredón gris con hilos producidos por el desgaste. Sus ojos estaban cerrados y su mejilla apoyada en la almohada, sobre la que caía su pelo rubio y revuelto. Lo había tocado cuando la metí en mi coche desmayada; tan suave y con olor a lavanda que tenía la necesidad de meter la puta nariz y simplemente inhalar. Era demasiado pequeña. 

Era tan bonita que parecía una gatita dormida y confiada en la cama de su amo. Pero yo no era su amo, ni lo podría ser jamás.

La mayor parte de mi vida había querido ser otra persona, pero con ella dentro de mi miserable casa, solo quería dejar de sentirme un bastardo cobarde que no podía hacer frente al desprecio en sus ojos.

Estiré la mano y moví los dedos, acariciándole la barbilla y el límite de los labios. Joder... me la había imaginado de todas las maneras, montándola en muchas posiciones.

PECADOS OCULTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora