Primera Llamada

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Otro día había finalizado para el castaño, con un cielo nocturno y unos somnolientos ojos, cerró las páginas abiertas de internet y tras bostezar dejó su celular sobre la mesita a lado de la cama acomodándose en la misma.

Estaba cerrando los ojos cuando no tardó en comenzar a conciliar sueño, el cansancio era tal que no se le hizo difícil ese proceso, aun así, minutos después el tono de su celular le hizo abrir con lentitud los ojos, tomándolo atendió y se lo pegó a la oreja;

—¿Bueno? —Preguntó carraspeando la garganta para no sonar tan adormilado.

—Buenos días niño —El muchacho se paró de un fugaz brinco que hizo rechinar los resortes de la cama, tomó asiento en la orilla, rascó sus ojos y respiró, la voz era desconocida para sus oídos, de hecho no estaba en lo absoluto familiarizada con ella, su tono era ronco, erótico, extravagante, le erizaba sin cuidado alguno la piel. Despegó el celular para finalmente ver a quien había atendido identificando un "Bill" ya previamente registrado en sus contactos.

—Buenos... Días —Contestó escuchando una profunda carcajada del otro lado de la línea.

—Qué adorable voz te cargas Pino —Canturreó el ruso.

—Gracias... A mí también me gusta tu voz. ¿No tienes algún acentito? —Otra risota le llegó a el oído haciéndolo sentir cohibido de sobremanera ¿Estaba diciendo muchas estupideces acaso?

—¿Piensas que como en las caricaturas hablamos con muchas "R" arrastrando palabras?

—Pues... Sí, eso creía hasta ahora.

—Verás —El rubio aclaró su voz de forma melodiosa haciendo que Dipper riera tímidamente. —Lo que pasa es que con el paso del tiempo he practicado tantos idiomas que hasta podría decir que estoy olvidando el ruso en sí, lo que incluyo que mi "acentito" haya desaparecido. —Su voz, con un tono de burlón y a su vez seguro le transmitía confianza, calma, él siempre tan paranoico cuando en realidad Bill era todo lo contrario. Sin embargo debía confesar que se llevó una fuerte desilusión con su voz, esperaba algo más "ruso".

—¿Te he despertado? —La voz de Bill esta vez denotaba preocupación, algo que le caló de ternura hasta los huesos y le hizo sonreír de nuevo.

—No... Apenas me estaba durmiendo —Mintió, los ojos le ardían de sueño y los bostezos había que reprimirlos para no arruinar el momento. —¿Qué horas es allá? —Cuestionó con curiosidad, no queriendo permitir silencios incómodos entre la conversación.

—Aquí las once de la mañana —Respondió con calma. —¿Y allá?

—Las tres de la madrugada.

—Santo Dios, había olvidado por completo todo lo del horario y blah blah, en serio si dormías perdóname —El castaño una vez más volvió a reír pero esta vez por el tono infantil de voz que el hombre había utilizado.

—Hey Bill

—Dígame usted...

—Antes que nada no me digas usted, dime Dipper o Pino como ya lo hacías.

—Me encantas Pino.

—Vale —Se quedó congelado mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Suspiró, se pasó la mano por el cabello y prosiguió. —¿Qué edad tienes? —Esa duda llevaba atormentándole desde aquella vez que se puso a ver sus fotos.

—Tú tienes 16 ¿No?

—Así es...

—Mmh ¿Si te digo no te espantas?

—No tiene nada de malo ¿Por qué habría de espantarme?

—Soy un poco viejo para como me veo —Añadió tosiendo un momento.

—Vamos no creo que sea tanto —Se mofó el Pines aun sin pensar a ciencia cierta una edad en concreto.

—32 —Sin rodeos, a lo rápido y sin suavidad soltó aquella información.

—Guau, yo creí que andabas por eso de los 25 o 27 —Obvió, completamente sorprendido ante la confesión.

—¿Eso es malo?

—No... Bueno eso quiere decir que ya eres maduro y así me gust... Digo me agradan ¡Me agradan! Tú... Tú me entiendes ¿Supongo? —Sostuvo el celular con fuerza a la vez que apretaba los ojos, había delatado su admiración hacia el extravagante hombre, había cavado su propia tumba.

Y aunque lo pensara en un sentido figurado, no tenía ni la más remota idea de que en verdad estaba condenado.

—Tú también me agradas Dipper —Y soltó un suave, efímero y tierno suspiro por el altavoz.

—¿Sabes? Tengo un poco de sueño.

—¿Qué dices si te hablo hasta que te duermas?

—Pero estarías hablando solo, sería descortés.

—No te preocupes por eso, lo hago por mero gusto... —Y tras finalizar esa frase y terminar de convencer a Dipper, Bill comenzó a hablarle, de sus desayunos, de la historia de Rusia, de sus viajes, de una falsa vida "buena" creada por él y de banalidades que poco a poco hicieron de el castaño fuese conciliando de nuevo el sueño hasta caer en un estado profundo sobre su cama.





—¿Te has dormido? —Cuestionó con voz suave, sin recibir respuesta más que un ligero ronquito. —Oh Pino, no sabes las ansias que tengo por conocer tu inocente rostro. —Haciendo una pausa, el rubio suspiró. —Cuando la esté amordazando con un trapo... —Murmuró con un tono lleno de libido antes de cortar la llamada.

Sólo Un MensajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora