Seguida #1

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Pasaron unos largos minutos los cuales Dipper no desperdició, utilizándolos para seguir conversando con Bill, sin embargo su amiga, Wendy, jamás apareció en el punto de reunión acordado por ambos.

—Mmh... —Chasqueó su lengua mirando de un lado a otro.

—¿Qué sucede Pino? —Canturreó el hombre del otro lado de la línea..

—Parece que Wendy no vendrá.

—Eso me temo... —Susurró bajito, sin apartar su pesada vista de su adorable y pequeña presa frente a él.

—¿Qué dices?

—Nada en realidad, sólo que es peligroso andar solo de noche.

—Pero apenas son las siete.

—¿En serio? Guau, aquí es de madrugada... —Mintió mirando por unos segundos el cielo antes de volver sus ojos ámbar hacia el castaño.

—Creo que tienes razón, será mejor regresar a casa.

—Está bien Pino —Esperó con paciencia viendo como el castaño se dignaba a colgar la llamada, metiéndose el celular a uno de los bolsillos de sus jeans, dispuesto a hacer lo mencionado; regresar a casa.

Bill en cambio, esperó a que este avanzara un par de pasos para, posteriormente levantarse y seguirle a una distancia prudente y discreta. Su celular vibró, sacándolo con cuidado de no hacer tanto ruido, atendiendo la llamada sin verse en la necesidad de contestar, sólo escuchar.

—Jefe, tenemos a la pelirroja —Escuchó de aquel hombre de voz rasposa.

—Perfecto, ya falta poco para obtener a mi "tesoro" —Susurró sin apartar la vista del susodicho, haciendo énfasis en aquel nuevo apodo.

—¿Ahora qué hacemos?

—Átenla, y si pueden duérmanla, no necesitamos que haga un escándalo, debo colgar. —Finalizó la llamada, volviendo a guardar su celular.

Siguió caminando, si algo había aprendido a lo largo de su trabajo y de su experiencia es que jamás debía llevar zapatos con suelas ruidosas, o con tacón bajo que ocasionara una serie de repeticiones a cada paso, y en ese momento vaya que estaba agradecido consigo mismo por saber muy bien qué hacer en cada situación. Podía sentir como cada vez estaba más cerca del menor, cómo le iba casi pisando los talones y el muchacho, demasiado distraído en su propio mundo, no notaba ni su presencia. Las manos le picaban, le picaban ansiosas de poder sentir lo que era tenerle entre sus piernas, poder acariciar esa piel, poder amortazar, atar, torturar y hacer lo que le plazca. Poder administrar la sustancia suficiente para dormirle, para mirar esa delicada expresión adormilada, de poder lamer esas pequeñas y saladas lágrimas que por supuesto lloverían a mares de sus ojos.

Todo lo estimulaba de sobremanera, haciéndole jadear con sutileza, conteniéndose, ese no era el momento correcto ni la situación correcta para que su imaginación volara por los rumbos del libido. Se hallaba concentrado, cada calle, cada casa, cada metro recorrido debía impregnarse en su memoria, debía tatuarse como un croquis en papel.

El castaño de menor edad dobló en una esquina justo frente de él y, tras imitar la acción se dio cuenta que el vecindario comenzaba a cambiar, juntándose de sobremanera con la zona boscosa de la montaña. La carretera se perdía y en cambio un camino de tierra comenzaba a difuminarse, los árboles que le rodeaban eran a su vez más espesos y grandes, estando ya dentro del ecosistema. El crujir de unas ramas le sacó de sus casillas y su determinaba concentración se vio alterada al igual que su pulso cardíaco, Mason se giró con velocidad buscando entre la densa oscuridad y el ambiente el indicio de algo sospechoso, la vista se hallaba tan perdida que con el tiempo de sobra sacó su celular e iluminó el camino detrás suyo, dándole la suficiente ventaja a Cipher de ocultarse tras uno de esos pinos de sobra. Comprobó el perímetro, volvió a bloquear su celular y lo guardó.

—Qué listo Pino, pero no tanto como yo... —Susurró, reincorporándose en el camino esta vez con más sigilo.

Fue así que durante unos metros de sutil persecución dio con una cabaña de roble oscuro, algo húmedo, iluminado por la luz de el pórtico en donde pudo observar a Dipper tocar la puerta la cual no tardó en ser abierta por un hombre de canoso cabello y nariz rojiza al igual que Dipper, teniendo el vago pensamiento de que se trataba de algún familiar suyo, ese tema no lo había tocado con el Pines por llamadas. Suspiró saliendo de su escondite en cuanto el menor se halló dentro de la casa, si había alguna palabra que definiera a Bill Cipher sería atrevimiento o quizá descaro porque amaba probarse, amaba jugar con fuego y pasarse las leyes por donde le apeteciera, su enferma perversión le había llegar a niveles de los cuales no se arrepentía como en ese caso en el cual a lado de la ventana de Dipper se disponía a espiar sin sutileza alguna, husmeando a la perfección como el castaño se desnudaba entre las finas cortinas que le permitían ver. Sin duda, un deleite a sus ojos.

—Esa blanquezca piel... —Susurró mirando a Pines mientras mordía su labio. —Como desearía marcarla de un tono carmesí —Agregó enteramente extasiado, llevándose la mano al pecho donde estrujó sus prendas jadeante, el chico sí que le ponía, le sacaba sus instintos más impuros y carnales. Con lascividad, se dedicó a observar de la forma más erótica posible cada movimiento del susodicho hasta que un ruido de detrás le hizo mirar con velocidad pensando "Mierda". Con lentitud se acercó a los arbustos más cercanos donde no dudó en ocultarse.

El mismo hombre de antes miraba alrededor, como si buscara algo o más bien "alguien", quizá su discreción no había sido la más profesional debido a sus impulsos, sin embargo, no fue mucho tiempo el que pasó para que el hombre, satisfecho de su búsqueda sin sospechosos se adentrara, cerrando la puerta, tiempo suficiente para que Bill decidiese largarse con una nueva información sobre la vivienda de Mason.


Y claro, no pudieron faltar un par de fotos de Dipper en su celular.

Sólo Un MensajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora