Completo, último rapto

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Con sumo cuidado y a su vez debilidad, el castaño se llevó la mano a la frente tocando para medir una temperatura que todo su cuerpo capturaba y que a su vez, no logró detectar. En todo ese rato lo único que había logrado había sido empeorar, tomó su celular el cual se hallaba en la mesita de noche comenzando a buscar el contacto de su hermana y en cuestión de segundos, ya tenía el aparato reposando en su oreja en espera de conectar una llamada.

—Lo sentimos, el número que usted marcó está fuera de servicio. —Contestó una voz robótica y programa del otro lado de la línea.

—Mierda —Farfulló levantándose de a poco para quedar sentado en la orilla de la cama.

Mientras tanto, el hombre quien no tardó en llegar a el hogar del Pines, aparcando tan sólo a un par de árboles atrás bajó del auto, acomodando su elegante gabardina con una socarrona y arrogante sonrisa de oreja a oreja, inhaló y exhaló, retirando uno de sus guantes conforme se acercaba a la vivienda. Sin cuidado alguno golpeó con fuerza la puerta de madera, logrando inclusive a enrojecer sus nudillos, acción que hizo sobresaltar a Dipper debido a lo repentin que había sido, asustado y débil se quedó en silencio, rogando internamente que el desconocido se largara, no podía siquiera levantarse de la cama en cuanto el azote se repitió esta vez acompañado de un par de estruendosas y exageradas pisadas en la planta baja. Con velocidad tomó de nuevo su celular siendo el contacto de Bill el que salía al principio.

—¿Bueno? —Contestó Cipher con falsa ternura, deteniendo sus zancadas frente a el comedor.

—Bill... —Su voz al igual que su barbilla temblaron, delatando lo quebrada que comenzaba a ponerse su tono. —Hay alguien... Hay alguien adentro de mi casa, no sé quien sea —Chilló arqueando sus cejas y llevándose una mano a los labios evitando llorar con fuerza. Bill tapó la bocina y continuó su labor de engendrar miedo pateando esta vez de la mesa, tirando cosas por doquier.

—¿Y no puedes salir Pinito y llamar a la policía?

—M-Me siento fatal, no puedo ni pararme al baño... —Sollozó. —¿Qué h-hago?

—Quédate donde estás Pino y no hagas ruido —Susurró, bajito, fingiendo empatía, tomando cosas que hallaba a su paso y rompiéndolas, montando una escena.

—Bill... Tengo miedo.

—¿En dónde te encuentras? —Preguntó con seriedad y en su inocencia, Mason contestó;

—En mi habitación —Sorbió su nariz, sintiendo como el nudo en su garganta dolía, impidiéndole hablar, o pasar saliva con tranquilidad, su corazón se aceleraba y pronto dio todo un vuelco cuando comenzó a escuchar estruendosas pisadas subir uno por uno, cada escalón, debía pararse y era ya.

—Ahh —Suspiró el rubio sonriendo ladinamente, marcando ese coqueto hoyuelo, ese que tantos recuerdos de infancia le traía, ese que su mamá alguna vez amó, picó y pellizcó, ese que en el espejo podía causarle una nostalgia que no todo psicópata tiene el goce, o el placer de disfrutar. —Pino —Los recuerdos eran aparte y el trabajo era ahora, el pasado muy atrás y el presente muy ejercido. —Este ruido ¿Te es familiar? —Golpeó en una indescriptible melodía la puerta del chico, colocando la bocina en alta voz para que la agonizante situación fuera una intensa sensación para el menor.

Su sangre se heló, se heló a niveles que ya no sentía que circulara y su corazón se paralizó, los sollozos se acallaron y sólo silenciosas lágrimas descendían por sus mejillas al igual que el sudor por su frente, la fiebre ni se diga, insoportable, intolerante y aguda, que le escocía el cerebro fuertemente.

Debía ser una maldita y asquerosa broma de mal gusto.

Apretó con fuerza el celular en cuanto vio la puerta comenzar a abrirse con lentitud y el rechinar de la madera acompañar esa tétrica experiencia que recordaría a partir de ese momento, que le seguía, como tatuaje en piel.

(...)

Siempre imaginó encontrarse con Bill, un hombre apuesto de rubio cabello, altura extravagante y piel acaramelada, siempre se imaginó que Bill sería una pareja perfecta, un caballero, alguien que le trataría bien. Se ilusionó y cada noche sonreía imaginando poder conocerle.

Siempre quiso conocer Rusia, un lugar frío, lleno de historia, lleno de príncipes, princesas, reyes y reinas.

Siempre quiso terminar una carrera, tener una especialidad, compartir experiencias de adolescentes, beber cerveza, perder su virginidad, dar un beso tan largo que fuera de ensueño.

Siempre quiso decirle a Wirt que le gustaba, que le parecía atractivo pero que su corazón se iba con Bill.

Siempre quiso agradecerle a sus padres, por darle la vida, a su hermana por acompañarlo desde el vientre materno, a su tío por cuidarle.

Y a partir de ese día siempre quiso disculparse, por ser descuidado, por ser un idiota enamoradizo, por no darle la razón a su tío, por ser grosero con su hermana, por creer que el mundo era bueno y libre, por creer que él merecía tener una vida tranquila y no haberla apreciado.

Quiso no haber tenido que lamentarse de conocer a Bill Cipher.

(...)

Hola Pinetree —Escuchó una voz canturrear, tanto por el parlante del celular como del hombre que tenía enfrente, un hombre que le causó escalofríos un hombre que con sólo un mensaje, hubiera deseado no conocerle.

Sólo Un MensajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora