Capitulo 1

172 10 1
                                    

Veía desde la ventana de mi habitación a mi tío Alberich darle prácticas de arquería. Adoraba mirar las prácticas, cuando empezó a impartirlas le pedí a madre que intercediera por mí con mi tío pero dijo que era demasiado joven para esa clase de cosas. Mi tío se negó darme clases cuando se lo pedí pero me di cuenta que era mejor verlas, pues podía verlo a él por el cual la inspiración me llegaba, me hacía escribir por montones poemas y poesías. Gustav Walter se llamaba. Me moría por bajar y dárselos todos pero no tenia coraje para dárselo además de que no era bien visto en la sociedad narcisista en la que vivía en aquella época.

Yo era un alma liberal desde muy joven, a mis tempranos 11 años escribía para el diario escolar, en el colegio donde estudiaba, era famoso por las poesías y poemas que escribía. Tenia una columna sólo para escribir mis poesías y poemas.

Cuándo cumplí los 12 años ya tenía tres novelas y un cuento escrito, mi hermana me criticaba por lo que escribía en privado, que eran prácticamente cartas de amor que ocultaba debajo de la cama para que mi padre no las descubriera sino me despellejaría vivo. Cada vez intentaba acercarme más a él, le dejaba cartas anónimas con la esperanza de que no se asqueara y algún día me dirigiera la palabra.

A mediados de abril me armé de valor y me declare a él en un lugar privado donde nadie pudiera vernos o escucharnos. Su mirada gris me miró incrédulo luego pasó a furia, me encogí cuándo caminó hacía mí, agarró fuertemente por la camisa blanca escolar que llevaba puesta, cerré los ojos cuándo vi su mano dirigiéndose a mi rostro, pero el golpe nunca llegó, abrí mis ojos azules un momento sólo para que el corazón me doliera como nunca había dolido en mis 12 años y medio, su rostro tenía una mueca asqueada. Le daba asco. Me llamó invertido, que no quería volver a verme.

Ese día lloré al llegar a casa, mi primo George me encontró llorando y me consoló sin preguntar, en silencio, lloré hasta que me quede dormido.

Lloré mucho por su silencio el cual me mataba poco a poco pero con el paso del tiempo alimentaría mi muy desgarrada alma con el dolor, las penas y las desgracias.

Cuándo desperté aquella mañana, después de haber llorado toda la noche tenía los ojos rojos e hinchados. Traté cómo pude de ocultarme de mi padre, al cual nada se salía de su centro en su presencia.

- ¿Cyril que te sucedió en el rostro? - me preguntó madre a la cuál sólo miré sin darle una respuesta concisa de lo que quería que le respondiera. Bajé el rostro concentrándome en mí desayuno de avena, tostadas y jugo. La ignore como si no fuera conmigo.

Padre me miró de reojo advirtiéndome con la vista de que contestara, mi tío miraba curioso la escena matutina, Alfred, mi primo, no decía nada concentrado en su comida. Miré una vez más a madre que me miraba suplicante, tan sumisa siempre, odiaba esa actitud suya para con mi padre.

- no me sucede nada madre, sólo tuve un problema con un amigo, es todo. - ella se me quedó viendo como si buscara en mis orbes zafiro cómo las suyas alguna respuesta más coherente o algún indicio de mentiras. Padre no dijo nada al respecto, terminó su desayuno y se fue a trabajar en la empresa tabacalera que tenía y había heredado de mi abuela cuándo ésta murió.

Pasaba el tiempo con el mismo lamento de una voz muerta en el viento; el dolor de verlo me estrujaba el corazón, verlo mirarme con una nueva faceta, incluso aveces hacía muecas y se burlaban de mi y de mi estupidez por haberle confesado mi amor a un egoísta que sólo pensaba en su propio interés sin importarle los demás, con el tiempo le odié y también le amé más de lo que cualquier persona hubiera amado a otra.

Cyril 1920Donde viven las historias. Descúbrelo ahora