Capítulo 9

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Era un 19 de septiembre de 1935 por la mañana cuando ví en el cartel donde decía que había aprobado todas las materias la sonrisa se me dibujó sola al ver que pasé con una de las mejores calificaciones del colegio donde estaba en ese tiempo. Un grupo de chicos amigos mios me invitaron a celebrar la salida del colegio en eso de las 7:00 pm en un bar.

Me duché con agua caliente para relajarme una vez llegué a mi casa. Recargué mi peso en la tina de baño, cerrando los ojos, no me di cuenta cuando me dormí allí. Al salir del baño bajé a la cocina por algo de comer, mientras caminaba vi que no había nadie en casa, al parecer habían salido. Ni siquiera Greta estaba en casa. Me preparé un emparedado y me serví un poco de limonada fresca, justo cuando iba a empezar a comer sonó el timbre, me levanté de la mesa y caminé por el vestíbulo de la casa, abrí la puerta viendo a una gran amiga mía llamada Edith, una chica delgada de 15 años, cabello rubio como el sol y ojos celestes, en su rostro pecoso había una gran sonrisa de dientes perfectos, venía vestida con un vestido verde de mangas largas y que le llegaba hasta las rodillas con lindos adornos negros y blancos, su pelo lacio caía por su espalda esbelta. Se lanzó encima de mi para abrazarme pegando mi rostro en sus pechos, dando saltitos de alegría.

- ¡Cyril! que bueno verte, ¿pasaste todas tus materias? yo no, ese profesor de matemáticas se la vengó conmigo, jum.

- Por supuesto, ¿y cómo es eso de que el profesor se vengó contigo?

- pues los chicos en su clase le lanzaban papeles y no lo respetaban solo por que se rumorea que es judío.

- ¿Que? eso es tan indignante ¿como se atreven?, herr Vogel es un excelente profesor, es el mejor del colegio. Si tan solo pudiésemos hacer algo, las cosas no serían así. Con tan sólo 10 como él este país iría hacia el progreso y nos olvidaríamos de toda esta porquería fascista.

- Eres demasiado bueno, tienes un corazón muy grande Cyril, adoro eso de ti y espero que no lo pierdas. Pero tienes que cuidar la forma como hablas las personas podrían escucharte y eso no sería bueno ¿bien? - dijo Edith con una hermosa sonrisa; yo enserio me sentía mal por lo que pasaba con herr Vogel ya que podían buscarle un problema con la policía y eso no era justo, ese hombre era ejemplar, yo siempre le admiré. - bueno Cyril yo me despido, no he llegado a casa aún y mis padres empezaran a pelearme, nos vemos en la noche en la fiesta. - dicho eso nos despedimos con un beso en la mejilla y se fue, dejándome solo con mi rico emparedado.

Me estaba probando la ropa para salir a tomar algo en el café que estaba cerca, me sentía solo en casa así que me vestí con una camisa negra y un pantalón oscuro, bajé a la planta baja y abrí el armario en busca de mi abrigo de la nueva piel falsa que había salido al mercado, peiné mi pelo caoba oscuro con las manos buscando el estilo adecuado, una ves estuve listo me fui al café, viendo como el cielo nublado hacía descender la temperatura rápido y más en estos meses que estaba próximo al invierno.

Las hojas secas y de tonos sepias adornaban las calles en un paisaje nostálgico, la nariz la tenía congelada al igual que las manos y las orejas ahora me lamentaba el no haber traído bufanda para poder calentar un poco mi cuello y rostro; el café al que iba no quedaba muy lejos por lo que llegué rápido, entré al establecimiento sintiendo el agradable calor que tenía, el aroma a café, té y magdalenas era embriagador, me senté en una de las mesas del fondo en espera de la camarera que venía a tomar mi orden, mi mente voló a todos los encuentros clandestinos con Gustav debía dejar de tenerlos, él tenía 19 años todos sus conocidos le preguntaban que si ya tenía novia o planes para matrimonio, sus respuestas eran como agujas cuando yo estaba presente pero lo dejaba pasar y sabía que no debía ponerle ninguna clase de restricción de lo que pudiera o no hacer, para la sociedad sólo éramos dos buenos amigos y nada más; debía alejarme para no salir más roto de lo que ya estaba en esta extraña relación, no podía con el dolor de no poder expresar abiertamente mis sentimientos, era siempre en todos nuestros encuentros un riesgo de nos descubrieran en actos ilícitos, muy mal vistos por la iglesia y las personas en general, sobre todo del los seguidores del Reich de los Mil Años; había visto una noticia en el periódico hacía varios días ya, de que la policía se había llevado a más de veinte personas por sospecha de ser opositores y homosexuales, me estremecía sólo de pensar que nos podían descubrir en cualquier momento. La voz de la camarera me trajo de vuelta a la realidad dejando mis pensamientos a un lado, ordené café con canela y unas magdalenas de chocolate, siempre mi padre me reprocha por mi predilección por las cosas dulces y empalagosas, yo digo que mientras más azúcar mejor.

Cyril 1920Donde viven las historias. Descúbrelo ahora