Capítulo 7

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Flash foward.

1943 Polonia

Caminé deprisa por el corredor, intentando llegar a tiempo, mirando los rostros desconocidos de las mujeres, hombres y niños que estaban tirados en el suelo del hospital conectados a sueros, vendados, huesos rotos, fracturados, accidentados, heridos, mutilados entre otros. Cuanto horror. Llegué a una área del hospital, que antes no había visto, arreglé mi bata blanca y entré a una sala, cuando llegué a visualizar que soldados me seguían. Cerré la puerta doble y me di la vuelta, abrí mis ojos azules horrorizado al ver el cuerpo de Norah en una de las mesas dispuestas en aquella sala, mutilada y golpeada. Tembloroso me acerqué a su cadáver desmembrado, no lo soporté llevé mi mano a mi boca para evitar las arcadas que me asaltaron junto con las lágrimas furiosas que se derramaban de mis ojos, el vómito me sacudió apoyé mis manos en el suelo frío y ensangrentado, devolví todo lo poco que había comido en ese día. El olor a muerte y podredumbre se filtraban por mi nariz dándome más náuseas, cuando me detuve me senté en el suelo lejos de su cadáver y mis propios desechos estomacales. Abracé mis rodillas como lo hacía cuando tenía 13 años, hundí mi rostro en mis rodillas llorando, ya no soportaba esto, demasiado horror, ¿era esto por lo que muchos quedaban dementes?, no quería eso, me dolía la muerte súbita y horrorosa de Norah, la madre de mis hijos, por su propio bien y el mío necesitaba la cordura que por momentos me abandonaba. Me quedé allí tirado en el suelo, levanté la mirada cuando las fuertes pisadas se escucharon por todo el lugar, la puerta fue abierta con brutalidad dejando a la vista un escuadrón de soldados con la esvástica en sus brazos derechos y la insignia de las SS en sus pechos.

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Presente 1935

Las prácticas iban mejor de lo que cualquiera pudiera creer; todos los alumnos de mi tío nos reuníamos en el amplio jardín trasero de nuestra casa. Gustav me miraba y miraba mi habilidad para con el arco, había mejorado mucho en el poco tiempo que estaba entrenando, además de que estaba muy feliz ya que, habían publicado mi novela en la revista de Hamburgo para la cual escribía, no cabía de la dicha. Los problemas con mi familia estaban cada vez peores, la comunicación era cada vez menos, solo tenía contacto con Oscar que no sabía sobre mi sexualidad. Mi padre me había castigado y me había golpeado cuando me vio en casa al regresar de su trabajo en la empresa, me quedé tirado en la cama de donde solo me levantaba para las prácticas, la escuela, comer y dormir. Me sentía bloqueado, no podía ni siquiera escribir mis poemas ni continuar con mis historias cortas de fantasía, tanta frustración me agobiaban.

Padre había llegado temprano para el almuerzo, yo había llegado hacía poco tiempo de la escuela. Nos sentamos todos en el comedor cuando Greta anunció la hora de servir, Bianka y yo no hacíamos contacto visual, mi madre y hermana mayor Clara no me miraban tampoco, era incómodo, el ambiente estaba tenso, no fue hasta que padre interrumpió el cortante silencio en el que se había sumido todo, limitándonos a escuchar los sonidos de nuestros platos y tenedores.

- ¿Cyril, como te va en la escuela?- me sorprendió por completo su pregunta.

- bien, muy bien - contesté rápidamente

- ¿Aún sigues con esa pasión de escribir? - mi ceja se arqueó ante su pregunta, mis ojos viajaron hacia los ojos de miel de mi padre que me miraban en espera de una respuesta

- si, ya escribí cinco historias.- le contesté con gesto un poco arrogante. Mi padre torció ligeramente su boca rodeada por un poco de barba castaña un poco más oscura que su cabello

- ¿Por que no te interesas en algo más? Los escritores no ganan mucho dinero que digamos.

- lo hago por que me gusta, no por que nadie quiera, padre. - me miró por mi respuesta insolente, lo vi apretar los puños en la mesa

Cyril 1920Donde viven las historias. Descúbrelo ahora