Capítulo 4

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Estaba encerrado en mi habitación escribiendo mi nueva novela basada en una idea de Oscar. Para cuando terminé el capítulo tres de la historia con ya cuarenta y dos páginas, estaba agotado, me levanté de la silla frente al escritorio, me estiré con pereza acariciando mis hombros cansados. Salí de la habitación para bajar a la sala, pasé junto a mi hermana Bianka, que miraba el periódico con expresión aburrida. Ella me miró y rápidamente se puso de pié abrazandome, sorprendido le correspondí el abrazo ella se separó de mi despeinando mi cabello que se ponía más oscuro con el paso del tiempo

- ¡Feliz cumpleaños, cyril! - me causaron aún más sorpresa sus palabras, había olvidado completamente mí propio cumpleaños, sonreí feliz, ya tenía 15 años. La abracé de nuevo; ella era con la cuál más compartía, cuándo Oscar no estaba en casa, además Clara y yo no nos teníamos mucha confianza.

Después del almuerzo cómo a las tres de la tarde Gustav llegó a mi casa, felicitándome por mi cumpleaños, sólo nos dimos las manos, me dijo que me tenía un regalo y que se había mudado de la casa de sus padres, para vivir sólo en una pequeña pieza a varias manzanas de su casa, me dio la dirección y me dijo que fuera o el me llevaría. Se quedó en mi casa hasta que padre llegó, se quedó después de que mis hermanas le pidieran que lo hiciera, como le gustaba hacerse el difícil. Una vez que terminamos la cena le pidió permiso a mis padres para ir con el a su casa, padre puso mala cara, madre me miró sorprendida con sus zafiros bien abiertos, Bianka me miró con sus ojos miel divertida y Clara miraba la escena aburrida.

Íbamos caminando hacía la pieza de Gustav; él guiaba el camino mientras yo iba tres pasos atrás de él, con la cabeza gacha, por el nerviosismo que me provocaba la situación. Me sentía feliz y ansioso por el regalo que me daría, sólo qué en ese entonces yo era demasiado torpe, inocente e inexperto y no sabía que aquél condenado "regalo" sería uno de mis peores vicios y por lo tanto mi perdición y final de mi carrera de escritor y médico. Llegamos a su pequeña casa la cual tenía una sala pequeña al igual que la cocina y la habitación. Una vez dentro de la habitación me tomó la mano y me sentó en la cama tendida con colchas amarillas con rayas decorativas de diferentes colores.

- Cyril quiero que me escuches, lo qué haremos hoy será una nueva experiencia, algo totalmente nuevo, quiero que confíes en mi, no te haré nada que tú no quieras ¿De acuerdo?- me sentí contrariado ¿Por qué me decía eso? le miré interrogante mientras él se levantaba y buscaba algo en el cajón de la cómoda, para cuándo se volvió llevaba un pequeño estuche de piel marrón. Le mire con extrañeza mientras él se acercaba y terminaba de sentarse en la cama junto a mi; abrió el estuche para mi mostrándome lo que contenía. Me quedé perplejo mirando el contenido del estuche, mi mirada subió a la suya impenetrable cómo siempre
- ¿Qué es esto, Gustav? - yo lo miré en busca de una respuesta coherente. Suspiró poniendo el estuche en la cama, tomando mis manos, apretándolas afectuosamente

- quiero que confíes en mí, esto es algo completamente nuevo y te vas a divertir

- es que no importa cuán divertido sea, el problema es que eso es adictivo - dije señalando el estuche que contenía una jeringa al lado de un polvo blanco. Gustav me miró a los ojos comprensivo

- lo se pero si lo hacemos una sola vez no nos pasará nada ¿si? - le miré indeciso de si cumplir su fantasía o no, a pesar de que era obvio qué terminaría aceptando. Miré sus increíblemente convincentes ojos grises, estiré mi brazo izquierdo apartando la mirada. Pude sentir su sonrisa en su boca de rosados labios. Tomó mi brazo mientras me amarraba un tirante de pantalón justo arriba del codo, me dijo qué apretara el puño varias veces. Tomó mi codo e introdujo la aguja de la jeringa en mi carne, me mordió el labio mientras la droga penetraba mis venas, dándome una extraña sensación cómo un mareo fuerte pero sin la asquerosa sensación de querer vomitar.

- déjate llevar...- me dijo su voz en un susurro, el corazón se me aceleró, el mundo me dio vueltas.

Gemí de placer cuándo sacó la jeringa de mi brazo, la tiró lejos a otro lugar de la habitación. Se me subió encima mientras me besaba obscenamente, con su lengua viperina recorriendome la cavidad bucal completa, gemí entre el beso, aún con la sensación de mareo nublando mi juicio ¿qué droga era? no lo sabía sólo sabía que me empezaba a gustar. Gustav me tomó en brazos sujetándome, yo estaba tan débil que apenas podía mantenerme de pié y con una dolorosa erección entre mis piernas enfundadas por el pantalón de tela negro la cual acarició suavemente haciéndome gemir con desbordado placer, dándole a entender que me gustaba.

Nos desnudamos salvajemente arrancandonos la ropa sin dejar de besarnos con rudeza, sin delicadeza. Los sonidos de nuestra lujuria me excitan más. Me separa y me tira en la cama, se termina de desnudar frente a mí, yo me apoyo en mis codos semi acostado en la cama; totalmente desnudo se aproxima a mí con ojos depredadores terminando de sacarme el pantalón acariciando mi entrepierna despierta y dolorosamente erecta, me sacó los calzoncillos que llevaba puestos, el arqueo de mi espalda junto con el corrientazo de placer qué sentí cuándo me acarició el miembro masturbandome rápidamente, el gemido que salió de mi garganta fue agudo, arropado con la bruma del placer y las sustancias ilícitas recorriendo mi cuerpo.

El excitante mareo no se pasaba y hacía mi placer aún mayor, mi piel estaba sumamente sensible y erizada. Llevé mi mano a su cabellera rubia jadeando mientas él me fajelaba, arqueando mi espalda estaba por correrme, intenté sacar su boca roja de mi entrepierna erecta, me lo impidió chupando con fuerza haciéndome gemir, me hizo levantar mis piernas poniéndolas en sus hombros. Mis rodillas quedaron en sus hombros, acariciando mis pálidos muslos con sus grandes manos, tomé un mechón de su cabello rubio alejándolo de mi hombría

- .... basta vas a hacer que me corra... - mi voz sonó extrañamente aguda y pastosa como si arrastrara las palabras por mi boca entreabierta de la excitación qué tenía encima. Se separó de mí mirándome con sus ojos grises nublados y oscurecidos de placer, se relamio los labios

- quiero que te corras en mi boca mi niño - me dijo antes de volver a chuparme la verga. Unas succiones profundas y gemidos mio me corrí abundante en su boca. Caí desplomado en la cama satisfecho, relajado por el increíble orgasmo que acababa de tener pero aún mareado por la droga, medio dormido mire cómo Gustav se subía encima de mi con sus dedos preparando mi entrada para que pudiera entrar. Podía sentir sus largos dedos dentro de mi, a pesar de querer dormirme el placer que me daba con los dedos era simplemente embriagador, sin la suficiente preparación me introdujo su verga de un solo empujón causándome un fuerte dolor del cual en vez de gritar de dolor lo hice de placer. Yo me sentía desfallecer en sus brazos que me brindaban un placer inhóspito y casi celestial estar con la persona que amas es mágico sin importar las circunstancias en las que están, cómo la mía que era la peor de todas.

Gustoso me entré a él olvidando qué me había drogado cómo regalo de cumpleaños, lo amaba y no podía negarme a sus peticiones por mas riesgosa que fuera, simplemente no podía.

-...ah...ah...ah... Gustav...- gemí, el me besó acallándome.

- me encanta cuándo gimes mi nombre - dijo penetrandome con fuerza dejándome sin fuerzas además de que yo estaba tan drogado que no sabía que decía o dónde estaba.
Dio sus últimas estocadas fuertemente justo cuando me corrí por segunda vez aquella noche él se corrió en mi interior llenándome de su semen caliente

- ¿Estás bien? - le escuché decir. No podía oír buen los oídos me zumbaban, ni podía ver con claridad sólo destellos de luces y una figura distorsionada, al poco tiempo todo se volvió negro.

Cyril 1920Donde viven las historias. Descúbrelo ahora