A si que cocinas—dije mientras le miraba remover unas verduras en la salten. Estaba apoyado sobre los codos en la encimera de la cocina del apartamento de Lip en el Harbour, mientras el chico hacía la cena. Los de seguridad se habían marchado a descansar. Ted había vuelto, por lo visto tenía turno y se había quedado en un despacho pequeño que había junto a la puerta.
— ¿Por qué te extraña?—inquirió mientras le echaba a aquellas verduras una especie de picante en polvo y la salten llameaba. Le miré divertido, y él puso los ojos en blanco mientras bebía un trago de una copa de vino blanco. Las verduras se quedaron adobando.
—No me lo imaginaba yo a usted adobando verduras—dije en tono de broma—. No sé por qué.
—No soy un niño rico—expuso mientras me daba un toquecito en la nariz con el dedo índice—. Soy simplemente rico. Pero que tenga servicio solo quiero decir que soy un hombre ocupado, no que no sepa valerme por mi mismo Romeo.
—Ya.
El hombre puso la mesa y luego enrolló las verduras en pan de pita y realizó dos perfectas fajitas para cada uno. Sacó un bol de ensalada de la nevera y me sirvió una copa de agua. Cogió su copa de vino blanco y se sentó frente a mí.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?—inquirí mientras él se metía la punta de la fajita y le daba un bocado. Me miró inquietante mientras masticaba y asintió con recelo.
—Me has contado esta mañana por que no besas en la boca y me gustaría saber que fue lo que paso—dije cordialmente.
—No me gusta hablar de ello—respondió—. Estás muy delgado y no me gusta, come.
—Dos," no me gusta" en la misma frase, vaya—murmuré—. Es usted muy exigente señor Steig.
Le di un bocado a la fajita y me sorprendí de que estuviera deliciosa, picaba un poco, pero estaba rica. El chico me miró a la espera de que le hiciera alguna clase de cumplido, yo le miré con la boca llena y asentí, él se rió satisfecho.
—No lo preguntó como periodista, por favor cuéntamelo—pedí antes de beber agua para quitarme el picor de la boca.
—No quieres saberlo—dijo en tono cortante—. Créeme.
—Sí que quiero—repuse.
Phillip dejó su comida en el plato y se chupó los deseo mientras daba un fuerte suspiro de derrota. Genial, había ganado. Crucé los brazos sobre la encimera y esperé su relato.
— ¿Comes bien?—preguntó dejándome inquieto. ¿No iba a hablarme de sus fracasos amorosos?, ¿por qué preguntaba aquello?
—Muy bien—contesté sorprendido.
—Estás muy delgado—repitió—. Come. Si yo hablo tú tendrás que comer, si paras de comer paro de hablar, ¿entendido?
— ¿Me está ofreciendo un juego señor Steig?—pregunté levantando una ceja a modo de picardía.
—No, yo solo ofrezco juegos para follar, esto es un trato—dijo seriamente. Bebí un trago de agua y asentí. Luego agarré la fajita y seguí comiendo a la espera del relato del hombre.
—Stanley fue mi primer chico, yo tenía dieciocho años y acababa de entrar en la universidad. Me trató como a un juguete. Bueno en realidad yo creí que era su chico, para él solo fui su putita. Fue bestial, él me introdujo en el mundo del deseo, el sexo duro y todo ese rollo. Cada vez que teníamos sexo yo quedaba reventado. Me hacía cada cosa, cada posición que tú apenas puedes imaginas. Yo estaba feliz, era al primer chico con el que me había abierto, era yo, no tenía que esconderme con él...
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Los Juegos de Bay
Teen FictionBay llega a una nueva ciudad tras graduarse dispuesto a hacer realidad todos los planes que tenía pensado para él. Pero en su primera noche algo se interpondrá en este camino, enseñándole un mundo de juegos y perversiones que no conocía, y dejando d...