JUEGO 16

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Todos entramos en casa y Alejandro cerró la puerta tras él. Puso mala cara al entrar, estaba más que claro que aquella no era como su casa de la playa. Ignoré su suficiencia y le pedí a Ruth que me esperara en la habitación.

—Gracias por traerme—le dije a Lip ignorando al otro chico—. Pero no es necesario que os quedéis si no queréis.

—Queremos—zanjó Phillip poniendo la mejor de sus sonrisas.

—Estás seguro, esto va para rato—advertí. Él puso los ojos en blanco y se encogió de hombros—. Como queráis, tenéis cerveza en la nevera y algo de picar en el armario de abajo—cogí el mando de la tele y se lo puse en el pecho, él lo agarró de inmediato—. Poneos cómodos.

Me dirigí hacía la cocina con paso firme, cogí una copa de vino y una botella de tinto de la nevera y me dirigí con paso firme al cuarto.

— ¿Crees que en su estado eso será lo mejor?—preguntó Alejandro mientras se acomodaba en mi sillón.

—Sé lo que hago—le dediqué una sonrisa lastimosa y luego los dejé allí y me dispuse a encontrarme con mi hermana en mi cuarto. Cuando entré ella estaba acurrucada en mi cama con la cabeza boca abajo en la almohada y llorando como una magdalena.

—Levanta—tiré de uno de sus brazos para que se incorporara en la cama y lo hizo, luego le tendí la copa y ella lo cogió—. Ten, bebe un poco.

Le llené la copa de vino y ella tomó un sorbo, después se relamió los labios y comenzó a contarme todo lo que había pasado con pelos y señales. Estuvimos una hora y media así más o menos hasta que llamaron a la puerta del cuarto y Bonn entró con una copa en la mano.

—Llego a tiempo—dijo poniendo una cara triste—. Lo siento mucho, ¿Qué ha pasado esta vez?

Me levanté a toda prisa y le susurré un gracias a la chica mientras mi amiga se sentaba en la cama y ocupaba mi lugar.

—Será mejor que Ruth te lo cuente, yo prepararé algo de cenar—dije mientras me escabullía fuera de allí.

Los chicos estaban bebiendo cerveza en el sofá mientras veían los deportes en el telediario. También estaba el morenazo sentado en uno de los sillones. No dejaba de mirar a Lip por el rabillo del ojo. Era evidente que tener al multimillonario Steig en la misma sala que tú provocaba ese efecto. Me dirigí a toda prisa hacia la cocina, Lip me miró en cuanto estuve lo bastante dentro de su campo de visión. Se levantó del sofá y se acercó hasta el otro lado de la barra de la cocina. Yo abrí un armario y saqué una bolsa de pasta.

— ¿Está mejor?—preguntó estudiando mi cara mientra daba un largo trago al botellín.

—Eso parece—cogí una cacerola, la llené de agua y la puse a hervir con un poco de sal y dos hojas de laurel—. ¿Os quedaréis a cenar?

—Si no te importa—dijo mientras seguía intentando ver a través de mí con sus ojos negros.

—No me importa.

—De acuerdo—accedió.

—Eh, chico de Bonnie—el morenazo del que todavía no sabía su nombre me miró con recelo—. ¿Te quedarás a cenar?

—Claro—respondió Alejandro en su lugar. ¡Genial!, al único al que no había invitado se había auto invitado solo—. Ya somos colegas.

Los chico chocaron los botellines y Phillip se giró para mirarme de nuevo. Yo cogí la bolsa de pasta y la vacié entera en la cacerola con el agua hirviendo.

— ¿Tú estás bien?—me dijo como si fuera yo quien necesitara un hombro en el que llorar. Le miré levantando una ceja y sonreí a modo de dejarle claro que estaba bien.

Los Juegos de BayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora